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EL LIBERAL . Santiago

Supersticiones y creencias populares santiagueñas

Por A. B. Domínguez.

25/07/2024 06:00 Santiago
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Supersticiones y creencias populares santiagueñas Supersticiones y creencias populares santiagueñas

Nuestro pueblo –como tantos otros- ha sucumbido al poderoso atractivo de la narración de cuentos fantásticos, de leyendas, que son resabios de viejos mitos arquetípicos no sólo indígenas, sino universales. Muchos siguieron la vida subterránea de la tradición oral, siendo transmitidos de padres a hijos de generación en generación. Otros, por haber llegado nuestra comunidad a un adecuada madurez intelectual o por el interés particular de algún escritor, lograron subsistir en la literatura y en el folclore. 

Estas supersticiones forman parte de nuestra identidad santiagueña, con las que convivimos diariamente. 

Hace un par de años, en mi barrio, mientras la verdulera pesaba unas manzanas, escuché a mis vecinas que comentaban sobre el grito del almamula que se había escuchado en la víspera. Un grito horrendo! Y... curiosas al fin, se preguntaban quién sería la desdichada.

Aunque el alboroto nocturno no volvió a repetirse, mi hermano y sus amigos llegaron a la conclusión de que lo percibieron como el "grito del almamula" no era más que los estertores de dolor de un muchacho que vive en la otra cuadra, al enterarse de que su padre había muerto. Y era cierto, había un velorio en esa casa. 

El domingo 3 de agosto del 2008, este matutino informó sobre un misterioso hallazgo: quince cabritos aparecieron muertos en un corral, con mordidas en el cuello. Doña Odina Núñez de Verón, de 83 años, oriunda de Pampa de los Guanacos en el Dpto. Copo, le dijo al periodista de EL LIBERAL: "Dios me bendijo siempre para la cría de mis animalitos y esto es cosa del almamula".

La leyenda del almamula es una superstición muy arraigada, no solo en el campo sino en la misma ciudad capital de Santiago del Estero. El almamula es una mujer que vive en pecado pues tiene como amante a su padre, o a su hermano o a su hijo, es decir a alguien de su propia sangre. Una mujer que se revela abiertamente ante la ley de Dios, pues no siente vergüenza ni pudor alguno de sus amores ilícitos.

Ante tamaña herejía, es condenada en vida a que vague por las noches, convertida en mula, buscando quien la redima. Porque aún siendo almamula puede salvarse si encuentra un hombre corajudo que le haga frente y le corte un pedazo de oreja, o le haga cualquier incisión de la que brote sangre. La sangre del almamula y la voluntad de no reincidir en el pecado, pueden salvar a la mujer y a su alma.

El ciclo de vida del almamula tiene dos etapas: si el pecado es reciente, puede salvarse. Pero si ya pasó mucho tiempo y nadie la hirió, lamentablemente se pierde.

Es creencia popular que el almamula sale los martes y jueves, especialmente cuando hay viento del sur o cambio de tiempo (aquí como en todo, el viento, eterno aliado luciferino) y siempre después de las 12 de la noche. En su primera etapa es como un burrito pequeño, que a veces suele venir alado "en la punta del viento". El almamula grita. Y este grito eriza la piel y pone miedo en el alma de quien la escucha, pues su grito resume la desesperación y la locura. Quien desea salvarla debe preparar un cuchillo y esperarla (cuchillo porque es de acero, y además tiene cruz entre el cabo y la hoja). Dicen que ella sabe cuando alguien la espera para herirla, y grita aún más fuerte para atemorizar a su salvador, y a la vez poner a prueba su valentía. Si el hombre (siempre ha de ser un hombre, porque el hombre "tiene cruz") no muestra signos de miedo y se le acerca resuelto, ella baja la cabecita y se queda quieta para que la corten. Es como un ritual, se necesita que derrame sangre para lograr su purificación, su absolución.

En cambio el almamula vieja (también llamada "condenada") es mala, agresiva y goza haciendo daño. Una característica que la distingue de la anterior es que echa fuego por la boca, y que de ella penden gruesas cadenas que va arrastrando. Además su parte trasera es hueca. Dicen en el campo que su instinto animal se manifiesta ante las majadas: ataca a los indefensos corderos o cabritos y los mata, comiéndole únicamente las vísceras y absorbiendo toda su sangre.

Al almamula condenada no se la puede redimir. Si alguien la hiere, aunque sea levemente, la mujer enferma y muere, sin que la ciencia pueda hacer nada para salvarla.

Duendes

Los changuitos que no quieren dormir la siesta y prefieren salir a hondiar o a cazar pajaritos, pueden encontrarse con el Duende, que algunas veces llega a ser violento.

