Por el Dr. Francisco Viola.
Nuevamente San Valentín Nuevamente San Valentín
El próximo miércoles se celebra San Valentín. Nuevos desafíos, podríamos decir, pero con las mismas herramientas, en la mayoría de los casos: flores, bombones, cenas, lencerías (para los antiguos osados), tal vez poesías (para los permanentes románticos), tal vez peluches para los jóvenes y, con suerte para muchos, sexo. Pero esa versión de San Valentín, a veces, oculta que es una festividad no del amor pasajero sino de aquel que se configura en parejas que tienen su tiempo. Un tiempo que no se mide, creo, en calendario, sino en la capacidad de crear un concepto maravilloso que se llama complicidad. Una palabra que, en nuestro caso, habla de una capacidad que una pareja adquiere para que su relación tenga una fluidez particular, una sintonía bien fina y una capacidad real de hacer frente a lo cotidiano y a lo excepcional, o sea para adaptarse positivamente.
¿Cuántos elementos entran para crear complicidad? Sería de gran importancia pensar esos elementos porque, afirmo, servirían para configurar un ideal de pareja o un real de pareja que ahonde en la felicidad de compartir. En función de eso armé un listado, que está en un working process, claramente. Veamos:
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1- La diversidad en la comunicación, inefable fortaleza de la libertad: que utilice más de un lenguaje de manera entendible, comprensible y compartida. No hay complicidad sin que una pareja no desarrolle un propio vocabulario, no de palabras, sino de gestos con certeza. Jamás de sobreentendidos. Una comunicación que siempre surge de la asertividad y que se manifiesta, quizás, con mayor fuerza en la capacidad que tiene una pareja de usar el humor.
2- La confección de un libro del compromiso: curiosamente no siempre tangible, pero que adquiere una categoría de incunable y contundente para los dos. La complicidad conlleva una colaboración inseparable, que se ve en los gestos, pero se concretiza en las acciones. La cooperación nace, en ese sentido por una lógica mayor que la obligación sino por una actitud hacia el otro.
3- La vivencia imprescindible de una sensación de alegría compartida para todas las emociones. Los integrantes de una relación necesariamente, por vivir en el mundo bien real, transitan por emociones variadas. La complicidad debe encontrar el tono para compartirlas y no transformarlas en alegría, porque las emociones también surgen de estímulos que no son siempre buenos, sino que generan hasta dolor. La complicidad lo que permite percibir con confianza que ese compartir encuentra ecos de solidaridad permanentemente, lo que si genera alegría siempre.
4- La segura sensación de cercanía: no hay intimidad posible sin cercanía que ofrece una clara impresión de protección, de un lugar donde el daño se minimiza o se ahorra. Esto facilita que la tanto la fragilidad inevitable, como la sensualidad como realidad inherente de los cuerpos y el erotismo concretamente personal pueda expandirse de un modo más ligero y, al mismo tiempo, más intenso. Por eso la complicidad de este tipo permite que la vida sexual se expanda un poco más y que el placer sea un verdadero norte real, convencido y conjunto.
5- La inexpugnable fortaleza de la contención: lo anterior produce como correlato el concepto de contención que, símil al abrazo del tango permite libertad de movimiento, al mismo tiempo que genera una clara percepción de espacio protegido. Básicamente es el invaluable y sublime concepto de la intimidad que es ese momento compartido donde cualquier desnudez alcanza un nivel superlativo de humanidad porque exhibe una fragilidad y es rodeada de toda la fortaleza que se ofrece.
Pues, en este San Valentín, como punta de inicio, nos esforcemos en crear, desarrollar o sentar las bases para la complicidad con nuestra pareja, porque, valga como sentencia, ni el tango, ni una pareja, ni la amistad pueden funcionar si no hay complicidad. Sin ella sólo serán tibios intentos, malas copias y pésimos resultados.