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LAS INVASIONES BRITÁNICAS (Primera Parte)

Por Eduardo Lazzari | Historiador.

23/06/2024 06:00 Viceversa
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LAS INVASIONES BRITÁNICAS (Primera Parte) LAS INVASIONES BRITÁNICAS (Primera Parte)

   El relato de la historia argentina anterior a los acontecimientos de la Revolución de Mayo suele borronearse en la bruma de la historia española en nuestro territorio nacional como algo desprendido de los hechos posteriores. Pero es dado pensar que sin las invasiones inglesas de 1806 y 1807 el proceso de la independencia argentina se hubiera producido de otra manera y el sentimiento de nacionalidad existente entre 1810 y 1816 no habría estado tan a flor de piel, y probablemente no se hubiera galvanizado la extrema decisión de los hombres de Mayo y de Julio para llevar adelante la guerra con tanto ahínco y valentía.

   El mes de junio de 1806 fue central durante el intento invasor que fracasaría dos veces y que para los británicos constituye la peor derrota militar del siglo XIX. Por eso hoy comenzaremos a recorrer esos tiempos de la historia, y profundizar en la biografía de alguno de los protagonistas más importantes: el almirante británico Popham y el virrey porteño Sobremonte.

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¿Inglesas o británicas?

      El ataque de la flota del comodoro Home Popham, con las tropas embarcadas al mando del coronel William Beresford al río de la Plata a mediados de 1806 es denominado generalmente como la primera invasión inglesa. Sin embargo, lo correcto es hablar de una invasión británica, ya que el Reino Unido de Gran Bretaña surge el año 1707 por la unificación de Inglaterra, Gales y Escocia, que se agranda en 1800 con la firma del Acta de Unión que incorpora a Irlanda bajo el trono de Jorge III, reinante en los tiempos de la agresión al río de la Plata. Además, no sólo participaron tropas inglesas, sino también escocesas e irlandesas.

   Para entender cabalmente lo ocurrido en Buenos Aires, capital del virreinato del Río de la Plata, es necesario enmarcar los hechos en el estado de guerra entre España y Gran Bretaña desde 1804. El rey Carlos IV aparecía como neutral en la disputa por la hegemonía europea entre Francia y los británicos pero simpatizaba con los galos, ya superado el trauma de la revolución que había acabado con la vida de sus parientes Borbones franceses, ejecutados en 1793 en los inicios del reinado del español. El 5 de octubre de 1804 una flota británica atacó sin declaración de guerra en Cabo de Santa María, frente al Portugal, a una escuadra española venciéndola.

   Es un dato de interés para los argentinos que allí hayan sido capturados don Diego de Alvear y su hijo Carlos, muriendo trágicamente el resto de su familia, en un hecho que causó 270 muertos. Más adelante, el 22 de julio de 1805 frente al cabo Finesterre, en Galicia, la flota aliada hispano - francesa fue derrotada por la escuadra británica, impidiendo su navegación hasta el canal de la Mancha para apoyar el cruce del ejército al mando de Napoléon, acampado en Boulogne Sur Mer, donde 45 años después moriría San Martín. Eran los inicios de las guerras napoleónicas, que durarían una década. Finalmente, el 5 de octubre de 1805, frente al cabo de Trafalgar, en las cercanías de Cádiz, los buques al mando del almirante Horace Nelson lograron el dominio de los mares al derrotar categóricamente a sus enemigos aliados, hegemonía que mantendrían por más de un siglo. 

Home Riggs Popham, el almirante invasor

   El gibraltareño Popham, nacido el 12 de octubre de 1762, fue un noble, político, diplomático, comerciante, investigador y militar británico de gran actuación a lo largo de más de cuatro décadas desde sus comienzos en la marina en 1778. Su bautismo de fuego se produce durante la guerra de la independencia estadounidense, y posteriormente es encomendado al África y a las Indias orientales, donde levanta cartografía, realiza descubrimientos geográficos y funda puertos. En 1788 se casa con Elizabeth Moffat Prince, con quien tiene seis hijos. Participa de las campañas contra los franceses en los Países Bajos y en Egipto. Fue el creador del código de señales a través de banderillas que adoptó la marina británica desde 1803, para el cual Popham escribe un diccionario de 6.000 frases y 30.000 palabras. Dejó para la historia libros en los que describe sus viajes, lamentablemente poco conocidos en nuestro país.

   En 1803 conoce a Francisco de Miranda, el precursor libertador venezolano, que lo interesa en las cuestiones de España en América. Popham presenta en 1804 un informe al primer ministro William Pitt para tomar la capital del virreinato del Río de la Plata, lo que descarta improvisación en la campaña que lideraría dos años después. Al ser designado comandante de la flota que tenía el encargo de desalojar la colonia holandesa del Cabo de Buena Esperanza en el sur africano, lleva a las tropas mandadas por el general David Baird, cumpliendo su cometido en enero de 1806. 

