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De Marina Aragunde a Sofía Herrera: los casos más resonantes de los 100 chicos perdidos en la Argentina

De diferentes puntos del país, en distintas circunstancias y contextos: al menos cuatro niños y adolescentes se pierden por día y aunque muchos son rápidamente encontrados, todavía hay un centenar de búsquedas que se mantienen activas.

24/06/2024 01:19 País
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Los casos como los de Sofía Herrera y Guadalupe Lucero conmovieron a todo el país y sus búsquedas siguen siendo preocupación a nivel nacional. Las nenas desaparecieron sin dejar rastros y nunca más se supo de ellas. A partir de entonces se desplegaron operativos en diferentes puntos del territorio nacional, pero con resultados negativos.

En la actualidad, el caso de Loan Danilo Pena, el nene que desapareció en Corrientes el 13 de junio, generó un gran impacto en la sociedad. El chiquito, de acuerdo a los primeros testimonios, fue a buscar naranjas con sus primos y desde aquel momento su paradero es un misterio. Sus padres, desesperados, sostienen que los detenidos son responsables o que al menos saben qué sucedió con él. Sin embargo, hasta el momento no hay pistas y con el pasar de los días todo empeora.

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Desafortunadamente, la realidad que viven los familiares de Sofía, Guadalupe y Loan también la padecen alrededor de 100 familias en todo el país, debido a que hay más de un centenar de chicos perdidos cuya búsqueda se mantiene activa.

Si bien los casos más resonantes son los que llevan más tiempo, los cuales su investigación no arrojó nunca indicios acerca de dónde podrían estar, lo cierto es que constantemente se registran alertas por la pérdida de menores. "Hay cuatro denuncias diarias, todos los días se pierden chicos", explicó Ana Rosa Llobet, presidenta de la ONG Missing Children Argentina a TN. Este número se eleva a 1460 al año, pero, según explicó, más del 95% son encontrados.

Con respecto a los más de 100 chicos perdidos que todavía se siguen buscando, alrededor de 70 son menores aún y casi 40 ya superaron la mayoría de edad. Es decir, muchos desaparecieron cuando eran chicos, pero hoy ya tienen más de 18 años.

"De algunos han pasado hasta 20 años, seguimos publicando la foto a pesar de que desaparecieron antes de la creación de Missing Children, en 1999, como es el caso de Marina Fernanda Aragunde, quien se perdió en 1995 con 4 años y nunca más apareció", precisó Llobet.

Si bien se destaca que hay un gran porcentaje de nenes y adolescentes que vuelven con sus familias, hay otros a los que "parece que se los tragó la tierra". "De ellos no hubo forma de encontrar datos que permitieran ubicarlos", lamentó.

Por otra parte, la titular de Missing Children Argentina explicó que en la mayoría de los casos son mujeres las que desaparecen con una particularidad: hasta hace poco tiempo el promedio era de entre 16 y 17 años, pero hoy esa cifra descendió y se encuentra entre los 12 y los 13 años.

"Hay algunos que se pelean con la familia y se van, pero regresan, y hay otros chiquitos que desaparecieron por secuestros parentales, que se los llevaron la mamá o el papá, los sacaron del país y desde entonces no se sabe nada de ellos", explicó y aclaró que el hecho de que esté con alguno de sus progenitores "no cambia la búsqueda". "Deben ser encontrados y protegidos de la mejor manera a través de los organismos", remarcó.

También hay casos de nenes que salieron a la vereda de sus casas a jugar con sus amigos y desaparecieron sin dejar rastros, otros de los que en algún momento hubo un indicio, pero que con el correr de la investigación se cayó. Muchas dudas y casi ninguna certeza.

Rastrillajes exhaustivos con perros y todo tipo de equipamiento especializado. Inclusive, con el avance de la ciencia, se incorporó la foto de progresión, que combina Inteligencia Artificial con la última imagen previa a la desaparición, la cual se realiza en casos donde pasó un tiempo considerable en el que el cambio físico sea importante de remarcar. Nada fue suficiente para dar con ellos.

Los casos más resonantes de la Argentina

De las desapariciones que generaron más conmoción en el país en los últimos años, algunos se convirtieron en grandes casos mediáticos.

Sofía Herrera desapareció el 28 de septiembre de 2008 en un camping de Río Grande, Tierra del Fuego, con tan solo tres años. Hasta allí había llegado acompañada junto a sus padres y una familia amiga. Cuando salió con su papá y otros chicos a buscar ramas para hacer fuego, de un momento a otro, todos la perdieron de vista. No hubo ningún sonido, ningún ruido, ni ninguna maniobra extraña que llamara la atención.

Desde entonces, su búsqueda no se detiene. En agosto del 2017 el juez que llevaba adelante la investigación, Eduardo López, dejó su puesto y en su lugar ingresó Daniel Césari Hernández, quien se dedicó un año entero a leer de cero las 13.000 fojas de la causa.

El magistrado, pidió la captura de Dagoberto Díaz, quien se cree que pudo haberse llevado a la niña del camping el día en que desapareció. Además, solicitó que declararan oficialmente algunos policías y varias personas que participaron de la búsqueda durante las primeras horas, lo que arrojó nuevas informaciones que derivaron en rastrillajes que finalmente dieron negativo.

Sin embargo, nunca más pudieron dar con Díaz, y si bien durante estos años hubo muchas chicas parecidas a Sofía y análisis de ADN mediante, nunca se la encontró.

