Por Belén Cianferoni.
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Estamos en julio, un mes maravilloso si los hay. Los santiagueños disfrutamos de ferias, música, comida, artesanía, arte, y mucho más, todo con mayúsculas. Es un mes que nos permite reconectarnos, hacer externo lo interno y realizar cualquier actividad que nos permita conectar con nuestro mundo emocional, nuestra familia, nuestras raíces.
Es hora de disfrutar y que la Nación del Sol, Santiago del Estero, salga a conocer el frío y sus ventajas. Es un mes introspectivo y, a la vez, extrovertido. Se nos demanda mucho, pero estamos a la altura de las circunstancias.
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El arte sale a la calle; podemos ver artistas por todas partes: actores, actrices, bailarines en avenidas, plazas e incluso en el mercado. Recuperan un lugar que siempre les perteneció. El arte tiene una presencia importante en el mercado, y Santiago del Estero tiene la mejor manera de hacer física, una idea muy abstracta. Santiago cuenta con muchas industrias, pero también con una industria cultural muy pujante que impulsa la economía.
Eso nos lleva a preguntarnos, a todos los artistas, cuál es la imagen que está disponible en el imaginario sobre mi arte. ¿Qué ven cuando ven a un escritor?
Las imágenes que vemos de poetas, o las que tenemos en nuestra mente, casi siempre son las mismas. Un hombre con el pelo hacia atrás al estilo británico, con patillas, un personaje de Bridgerton, escribiendo con una pluma en la mano y haciendo una pausa para tomar una copa de vino en un vaso de cristal mientras mira por la ventana en busca de una musa que le regale un segundo de inspiración. Todo junto, casi sin pausa para respirar. El escritor quitando la respiración, qué raro.
Todo muy antiguo, lleno de polvo y humedad. ¿Eso es un poeta? ¿Es eso lo que deberíamos ser y hacer? Ni siquiera tengo copas de cristal en casa; apenas tengo un vaso de los que dan con las promociones de gaseosas. La inspiración a menudo no llega, y el plazo de entrega te sopla en la nuca. Tic, tac, tic, tac.
He investigado por ustedes, mis queridos y cultos lectores, acerca de la imagen del autor. ¿Qué tan distante está esa imagen de la persona que está batallando con el teclado? El género puede ser cualquiera. No soy británica; ya no tengo patillas porque me las depilé, y casi siempre lucho con la noción de inspiración. Un día pienso qué hermoso sería escribir poemas de romance donde el dolor sea perfecto y donde el corazón triunfe sobre la malicia pero no es así, o al menos ya lo leí. Si quiero vivir ese amor en un texto, visito las maravillosas páginas de "La tía Julia y el escribidor" o "Como agua para chocolate", entre tantas obras de arte maravillosamente narradas.
¿Qué soy? Soy una mujer latinoamericana, de una de las provincias más antiguas de Argentina, fruto del mestizaje de las migraciones y del diálogo constante con otros idiomas y lenguajes. Soy una mujer que creció viendo cómo, mediante el ingenio y la constancia, se crean nuevos mundos. Así que ahora que me defino, puedo buscar qué se imaginan de una escritora con mis características.
¿Cuál es la imagen que aparece cuando busco en la web escritoras latinoamericanas? Mujeres con narices interesantes, de buen olfato, que miran a la cámara, despeinadas, sonriendo con ojeras pero desafiando al cansancio. Todas tienen la misma mirada burlona e inquietante, de quien sabe algo: un crimen, un secreto, una pasión, pero están dejando que todo evolucione para poder hablar. Hay un secreto en la mirada del autor, un secreto que se revela al final de cada texto y en cada nueva página que nace. No es una pose; es una conducta en un velorio, y como bien dijo Cortázar: "No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía."
Los autores estamos aquí para escribir cuando estalla la manera más brutal de ignorar la vida, y decir: recuerda que vives, recuerda que esto también es posible.
Que sean muy felices y disfruten de la Feria una obra de arte viva.