Por Pbro. Marcelo Trejo. Doctor en Teología
Cosas de santos y la política farandulera Cosas de santos y la política farandulera
Agosto es un mes especial en el santoral católico. San Cayetano y San Roque, históricos santos que movilizan a un gran pueblo devoto; por otro lado, algunos más actuales como el obispo riojano Angelelli en su santidad martirial y el fresco recuerdo que trae la beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa, la Santa Mama Antula. A todos ellos, la piedad popular les atribuye una particular intercesión ante Dios Misericordioso. De allí que la veneración cunde en su día propio y en su determinado lugar de culto.
Sin embargo, más allá de sus admirables particularidades existe en ellos una identidad conjunta que los dinamizó en sus vidas; se trataba del anhelo de santidad. Un horizonte de fe que los cautivaba y los lanzaba. «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti», exclamaba San Agustín (Confesiones I, 1, 1).
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Dicho de otro modo, en estos santos y mártires su construcción de vida se sostenía teniendo por eje una integridad y coherencia donde el fin ansiado los envolvía con Su Santidad. Se trataba de una "teleo-logía religiosa" como motivo de dicho accionar. «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4. 7-8).
Esta narrativa de santidades también tiene su correlato en la plaza pública. Aquel espacio abierto y conocido del quehacer político donde "quien quiere el fin, quiero los medios". Una "teleo-logía ética" que propensa al político/s hacia la construcción del bien común social para aquellos que, de un modo otro, confían y esperan vidas cotidianas de pan, paz, salud, tierra y trabajo.
Dicho esto, es posible afirmar que cualquier empeño en esta línea se convierte en una altísima vocación; una de las formas más preciosas de «ejercicio supremo de caridad política». Razón empática y amor social capaz de encontrar caminos nuevos y posibles incluso en tiempos de desavenencias - para un buen y feliz vivir. Un «amor político» desvelado por resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica con sus tristes consecuencias populares (Cf. Francisco, Fratelli Tutti).
Vista de esta manera, la dignidad política se aleja de la apariencia, del marketing o de distintas formas de maquillaje mediático. Argentina necesita reconsiderar sus lugares y quehaceres para una democracia sostenida. Se hace confuso saber dónde receptamos la información de los grandes temas nacionales o dónde las banalidades faranduleras. Cuándo es palabra de estado y cuándo es respuesta vanidosa. Cómo saber si es información cierta o datos rehechos (fake news, trolls u otros encantamientos). Todo esto solo logra sembrar confusión, división, enemistad, indignación y un gran escepticismo desolador incapaz de apelar a un proyecto común (cf. Francisco).
En estos terrenos resbaladizos es imposible construir nación. No hay pie firme para una democracia cierta. La memoria popular de relevantes épocas, la vuelta a la dignidad política y la reafirmación de los espacios propios para la discusión democrática deberán ser considerados a modo de pilares para una reconstrucción necesaria argentina.
Y de nuevo a la santidad. «Puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante» (Hb 12: 1).