   Una vez logrado el objetivo, Popham le propone a Baird invadir Buenos Aires, y a pesar de no contar con la aprobación expresa de Londres, el militar acepta nombrar para ello al coronel William Carr Beresford. Levadas las anclas, la flota británica atravesó el Atlántico Sur llegando a principios de junio de 1806 al río de la Plata, mostrando su potencia naval frente a Montevideo, y cañoneando la ensenada de Barragán. Inmediatamente desembarcaron los regimientos invasores en Quilmes, para tomar control de Buenos Aires el 27 de junio con la rendición de la guarnición española. Ese día Beresford es nombrado gobernador de Buenos Aires, cargo que ocupará durante poco más de cuarenta días. 

  Luego de la derrota británica en manos de españoles y criollos comandados por el francés Santiago de Liniers el 12 de agosto, Popham regresó a Gran Bretaña, donde fue juzgado por una corte marcial, que lo absolvió de todas las acusaciones fundamentalmente por la popularidad que sus acciones le prodigaron a lo largo de toda su vida. Llega al grado de almirante siendo comandante de las Antillas entre 1817 y 1820, muriendo el 20 de septiembre de ese último año, al mismo tiempo que el rey Jorge III de Gran Bretaña, el monarca al que sirvió toda su vida.

Rafael de Sobremonte, el virrey de mala fama

   El 3° Marqués de Sobremonte, don Fernando Rafael, es un sevillano nacido el 27 de noviembre de 1745. A los trece años ingresa a la academia militar, siendo destinado a las Reales Guardias, para pasar a Cartagena de Indias en 1761. Tres años después es enviado a Ceuta, posesión hispana en el norte africano. En 1769 es trasladado a Puerto Rico. Se convierte en secretario del virreinato del Río de la Plata en 1779 bajo las órdenes de Juan José de Vértiz. Desde entonces muestra una gran capacidad como administrador, por lo que lo nombran 1° gobernador intendente de Córdoba del Tucumán en 1784, ya siendo coronel. En Buenos Aires se había casado en 1782 con Juana María de Larrazábal, con quien tendrá 14 hijos.

   Desde Córdoba lleva adelante una buena gestión durante trece años, durante los cuales reorganiza las fronteras con los indios, tanto en el sur como en la frontera del Chaco, logrando reunir 5.000 soldados y fundando varios fuertes y fortines; urbaniza varias ciudades y pueblos de la región proveyendo agua a través de acueductos; y encara la modernización de la Universidad que estaba prácticamente abandonada desde la expulsión de los jesuitas. En 1797 fue nombrado en el gabinete porteño de los virreyes. Queda como testimonio de su vida en la "Docta" su casona que es hoy el Museo Provincial "Sobremonte".

   El virrey Joaquín del Pino muere en 1804, dejando testada su voluntad de que Sobremonte lo sucediera. Sin embargo, el rey Carlos IV nombra al marqués de Abascal, resistido por la Real Audiencia porteña, que insiste con el sevillano. Finalmente el monarca accede a nombrarlo como 9° virrey del Río de la Plata el 6 de octubre, destinando a Abascal al Perú. La gestión de Sobremonte es perturbada seriamente por el inicio de la guerra contra Gran Bretaña, que obliga al virrey a convocar una Junta de Guerra el 2 de abril de 1805. Queda en evidencia el escaso poder militar del virreinato ante la posibilidad de un ataque de la "Rubia Albión".

   Cuando los británicos desembarcan en Quilmes, el virrey es sorprendido mientras asistía a una función teatral que quedó inconclusa. Se estrenaba "El sí de las niñas" de Leandro Fernández de Moratín. Sobremonte abandona su palco con premura y toma decisiones que aún hoy se discuten. Decide enviar los caudales reales a Córdoba, yendo él mismo en custodia. El abandono de la capital no le será perdonado y Buenos Aires cayó en manos enemigas el 27 de junio. El tesoro real fue incautado por los invasores en Luján y hoy forman parte de las colecciones de la corona británica depositados en la Torre de Londres. Sobremonte llega a Córdoba el 14 de julio y la declara capital provisional del virreinato.

   Luego de la reconquista de Buenos Aires por Santiago de Liniers, Sobremonte intenta regresar para retomar el poder, pero es detenido y recluido en el convento de los betlemitas, hoy iglesia de San Pedro Telmo. Un cabildo abierto celebrado el 14 de enero de 1807 le quita todo mando político y militar, siendo la primera expresión revolucionaria en el río de la Plata, ya que no tenía el cabildo potestad para destituir a un virrey, enviado directo del monarca. En 1809 lo juzgaron en Cádiz, y el proceso duró cuatro años. En 1813 fue absuelto y luego llegó a ser mariscal de campo. El restituido Fernando VII lo nombró en el Consejo de Indias al año siguiente. Vivió desde entonces en Cádiz, donde se casa en segundas nupcias con María Teresa Millán, sobrina política de otro virrey del Plata, Baltazar Hidalgo de Cisneros, y muere el 14 de enero de 1827. 

   A pesar de las polémicas, los cordobeses no lo olvidan como el buen gobernador que fue: es homenajeado por una plaza en la ciudad, un departamento provincial con su nombre, y en el Panteón Real de los Marinos Ilustres de España en, en Cádiz, una lápida lo recuerda frente a la tumba de su sucesor y adversario Liniers, lo que no deja de ser una gran paradoja.

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