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EL LIBERAL . Santiago

El magnicidio de Pedro Eugenio Aramburu (segunda parte)

Por Eduardo Lazzari, historiador.

Eduardo Lazzari historiador

Eduardo Lazzari, historiador.

09/06/2024 06:00 Santiago
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El magnicidio de Pedro Eugenio Aramburu (segunda parte) El magnicidio de Pedro Eugenio Aramburu (segunda parte)

El fin de los años '60 fue revoltoso en todo el mundo. El mayo francés, donde parecía posible llevar adelante todas las utopías; la consolidación de la revolución cubana y su promoción de las organizaciones guerrilleras en América del Sur; la llegada del hombre a la Luna en la carrera apasionante de la tecnología, las consecuencias globales del Concilio Vaticano II de la Iglesia Católica; hechos todos que parecían constituir la conformación de un nuevo mundo en el que la Argentina encontraba trabada su situación política por la irrupción de los golpes militares y la proscripción del peronismo. Sin embargo, las derivas de la historia llevaron al país a vivir en la década siguiente los tiempos más violentos del siglo XX. Pocos se atrevían a pensar en que la acción guerrillera iba a llegar a poner en duda el sostenimiento del estado liberal y sobre todo nadie imaginaba que la respuesta del Estado iba a ser tan implacable como lo fue. En ese escenario de 1969 la figura de Pedro Eugenio Aramburu había recuperado visibilidad y era visto, sobre todo por algunos sectores civiles y militares muy refractarios a un acuerdo con el peronismo, como la alternativa al decadente gobierno del general Juan Carlos Onganía, que no había podido digerir el impacto del "Cordobazo", la movilización sindical con apoyo estudiantil y clerical que había sacudido al país el 29 de mayo, justamente en el día del Ejército Argentino.

El inicio de la década del '70

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El presidente de facto Onganía, que había iniciado cuatro años antes su gobierno prometiendo objetivos y no plazos, y que preguntado por un periodista habló de 20 años al frente del Estado, en una clara reminiscencia del largo tiempo del gobierno de Francisco Franco como mandamás de España, mostraba signos de agotamiento político sin haber logrado la estabilización y crecimiento de la economía, sin haber calmado el conflicto social y sin establecer una estrategia política para su supervivencia y el condicionamiento de una posible salida electoral. El único triunfo que tenía para mostrar Onganía era la notable reducción de la inflación a un dígito (6,9% en todo el año 1969), algo no alcanzado por las políticas económicas nacionales desde 1947. Ante dichas circunstancias, algunos sectores militares, sobre todo el

encabezado por el comandante en jefe del Ejército, general Alejandro Agustín Lanusse, comenzaron a pensar en una alternativa para el caso de un descalabro político mayor. Por su lado Aramburu,en una actitud impensada, comenzó a relacionarse con algunos dirigentes peronistas dispuesto a negociar con Juan Perón, exiliado por entonces en Madrid, una salida institucional que podría tenerlo a él mismo como protagonista. Pero nadie estaba en condiciones de pensar en la aceleración de la crisis que provocaron unos jóvenes que se entrenaban para dar un golpe que iba a conmover a toda la sociedad argentina.

El secuestro en su casa de la calle Montevideo

El 29 de mayo era un día evocativo, por un lado el Día del Ejército y por el otro el primer aniversario del "Cordobazo", lo que hacía presumir algún episodio en las calles de todo el país. Sin embargo, en el domicilio del ex presidente Aramburu no había ninguna custodia especial y la vida transcurría normalmente. Era un viernes y por la mañana sonó el timbre en el departamento del octavo piso de Montevideo 1053, residencia del matrimonio Aramburu.

Vale destacar que en aquellos años las puertas de calle de los edificios de departamentos permanecían abiertas desde la mañana temprano hasta el anochecer, a tal punto que los porteros eléctricos eran una curiosidad poco vista. Minutos antes, un Peugeot 504 se detuvo frente a la casa con cuatro ocupantes, tres de los cuales estaban vestidos como militares. El

conductor saludó al encargado del edificio al que se dirigieron dos de ellos, y el auto avanzó varios metros hasta estacionar en un garaje. El tercer "militar" se quedó en la vereda esperando a sus colegas, aunque luego accedió al edificio para hacer de "campana" en el pasillo, era Ignacio Vélez Carreras. 

Abrió la puerta doña Sara Herrera, la esposa de Aramburu, quien gentilmente hizo pasar a los dos "militares" más allá de la extrañeza que le causó que éstos solicitaran entrevistarse con su marido sin haberlo concertado antes, y los invitó a pasar a la sala de estar, para luego ir a los aposentos a avisarle a Aramburu que lo estaban esperando. Luego preparó tres tazas de café para agasajar a los visitantes y partió a hacer las compras sin sospechar que esa iba a ser la última vez que vería con vida a don Pedro Eugenio.

