Narcotraficantes en chancletas Narcotraficantes en chancletas
Por Alberto Pravia
Ex Fiscal y Camarista Federal – Experto en Narcotráfico
Pablo Escobar Gaviria fue la cara visible del narcotráfico en Colombia y en casi todo el mundo desde fines de los ''''70 hasta su muerte en 1993. Como líder del temible Cartel de Medellín, controlaba todos los eslabones del negocio de la droga en su país, como un verdadero emperador del crimen organizado.
Digamos que los carteles son aquellas organizaciones criminales que a partir de acuerdos de autoprotección, colaboración y fundamentalmente reparto de territorios llevan adelante actividades criminales vinculadas al narcotráfico. Así se los denomina en Latinoamérica cuando en otros lugares es reconocido como mafia.
Hoy el narcotráfico funciona de una manera completamente diferente. Ya no existen figuras ni organizaciones capaces de acaparar la totalidad de la producción y la comercialización de estupefacientes.
Pero lejos de haberse debilitado, esta transformación los fortaleció. Hoy se extiende por todo el continente americano como una red en la que se vinculan una multiplicidad de actores políticos y económicos, nacionales e internacionales, legales e ilegales, que se vuelven casi imposibles de controlar.
El narcotráfico suele montarse sobre redes preexistentes. Pueden ser familiares, o bandas que se dedicaban a otro tipo de delitos y que tomaron la decisión de entrar al mercado de las drogas.
En cualquier caso, el común denominador es que cierta parte de la elite política y de las fuerzas policiales termina participando del negocio.
Distintos grupos se asocian y se distribuyen las tareas. Algunos tienen presencia directa en el territorio y se ocupan de la venta al menudeo, otros se encargan del transporte del producto, y una superior se encarga de establecer vínculos con las instituciones políticas y económicas.
Sabemos que el narcotráfico vincula estructuras transnacionales con estructuras locales, porque unas se necesitan de las otras, las segundas aportan la base territorial desde donde se construyen a posteriori todo el entramado del tráfico y comercio.
Estas pequeñas bandas que están en los barrios marginales de las grandes urbes y que se dedican a la venta minorista son la parte más visible del narcotráfico. Son los perejiles, los desechables, fungibles.
Como dice un reconocido experto en la materia el colombiano Jorge Vidal al ser preguntado por la problemática del narcotráfico en Rosario “Los narcos que hay en Rosario o Santa Fe, son narcos en chancletas. No tienen la capacidad que tienen de hacer el mal como los narcos colombianos o mexicanos”, opinión a la cual suscribo totalmente.
Con un papel más importante se encuentran el funcionario policial o político corrupto, el empresario que lava dinero, los contadores y abogados que colaboran con su experticia para encubrir actividades.
La producción de cada tipo de droga requiere distintas formas de organización. No es lo mismo la cocaína que la marihuana o la metanfetamina.
La etapa del procesamiento de la coca y su transformación en cocaína implica una multiplicidad de actores y de formas, porque en ese contexto hay laboratorios o cocinas en zonas rurales alejadas, pero cada vez más aparecen también en las grandes urbes.
En esta etapa es fundamental la disponibilidad de precursores químicos, sustancias que pueden ser perfectamente legales y utilizadas en la industria farmacéutica, pero que son necesarias para hacer cocaína del cultivo de coca. La necesidad de usar estos productos marca un primer paso en el traslado de la red de narcotráfico un país a otro.
Una vez que la red tiene en su poder un cargamento de droga listo para su distribución debe acordar el destino que le dará. Hay tres grandes destinos para la cocaína que se produce en la región: Estados Unidos, Europa y el mercado latinoamericano.
Mientras que el tráfico hacia el norte está dominado por los carteles mexicanos, la droga que transita por distintos países de Sudamérica y termina embarcándose hacia el viejo continente es en su mayoría controlada por grupos colombianos.
En esta trama, Argentina también ocupa un lugar central. Por ser un mercado atractivo para la venta minorista -es uno de los países con mayores niveles de consumo de droga en el hemisferio occidental-, y por su lugar estratégico para el comercio mayorista hacia Europa.
Las disputas por el control del mercado local explican gran parte de la violencia y de los asesinatos que se vienen produciendo en la ciudad argentina de Rosario, en la provincia de Santa Fe.
Los estallidos de violencia aparecen cuando se produce un desequilibrio. Por ejemplo, cuando una estructura transnacional empieza a apoyar a una banda local con armas y dinero, para que sea su socia en el territorio. Entonces, otros grupos criminales desatan una guerra para entrar al negocio.
Te puede interesar: "La causa por las muertes de la cocaína adulterada iría a la Justicia Federal
"
En un contexto de impunidad, la violencia se contagia tanto que ya no se sabe quién comete los homicidios.
Por eso no se puede comprender el accionar de las redes de narcotráfico si no se ve que la complicidad de las autoridades policiales y políticas es indispensable en los distintos eslabones de la cadena. Ya sea para desviar las investigaciones y permitirles a los narcos burlar los controles, para ofrecer protección y poder de fuego en otros casos, e incluso para liderar el proceso.
En estos momentos estamos lidiando con el hecho de la llamada cocaína adulterada. En primer lugar digamos, que la cocaína que se consume no es pura sino que ya está adulterada.
La cocaína para consumo ya viene adulterada por sustancias químicas con propiedades farmacológicas para aumentar los efectos eufóricos de la droga, como la incorporación de cafeína o lidocaína, o los elementos de corte para aumentar el volumen, que si llegaren a tener propiedades farmacológicas son pocas significativas como el paracetamol, es decir no estamos en presencia de cocaína adulterada sino de cocaína envenenada, lo que resta saber si fue por error o intencionalmente.
Por otro lado, toda esta situación nos demuestra algo que resulta lamentable, si el primer acercamiento a las adicciones de cualquier tipo se da entre los 12 a 16 años y este segmento lo hace en un 69 por ciento en la calle, el mensaje es claro, perdimos la calle a manos de quienes trafican con la salud y el Estado abandono su papel de custodio de la legalidad, un Estado ausente es una sociedad desprotegida.
Es hora de invertir en la prevención de las adicciones y en reencausar el trabajo de las fuerzas de seguridad para que las rutas de ingreso de la droga que todos conocemos sean desbordadas de controles, no evitaremos que desaparezca la droga pero seguramente haremos mucho para que no se siga expandiendo de la manera que se hace hasta ahora.