En una sobremesa familiar, uno de mis parientes contó que lo vio. Como trabajaba en una zona montuosa, con sus compañeros decidieron ir a cazar y al adentrarse en la espesura lo encontraron. Era como un ser humano pequeño, pero no enano. Estaba en la horqueta de un árbol, con un gran libro en la mano y su mirada era burlona. Llevaba puesto un sombrero aludo. El grupo de Vialidad tuvo miedo y al instante los obreros se alejaron. Luego, al darse cuenta de su infundada cobardía, volvieron a buscarlo. Pero no lo encontraron.

Una amiga entrañable me contó sobre el duende que "vivía" en el antiguo local de la escuela de Música. Los que llegaban temprano siempre lo veían. El duende merodeaba los pasillos y era uno conocido habitué de los ordenanzas. Era pequeño, pero fornido. 

En otros hogares circulan anécdotas sobre duendes que vivían en los frondosos algarrobos del patio familiar. Pero al talar el árbol, ellos desaparecían. Como elementales de la tierra, no pueden subsistir al carecer de su hábitat natural.

Pero también nos enteramos de que su presencia genera olores determinados, que no son desagradables. Al contrario. Algunas personas los pueden sentir, pero la mayoría, no.  

     

  

Salamanca

Súpay y sus adeptos viven en la Salamanca. Esta es una cueva que está en la espesura del monte, allí donde se pierde la orientación y el monte parece igual en todos los sentidos. Tiene una entrada secreta, semioculta entre las breñas y guardada por feroces animales.

Imbuida de viejas supersticiones, a las que se le puede rastrear un origen europeo, la leyenda dice que a la cueva de la Salamanca van quienes quieren hacer un pacto con el Diablo. Pero Súpay solo acepta a los más fuertes y corajudos, y es por eso que les impone a los iniciados una serie de pruebas. En ellas probarán su apostasía (deben escupir a Cristo y cachetear a la Virgen), su coraje (no deberán sentir miedo mientras dure la iniciación) y su habilidad y destreza física. Si el aprendiz de brujo logra superar todas estas pruebas, recién podrá conocer los secretos de la magia negra y por ende tendrá poder y riqueza, o si lo desea -y sólo si se animan- destreza en la interpretación musical.

En la Salamanca se vive un eterno jolgorio. Las brujas y los brujos se regodean allí en lujurioso frenesí. Allí se canta, se baila y se encuentra toda clase de placer. Un lugar plagado de víboras, arañas y sapos y donde la música es un constante acorde sin fin. Esto último es lo que cuenta Gerchunoff en su libro "Fábulas del antiguo Tucumán", limpiándola de toda mancha de miedo o terror de la versión aborigen-hispana.

Al analizar esta leyenda y de acuerdo con la tesis de origen Junguiano de la Dra. Teresita Faro de Castaño, veremos que sus orígenes son antiguos mitos universales: el de la cueva, el laberinto, el del centro. En ella se da la eterna lucha del héroe por lograr su finalidad, aún cuando puede perecer en el camino. Llegar al centro del laberinto tiene su premio: la sabiduría y el poder eterno. Pero el camino no es fácil, está plagado de acechanzas. Y ese centro mítico tiene dos versiones: puede ser la Salamanca, donde lo esperará el Diablo, o puede ser el Paraíso, morada celeste de Dios.

Tema recurrente en la literatura regional

La revista Indoamérica de la Unse tiene un número especial dedicado la Salamanca. En ella aborda esta creencia ancestral en el noroeste argentino y brinda relatos de quienes de alguna manera tuvieron experiencias ligadas a esta práctica. Específicamente en localidades de los departamentos Atamisqui, Silípica y Capital en la zona del río Dulce, y de otros departamentos en la región del Salado, como Figueroa y Moreno.

El escritor Julio Carreras inmortalizó este mito en su cuento "Negro mano chuza". El protagonista dice, mostrando el muñón, "con esta manito le' i pegao a la Virgen". Por otro lado, Juan Manuel Aragón, en tono jovial y un tanto humorístico, escribió el relato "Yo lo llevé a Peteco a la Salamanca". Cuando le preguntan dónde estaba la Salamanca, la protagonista informa: "¿Ha visto el Iosep?, bueno, la Dirección General de la Salamanca funcionaba a la vuelta, en una casa que por fuera no parecía nada". Y lo decía con fundamento, ya que en el año 89 "el gobernador César Eusebio Iturre me designó portera de la Salamanca, categoría 12, adscripta a la Dirección de Cultura de la Provincia..."

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