Al regresar a su casa, Herrera de Aramburu notó que no estaban ni su esposo ni los "militares", y sobre todo le llamó la atención que los cafés estuvieran intactos. Según el relato posterior que hiciera la organización "Montoneros", hasta ese momento totalmente desconocida, los visitantes eran los miembros de la conducción guerrillera Fernando Abal Medina, a quien se atribuyó un maquillaje "envejecedor" para sus 23 años, y Emilio Maza, quienes conminaron a Aramburu una vez que estuvieron solos con él: "Mi general: usted viene con nosotros". En la planta baja, los tres secuestradores y el secuestrado, salieron a la calle y se dirigieron hasta el garaje y se subieron al auto que los esperaba. Allí toma relevancia un segundo vehículo que había quedado haciendo guardia estacionado frente a Montevideo 1053, sobre la vereda del Colegio Champagnat. Era conducido por Carlos Capuano, al que se subieron dos supuestos transeúntes con vestimenta, uno de ellos religiosa y el otro de policía. Eran Carlos Maguid y Mario Firmenich. La primera advertencia de que algo extraño estaba pasando fue el hecho de que Aramburu no saludara como era su costumbre al encargado del garaje y a la empleada de una tienda. Eran las 9 de la mañana de un día que cambió la Argentina para siempre. Allí el relato histórico debe sumergirse en las sombras, ya que las versiones de los protagonistas y de los posteriores investigadores divergen en cuanto a lo ocurrido con los dos vehículos. Lo que queda claro es que los guerrilleros logran salir de la capital federal sin ningún tipo de inconveniente. En la declaración que realizara en la causa judicial sobre el secuestro y asesinato de su marido, Sara Herrera afirmó sin dudas que se trataba de militares quienes habían entrado en su casa. Ante la repregunta sobre por qué estaba

tan segura, contestó con firmeza: "Estoy casada con un militar desde hace casi cuarenta años, he vivido en cuarteles rodeada de militares: sé reconocer quién es militar y quién no": este fue el primer detalle que sembró dudas sobre el

relato posterior que Montoneros iba a hacer público cuatro años después.

El accionar de las autoridades militares

Inmediatamente, doña Sara una vez que advierte lo anormal de la situación, intenta llamar por teléfono ya que su marido se había ido sin avisar a donde iba ni a qué hora iba a regresar, algo que nunca había ocurrido. En ese momento recordó que el teléfono no funcionaba y comenzó a preguntar a los vecinos si sabían algo.

Fue cuando tomó conciencia de que algo grave y trágico estaba comenzando, y junto a sus parientes y amigos más cercanos trató de hacerse cargo de la situación. Informados el Ejército, la Policía Federal y algunos contactos en el gobierno nacional, la primera sorpresa que ha despertado sospechas a lo largo de medio siglo es el hecho de la demora en dar un alerta, que recién se emitió a la una menos cuarto de la tarde. Es llamativo que esecomunicado interno de la seguridad del Estado confundiera el Peugeot 504 como un auto "oscuro", lo que se rectificó recién seis horas después del secuestro. Paralelamente a estas gestiones de la familia y de los amigos de Aramburu, ya los medios de comunicación daban por cierto el secuestro, convirtiéndose en la noticia del día a partir del mediodía.

No puede obviarse que la actuación de las autoridades no estuvo a la altura de las circunstancias, y sobre todo las sospechas cayeron sobre el ministro del Interior de Onganía, el general Francisco Imaz, a quien se atribuyeron encuentros anteriores con alguno de los secuestradores, que no pudieron nunca probarse. Para el hijo de Aramburu, es clara la connivencia de algunos sectores enfrentados con su padre en términos políticos, ya que esa nueva organización que había salido a la luz con un operativo tan prolijo y eficaz resulta algo insólito en noveles e inexpertos como lo eran quienes secuestraron a Aramburu. Pedro Eugenio (h) siempre ha sostenido que a pesar de que la quinta familiar que poseían en General Pacheco había sufrido un atentado con bombas, el gobierno le había quitado para el tiempo del secuestro la módica custodia que tenía el general ex presidente, al contrario de lo que el gobierno hacía al mismo tiempo con el almirante Isaac Francisco Rojas, vicepresidente de Aramburu entre 1955 y 1958, quien contaba con custodia, chofer y auto oficial. A esto se suma el corte de la línea telefónica y la primera versión oficial que hablaba de un autosecuestro.

El auto en que secuestraron a Aramburu apareció horas después detrás de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en el barrio de Recoleta, a menos de tres kilómetros de la casa de Aramburu. Pudo comprobarse que el auto era de color claro. Evidentemente el plan hacía sido organizado por muchas personas que mostraron un gran "profesionalismo" a pesar de ser

el primer operativo que realizaban para dar a conocer a la organización guerrillera que habían fundado. En pocas horas iba a conocerse el primer comunicado de los secuestradores. La tragedia se iba consumando. Pero esos episodios los relataremos el próximo domingo en estas páginas de El Liberal , si Dios quiere.

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