Por Belén Cianferoni
Crónica incongruente Crónica incongruente
Podría juntar las incongruencias de mi vida y armar una montañita que cubra toda la ciudad de Añatuya. Reconozco estas incongruencias, sé que es algo en lo que debo trabajar. Pero estoy buscando aceptar incluso mis pequeños defectos.
En el asado, por ejemplo, adoro la carne bien cocida y evito la carne jugosa, pero amo el kippi con toda mi alma siria. Son solo detalles que los demás pueden observar y quizás recriminar. Veo tutoriales de pintura y peluquería con una esperanza completamente inocente, sabiendo que este color negro no va a desaparecer con nada. Conozco la teoría de teñirse el pelo, pero la práctica... Ay, ay, ay.
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Intento ahorrar, pero termino gastando dinero inútilmente en programas de educación financiera y aplicaciones de ahorro. ¿Es esto crecer? ¿Reconocer todas nuestras incompetencias como humanos y ser completamente inútiles o ineficaces para solucionarlas?
Me siento atrapada en un futuro que no existe y en un pasado que no fue tan terrible como lo imaginé. Todo parece abrumador, me asusta, pero al menos, el calor aún no ha llegado a derretir mi miedo en el pavimento. Todavía es otoño en Santiago del Estero.