"Yo era el Messi del Huracán del 73" "Yo era el Messi del Huracán del 73"
También fue el que llevó a René Houseman, ese flaquito de 19 años que la descosía en Defensores de Belgrano y uno de los refuerzos que llegaron para aquel Metropolitano, además de Carrascosa, Chabay, Longo, Fanesi y Del Valle. Por caso, Olé se dio el gustazo de pasar un 16 de septiembre con el Loco, un personaje que contra todo sigue inmerso en el recuerdo de los Quemeros. “¡Cómo nos divertíamos, Dios mío! Era lo que más me gustaba, disfrutar. Es que generábamos eso, si de hecho a nosotros nos venían a ver de todos lados. ¡Hasta los hinchas de San Lorenzo! Después de aquella vez solamente hubo un equipo que producía alegría en la gente y es el Barcelona. Además, yo era el Messi del Huracán del 73’, je”. Acá, Houseman no gambetea, define...
El del 73 es el quinto torneo de liga en Primera de Huracán, pero el primero en la era profesional. Sin embargo, esa etapa representó algo más que una estrella en la camiseta, se instaló casi como una marca registrada. De hecho, para muchos futboleros, y hasta para los que no cazan un fulbo -valga la redundancia-, se trató de uno de los mejores equipos de la historia. La cosa no venía bien en 1971, ya que la campaña de Osvaldo Zubeldía había dejado grietas en el Tomás Adolfo Ducó (cuatro victorias, tres empates y cinco derrotas), pese a que allí asomó la figura de Menotti, quien debutó el 2 de mayo de aquel año con un 0-3 ante Boca. Pero lo mejor, claro, es que ese partido daba comienzo a la era dorada del Globo.
“Me parece que ese equipo explotó porque tenía todas las individualidades juntas y los condimentos necesarios. Había unión y camaradería, y eso se trasladó a la cancha”, dice René, quien se acopló al plantel en la pretemporada en Mar del Plata. “Los muchachos esperaban un rubio alemán, grandote y de ojos verdes... Pero se encontraron con una ratita flaca que mojada pesaba 40 kilos. Eso sí, cuando me vieron jugar les cambió la opinión”, recuerda el Hueso, que no sólo compara a aquel Huracán con el Barcelona por la convocatoria, sino también por sus componentes: “Buglione era como Piqué, un poco brutito pero que se mandaba al ataque como loco. Chabay tenía la fiereza que hoy en día muestra Puyol. Carrascosa era gigante como Abidal, Brindisi tranquilamente podía ser Xavi, Omar Larrosa se movía como Iniesta y bueno, yo gambeteaba al estilo de Messi. O mejor aún, porque lo hacía con las dos piernas. Igual, no me puedo comparar con él porque además de romper todos los récords, Messi es más que Maradona y Pelé”.
El paralelismo surge naturalmente porque el Globo fue una máquina, tanto que en aquel momento dejó la punta del torneo sólo una vez (en la 9ª jornada cuando perdió con River), aunque la recuperó a la fecha siguiente con el triunfo ante All Boys. Además, el 73 aparece como el primer año en que Huracán ganó los seis partidos iniciales de un campeonato (Argentinos, Newell’s, Atlanta, Colón, Racing y Vélez). Sin mencionar, claro, los 558 minutos que Héctor Roganti estuvo con la valla invicta entre las fechas 21 y 24, y que en la primera rueda consiguió su pico máximo de rendimiento con el 78 por ciento de los puntos: convirtió 46 goles y terminó dos unidades encima de su perseguidor.
“Muchos quisieron copiarnos, pero no llegaron a nada. Hoy no hay más alegría en el fútbol, tirás un caño y el técnico te saca. Nunca vi un jugador que me recordara a mí, porque ahora a los pibes los entrenan para ser robots. Se preocupan más por lo físico que por la pelota. A algunos les falta ponerse el traje de Robocop y salir a jugar. Aquel Huracán era divertimento”, se emociona Houseman, quien de las 32 fechas del Metro jugó 27, marcó diez tantos, y fue uno de los pilares de un equipo que en la recta final mermó la velocidad debido a que Russo, Brindisi, Larrosa, Babington, Avallay y René fueron citados para integrar la Selección Argentina, que armaba la hoja de ruta para Alemania 74.
Hace 40 años y un día Huracán perdía 2-1 con Gimnasia LP, pero igual se consagraba campeón del Metropolitano. Era “el campeón”, no uno normal. Uno que albergó la elegancia y la capitanía de Miguelito, la zurda telescópica del Inglés, la presencia de un Basile experimentado, la temple de Russo y la caradurez y desfachatez del Loco René. Y un equipo, sin dudas, que no tiene ni tendrá fecha de vencimiento.