"Hablé con él hace dos o tres días". "No se comunica con sus hermanos desde el miércoles". "Vino en la Navidad pasada".
"Vi el video una sola vez y rezo para que mi hijo se entregue pronto" "Vi el video una sola vez y rezo para que mi hijo se entregue pronto"
"¡Rezo y recemos para que mi hijo (Abel Guzmán) se entregue lo más pronto posible!". Cecilia Guzmán es una madre que sufre, llora y se desangra, 48 horas después de que el colorista asesinara a su compañero de trabajo, Germán Medina, al finalizar la jornada laboral en la peluquería Verdini, de Recoleta, Buenos Aires.
En su casa de Los Morales, a la vera de la ruta 211, la mujer desgranó brevemente a EL LIBERAL el ayer, hoy y un mañana más que sombrío: "... Vi una sola vez el video y no pude más. No sé qué decirle porque estoy muy triste...", se lamentó.
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Contó que ella, sus años de juventud, los vivió en Buenos Aires. "Tengo 7 hijos. Uno fallecido. Me quedan 6, 5 varones y una mujer. Aquí está conmigo el más chico. Abel nació allá, pero todos los años venía a Santiago..." Ella fue precursora en pegar la vuelta para el pago. Y fijó residencia en una casita a 150 metros de la ruta 211, a pocos kilómetros de Los Quiroga.
"Hablamos hace dos o tres días"
Consultada sobre los días de Abel antes del horror, Cecilia señaló: "Hablé con él hace dos o tres días. No lo noté raro o mal", explicó. "Hasta donde sé, trabajaba mucho e iba a casa de un hermano casi solo a dormir. Más se dedicaba a la peluquería".
Requerida sobre sus viajes a Santiago, la progenitora recordó: "Él siempre venía para las fiestas de fin de año. Aquí estaba construyendo su casa", señala con sus manos, teniendo de fondo una avanzada e importante construcción en piso y techo.
No lo verbaliza, pero dejó en claro que su hijo era austero y que le enviaba dinero para que los albañiles levantaran una casa que quizá podría hacer sido terminada, fácilmente, antes de finalizar el 2024. En el proyectil que vomitó un plomo homicida, la vida de todos experimentará un drástico giro de muerte y segura cárcel. De ser detenido, a Abel solo lo espera una condena de prisión perpetua, es decir mínimos 30 años confinado a una prisión.
Con un dejo de inocultable tristeza, la mujer agregó que desde el miércoles, a la noche, "sé que (el homicida) no se comunicó más con ninguno de sus hermanos", todos con residencia en Buenos Aires.
Aunque el solo imaginarlo parece desbordarla más, la mujer teme por un triste final en su incipiente profuguez, pero forma parte del abanico de fantasmas que viene atormentándola desde el miércoles.
Vecinos, azorados
En tanto, los vecinos sugirieron que el fusilamiento al peluquero Medina desdibujó la imagen que ellos tenían de Abel. Una mujer indicó que solía verlo en las fiestas de fin de año y que era habitué en los bailes de Los Núñez.
Ese hombre de andar cansino, de pocas palabras, acaba de cruzar el umbral de la muerte. Desde el miércoles es noticia nacional y varios organismos policiales lo buscaban intensamente hasta anoche.
"Estamos todos con pánico"
"Estamos todos con pánico, tartamudeando. Yo estoy en total estado de alerta, esperando que me peguen un tiro en la cabeza", dijo Facundo Verdini, dueño del salón.
"Todos estamos encerrados, escondidos en las habitaciones de nuestras casas. Tenemos miedo, casi paranoicos -relató-. Hoy salí por primera vez de mi pieza, y fui al patio de mi casa para hablar por teléfono, o intentarlo. Cuando me di cuenta, estaba escondido entre las ramas de un árbol, totalmente asustado", manifestó a los medios de comunicación.
Coucheo y glamour vs. frialdad y muerte
La usina de rumores se debate en un común denominador: la búsqueda del móvil del asesinato. La Justicia no duda de la autoría material, pero subyace un dilema. ¿Por qué un hombre de 46 años prescindió de la cordura, asesinó al compañero sin ningún tipo de miramientos y frente a las cámaras?
Los testigos lo atribuyeron a la existencia de celos profesionales; también al hecho de que Germán Medina había ganado muchos clientes en apenas un año de trabajo, en desmedro de los siete que Abel tenía en la peluquería.
A ello, vale añadirse la personalidad opuesta entre víctima y victimario. Germán era cultor del coucheo a la clientela, es decir de elogiar sus virtudes y potenciarlas desde lo estético, su fuerte. Enfrente, Abel mostraba una personalidad fría, lacónica en palabras.
¿Odio, despecho, alguna fobia? Esas dos personalidades en años luz opuestas acabaron en luto y solo una vive para contarlo.