Por Dr. Carlos I. Scaglione.
AYUDAR DE VERDAD EN EL FINAL DE LA VIDA AYUDAR DE VERDAD EN EL FINAL DE LA VIDA
Todos absolutamente todos estaremos en algún momento de nuestras vidas frente a un familiar, a un ser querido, un amigo, un compañero, con quien dispensamos afectos, cariño, cercanía, empatía y que la biología de la vida determina un final próximo. Y aparece el dilema, como proceder, como conducirse, cómo comportarnos, como ser auténticos de verdad, sin actuar, con sensibilidad, con apego, con simpatía a ese ser que nos necesita como apoyo.
Reflexionar sobre la muerte, en general, es un tema difícil, que pocos abordan, es algo que todo el mundo quisiéramos evitar, más cuando hemos perdido a seres queridos. Por otro lado, nuestra sociedad no nos enseña a tratar el tema con naturalidad, sino con rechazo, asombro, nostalgia, miedo, incertidumbre, por ello se vuelve complejo y menos se habla o pocos hablan del tema, y muchos, cuando se tiene contacto con un ser que ha fallecido, no quieren volver a verlo, prefieren "imaginarlo como era" dicen, pero, sigue siendo, pero en otro estado.
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Analizar el tema y su significado emocional, lingüístico y social o cultural de nuestra realidad cosmopolita, ya que en la cultura de los pueblos nativos tiene otras acepciones. Considerar la muerte, pero la muerte del otro, porque la nuestra no la viviremos.
¿Por qué son tan pocas las personas que tienen lo que se calificaría como una buena muerte? Y, antes aun: ¿qué es una buena muerte? ¿Qué forma de morir queremos para nosotros y para nuestros seres queridos? -escribe la doctora Iona Heath- que para muchos una buena muerte es aquella en la que el moribundo puede controlar el proceso y morir con dignidad y calma, y todos los que lo rodean se sienten privilegiados, en cierta forma enriquecidos por la situación". Sin embargo, esas muertes son poco comunes. Son muchos más los que son objeto de manoseo y falta de respeto, los que quedan sumidos en el sufrimiento.
Morir es difícil. También es difícil ser médico: presenciar cada día la agonía y tomar conciencia una y otra vez de los límites de la ciencia. Cuando el paciente terminal conoce a su médico, ambos inician una de las tareas más complejas que deberán afrontar. ¿Cómo dialogar con quien está por dejarnos? ¿Cómo acompañarlo sin reducirlo a objeto de un inútil ensañamiento terapéutico? ¿Cómo hacer más suave y digna la transición? A estas preguntas clave responde la autora de un libro tan inteligente como bello. Sus respuestas combinan la experiencia, la empatía y una gran pasión por la literatura. 'Ayudar a morir' es la descripción de un viaje en cuyo trayecto la palabra de poetas, escritores y pensadores echa luz sobre circunstancias de las vidas y las muertes de hombres y mujeres que siempre, de algún modo, son extraordinarias.
La muerte es una parte inevitable de la vida y prepararse para ella puede ser la mejor manera de completar nuestra existencia, si reducir el dolor es atontar la conciencia, prefiero el dolor. Al menos prefiero elegir yo misma entre el dolor y la conciencia" nos dice la autora. Más del 70 por ciento de los pacientes que mueren en hospitales europeos lo hace bajo el efecto de potentes calmantes, y el 55 por ciento muere con los tubos de alimentación puestos.
Hay una sensatez sobrehumana, casi angelical, en las palabras de la doctora. Su breve pero invalorable libro termina con un puñado de consejos para que los médicos recuperemos ese papel tradicional como compañeros-en-la-muerte, que abandonamos a veces a causa de los avances científicos y tecnológicos.
Siempre que sea posible, los pacientes deben morir en un lugar familiar y querido. No deben morir en soledad. Hay que comunicarse hasta el final con el moribundo, y no sólo de palabra sino también a través del contacto físico, mirándolo a los ojos, sosteniendo su mano. La muerte no se puede evitar. La muerte pone fin al miedo.