Este 14 de junio se cumplieron tres años de la última vez que vieron a Guadalupe Lucero en San Luis. La nena desapareció cuando estaba jugando en la puerta de la casa de su tía en el barrio 544 viviendas. Al principio de la investigación, la madre sostuvo que la Justicia siempre centró las sospechas en el entorno de la pequeña. Pese a ello, no descartó que algún conocido pueda estar involucrado en el caso. Desde que la nena se perdió, se realizaron más de 400 rastrillajes, declararon 600 testigos y hubo cientos de allanamientos. Todo esto fue durante el tiempo que la investigación estuvo en manos de la Justicia provincial.

Pero ante los reclamos de la familia, la causa pasó al fuero Federal porque, además, temen que detrás haya una red de trata de niños. Pasaron tres años y aún no hay rastros de la pequeña.

Desde el 21 de diciembre de 2015 la familia de Maxi Sosa no sabe nada de él. El nene que entonces tenía 3 años desapareció en la ciudad de Ceres, en el límite de la provincia de Santa Fe con Santiago del Estero, cuando estaba jugando en la vereda con sus vecinos.

En un principio se creyó que el chiquito había caído en un cava cercana a la casa familiar, pero los rastrillajes no dieron resultados.

A Maxi lo buscaron por todos lados, pero era como si la tierra se lo hubiese tragado. Sin embargo, el caso dio un giro completamente inesperado un año más tarde, cuando cobró fuerza la hipótesis de que el chico hubiera sido entregado o vendido a una red de trata y su abuela y la pareja en ese momento de la mujer, Ariel Malagueño, quedaron detenidos e imputados por sustracción de menor de edad y falsa denuncia.

Patricia Sayago estuvo presa cuatro años y siete meses hasta que, en febrero de 2021, la Justicia entendió que no había elementos para sostener la acusación y la absolvió. "Estuve privada de mi libertad injustamente, porque se investigó mal", afirmó el año pasado en diálogo con TN, y subrayó: "Yo estoy como el primer día que me faltó mi nieto, muerta en vida".

En el medio de toda la incertidumbre e investigaciones que dejaron más dudas, Maxi sigue sin aparecer.

El caso de Brisa Aylén Pereyra es uno de los más aberrantes. La nena tenía cinco años cuando el 21 de julio de 2015 su papá la dejó sola en la calle a unos 60 metros de la casa de su expareja en el barrio Zavaleta para no tener que cruzarse con ella. Desde ese momento, nadie más la vio.

Pero del caso lo que más impacto generó fue que recién después de más de un mes sus padres advirtieron el peor de los escenarios. El 31 de agosto, Víctor y Paola, los papás de la nena, se cruzaron de casualidad en la calle y en una terrible conversación se dieron cuenta que Brisa no estaba con ninguno de ellos dos.

 "¿Dónde está Brisa?", le preguntó Víctor a su ex. Y Paola le respondió: "No sé, si te la dejé en tu casa el primer martes de vacaciones de invierno". Él aseguró que había visto a Brisa entrar desde la esquina a la casa de Paola; ella aseguraba que la nena nunca ingresó. Así comenzó a la investigación que al día de hoy, después de nueve años, no arrojó ninguna respuesta.

Sin más novedades, la familia de la menor perdió contacto con la justicia y el fiscal Marcelo Munilla Lacasa, quien lleva adelante el caso, confirmó que solo es buscada por la fiscalía.

Marina Fernanda Aragunde es el caso más antiguo que Missing Children tiene en búsqueda. El 1° de febrero de 1995, cuando con apenas cuatro recién cumplidos salió a jugar al jardín de su casa en Marcos Paz y desapareció.

Para su búsqueda se desplegó un impresionante operativo que incluyó más de 500 efectivos de la Policía bonaerense, con perros, buzos tácticos, personal de Infantería y hasta con helicópteros. Durante meses rastrillaron la zona y el operativo se extendió también a nueve partidos aledaños, pero después de 29 años la investigación casi no avanzó y la nena nunca más apareció.

Sin embargo, el caso tuvo un giro sorprendente en 2019, cuando una mujer, que se identificó como Valeria Ziggiotto, se comunicó por Facebook con Marina Aragunde, la mamá de la nena desaparecida, y le aseguró que era su hija perdida.

Todos hablaban de un milagro, pero luego de dos pruebas de ADN el resultado fue negativo. A pesar de ello, la madre de la nena perdida cree que esa persona podría ser la única pista firme para acercarse a la verdad. "Los detalles que ella me dio sobre mi hija no los sabe absolutamente nadie", señaló en diálogo con TN y enfatizó: "A Valeria la mandaron, y la persona que la mandó sabe dónde está Marina".

A 29 años de su desaparición, su paradero sigue siendo una incógnita.

Bruno Gentiletti tenía 8 años cuando fue visto por última vez el 2 de marzo de 1997 en el balneario La Florida de la ciudad de Rosario, a donde había ido a pasar unos días con su familia.

De acuerdo al relato de los hermanos menores del pequeño, después de estar un rato en la orilla los tres se fueron a un sector donde había juegos, opuesto al río. Franco y Gisela eligieron las camas elásticas y Bruno al tobogán de agua. Es allí donde se le perdió definitivamente el rastro.

El nene no se metía al agua, ni siquiera se bañaba si no tenía puestos los tapones por problemas en los oídos. Es por eso que su mamá repetía segura que su hijo no había entrado al río cuando media hora después advirtieron que no estaba en ningún lado y empezó la desesperada búsqueda.

La investigación se inició tarde y si había alguna pista que ayude a dar con el chiquito, ya estaba perdida. Años después hubo un cambio de carátula: pasó de búsqueda de paradero a desaparición, delito que no prescribe, lo que permitió pequeños avances, aunque hasta ahora nada ayudó a encontrarlo.

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