Carlos I. Scaglione, docente de la Unse.
El insulto aberrante y permanente aparece cuando fracasan los argumentos El insulto aberrante y permanente aparece cuando fracasan los argumentos
La Injuria por excelencia del momento Zurdo, K, orco. Tres significantes distintos y un solo insulto verdadero: mala persona por creer en la democracia. Desde lo básico de sus saberes los libertarios -reaccionarios creen que esas tres palabras significan lo mismo. Vivimos una época en la que insultar se confunde con hacer política. En alguna pantalla se puede ver a una joven y diáfana diputada libertaria diciendo en un minuto más palabra groseras e insultos que los que podrían decir una pandilla de malvivientes peleando en el peor barrio marginal que uno imagine.
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Si una mínima verdad existe en la teoría del derrame es que el poder libertario acumuló tantas vulgaridades, insultos e improperios que rebalsa de materia fecal lingüística y salpica o empapa todos los niveles del habla. El lenguaje de la Argentina está colonizado por un virus y, por contaminación de una derecha agresiva, el discurso vulgar lo invade todo, y si, con dolor observamos que muchos lo imitan, lo festejan, y lo promueven.
¿En qué me beneficia como ciudadano que mi presidente sea el hazmerreír del mundo entero? ¿Aportan a la Argentina los alardes y las payasadas en foros internacionales y locales del "estadista" peor hablado e informado de la historia moderna?
El objetivo brutal libertario es desembarazarse de su propia responsabilidad frente al fracaso rotundo de su irresponsable experimento político, acentuando así el individualismo no ya liberal sino lisa y llanamente fascista. Reprimir, maltratar, hambrear y destruir el tesoro del hablar bien mientras el ministro de finanza fuga oro constante y sonante.
En El arte de insultar, Arthur Schopenhauer considera que el insulto no deriva de términos vulgares y groseros, sino que es un recurso del lenguaje cuando la argumentación no prospera. Esto suena como un juego de lenguaje adecuado. Es decir que el insulto tendría que ser el último recurso cuando mueren los razonamientos, cuando no se logran educadamente los objetivos. De modo tal que los debates comienzan y terminan insultando. El exceso de insultos y palabras groseras desvirtúa la función del insulto, lo convierte en algo repetitivo y vacío, sin fundamento, además de desequilibrar la armonía de idioma.
En síntesis, el insulto cumple una función lingüística, aparece cuando fracasan los argumentos. Pero se está operando para que no haya argumentos y en su lugar reine solo la violencia, el insulto, la agresión física, la guerra, que es la continuación de la política por medios brutales y mortales.
La boca gobernante inculta y tosca se engolosina lastimando y fisurando anos imaginarios penetrados por el falo del poder, insulto de hombre a hombre en una sociedad que involuciona por el peso de su exagerado machismo. Sufrir esa lesión anal infringida por su líder a quienes no piensan como ellos es un insulto dedicado a sus congéneres masculinos. En cambio, a las mujeres las humilla por burras, por ignorantes, por cabeza de termo o porque sí.
En los últimos tiempos se ha comenzado a utilizar, especialmente en el ámbito político, una nueva manera despectiva de calificar a alguien con pocas luces que actúa o dice cosas sin pensar: "Cabeza de termo".
Es así como surgió la inquietud de encontrar la explicación de ese calificativo. Investigando un poco surgió la que creo es la respuesta adecuada: se dice cabeza de termo debido a que lo que se coloca dentro del popular elemento no cambia. Lo que se puso frío se mantiene frío y lo que se puso caliente queda caliente. Es decir, el termo conserva lo que le metieron adentro sin ninguna posibilidad de cambiarlo y, analógicamente quien no tiene la posibilidad de cambiar de acuerdo con la realidad que se presenta, no puede mejorar ni lograr reflexionar sobre otros puntos de vista.
El ilustre Ortega y Gasset, en 1939, en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata como marco, pronunció la archiconocida sentencia que nos intenta reubicar "¡Argentinos, a las cosas!", y nos instaba a mantenernos "celosamente al margen de las pasiones destructivas".
Es necesario e imprescindible vacunarnos contra el virus del destrato impartido desde las altas esferas del gobierno actual y recuperar la salud democrática de respetarnos en nuestras diferencias y parar la destrucción sistemática de las instituciones que necesitamos la mayoría de los Argentinos.