John Berger, en el mismo libro nos dice que los muertos nos ayudan a morir. Y lo dice de manera poética: "Los muertos rodean a los vivos. Y hay intercambios entre ambos, intercambios que nunca fueron claros y que, desde que el capitalismo deshumanizó a la sociedad, se han vuelto más difusos aún. Hoy pensamos en los muertos como los eliminados, con consecuencias desastrosas para los que estamos vivos". Él explica así su convicción: "Cuando los muertos superan a los vivos entre las personas que conocemos, es más fácil morir. Eso es lo que les pasa a los viejos. O a los que sobreviven a una masacre, una catástrofe, una guerra. Y eso es lo que explica, quizá, por qué es tan difícil para los jóvenes aceptar la muerte".
Según muchos autores, la mente y el espíritu se adaptan a los efectos que tienen en el cuerpo la vejez y la enfermedad. La autora, dice uno no muere hasta que el cuerpo está listo para morir: a medida que decae la esperanza, crece el anhelo de paz en las personas mayores. Esa es la señal mental de que uno está preparado para morir (la tarea de los médicos es contribuir a que los tiempos corporales y mentales del paciente estén en la mayor armonía posible). No se muere repentinamente ni siquiera en los episodios cardíacos: hay vida después de que el corazón ha dejado de latir. Apartar la vista de los moribundos es tratarlos como si ya no perteneciesen al mundo de los vivos.
Se debe enfatizar la importancia de una actitud amorosa, paciente y respetuosa hacia las personas que se acercan al final de su vida. Estas conclusiones no solo se basan en investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte, sino también en su profundo respeto por la dignidad y la humanidad de cada individuo en su proceso final.
Raymond Moody, otro calificado autor de consulta a partir de sus investigaciones y entrevistas con personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, sugiere varias conclusiones sobre cómo acompañar a una persona que está cerca de la muerte.
Empatía y comprensión, es fundamental acompañar a las personas con empatía y una comprensión profunda de sus necesidades emocionales y espirituales. Escuchar activamente y validar sus sentimientos sin juzgar es crucial.
Presencia y apoyo: La mera presencia de un ser querido puede ser reconfortante para una persona que está cerca de la muerte. Asegurarse de que no se sientan solos y brindar apoyo emocional constante es esencial.
Comunicación abierta: Fomentar una comunicación abierta y sincera sobre la muerte y los sentimientos relacionados puede ayudar a aliviar el miedo y la ansiedad. Esto incluye permitir que la persona exprese sus pensamientos y preocupaciones libremente.
Atención a las necesidades espirituales: Muchas personas en el umbral de la muerte pueden tener necesidades espirituales o religiosas específicas. Respetar y apoyar estas necesidades, ya sea a través de prácticas religiosas, rituales o conversaciones sobre sus creencias, puede ser muy reconfortante.
Cuidado compasivo: Brindar un cuidado físico y emocional compasivo es crucial. Esto incluye asegurarse de que la persona esté cómoda, aliviando el dolor y los síntomas físicos tanto como sea posible.
Creación de un ambiente tranquilo: Crear un ambiente tranquilo y pacífico puede ayudar a la persona a sentirse más relajada y en paz. Esto puede incluir música suave, iluminación tenue y la presencia de objetos significativos o fotos de seres queridos.
Aceptación y no forzar experiencias: Es importante aceptar las experiencias y percepciones de la persona sin intentar imponer explicaciones o desestimarlas. Respetar sus vivencias, incluso si parecen inusuales o difíciles de entender, es fundamental.
No es menos cierto que el famoso filosofo Martin Heidegger, define como el mayor error cometido es el olvido del ser. Una vez que el individuo acepta el hecho inevitable de formar parte del mundo y que la vida se termina, recién ahí y solamente ahí puede darles verdadero sentido a la vida misma y a la existencia, este es parte del concepto de ser en el mundo. Cuando al fin comprendemos esto recién entonces valoramos y disfrutamos como debe ser cada instante los momentos en el ciclo continuo de la existencia humana.