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Las devociones de una mujer que alimentaba su espíritu en la oración

03/02/2024 06:00 Santiago
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María Antonia era una mujer de fe que alimentaba su espíritu en la oración, la meditación de la Palabra de Dios para discernir su voluntad y el acompañamiento de las almas para que se entreguen al Señor. Sus devociones nacen de la rica experiencia religiosa que la Compañía de Jesús trae a América en tiempos de la colonia española. Tuvo una espiritualidad centrada en devociones cristológicas: la Eucaristía, el niño Jesús a quien llama "Manuelito", diminutivo de "Emmanuel, Dios con nosotros", el Nazareno que es el Cristo Crucificado y el Sagrado Corazón.

El Manuelito no sólo era para ella objeto de fe sino de una profunda devoción que contagiaba a los ejercitantes y a cuanta persona acudía a ella para solicitarle su consejo o consuelo. Era tan grande su devoción por él que en carta a Ambrosio Funes le dice: "¿quién puede penetrar las cosas de mi Manuelito Jesús? Aunque sea en los montes más escabrosos, en los desiertos más rígidos, si a Él se le pone, ahí he de ir yo, y todo ha de sobrar." (10 de diciembre de 1784). El niño Jesús, el Manuelito, conduce sus pasos y bajo su protección pone todos sus emprendimientos. El Manuelito nunca le fallará, la acompañará hasta sus últimos días.

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La imagen del Nazareno, el Cristo que carga con dolor la cruz hacia el calvario, fue regalada a la beata por don Rosendo Rico alrededor del año 1775 y formó parte de las antiguas procesiones de esa época así como de los Vía Crucis que se rezaban por las calles, especialmente para Semana Santa, provocando sentimientos tan nobles de recogimiento y conversión que muchos lloran al verlo pasar.

La Eucaristía ocupó también un lugar central en su espiritualidad. Desde el comienzo de los ejercicios se ocupó de que en las casas haya un oratorio para celebrar la Eucaristía y Adorar al Santísimo Sacramento.

La devoción a la Virgen María enriquecerá también su alma, especialmente bajo la advocación de la Virgen de los Dolores, a quien llama la "Abadesa". María Antonia le hacía celebrar su fiesta anual. En sus cartas hace mención a la Virgen de los Dolores y en su Testamento recuerda que fue su principal intercesora y protectora.

Junto a la Abadesa, María Antonia fortaleció su fe en la devoción a los santos: San José, el rostro amoroso de Dios, San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, San Estanislao, y San Cayetano, que según la tradición oral María Antonia introdujo al país. Algunas testigos de la causa consignan que la beata puso bajo la protección de San Cayetano la provisión de alimentos para los ejercicios.

Como puede observarse en su amplio espectro devocional, María Antonia era una mujer de oración y fe profunda. Su vida y sus proyectos están bajo la protección de Dios.

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