Las Naciones Unidas y el cambio climático Las Naciones Unidas y el cambio climático
Por Mg. Pedro José Basbús. Magistrado, docente Cátedra de Derecho Internacional Público, UCSE.
Las emisiones a nivel mundial están alcanzando unos niveles sin precedentes que parece que aún no han llegado a su cota máxima. Los últimos cuatro años han sido los más calurosos de la historia y las temperaturas invernales del ártico han aumentado 3° C desde 1990. Los niveles del mar están subiendo, los arrecifes de coral se mueren y estamos empezando a ver el impacto fatal del cambio climático en la salud a través de la contaminación del aire, las olas de calor y los riesgos en la seguridad alimentaria.
Los impactos del cambio climático se sienten en todas partes y están teniendo consecuencias muy reales en la vida de las personas. Las economías nacionales se están viendo afectadas por el cambio climático, lo cual a día de hoy nos está costando caro y resultará aún más costoso en el futuro. Pero se empieza a reconocer que ahora existen soluciones asequibles y escalables que nos permitirán dar el salto a economías más limpias y resilientes.
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Los últimos análisis indican que, si se actúa ya, se pueden reducir las emisiones de carbono de aquí a 12 años y frenar el aumento de la temperatura media anual por debajo de los 2° C, o incluso a 1,5° C por encima de los niveles preindustriales, según los datos científicos más recientes.
El Acuerdo de París, un marco normativo visionario y viable detalla las medidas a tomar para detener la alteración del clima e invertir su impacto. Sin embargo, este acuerdo no tiene sentido en sí mismo si no se acompaña de una acción ambiciosa.
La Organización de Las Naciones Unidas en cumplimiento de sus propósitos y principios, redobló esfuerzos a los fines de crear conciencia (en la comunidad internacional) acerca del aumento de la temperatura global y el cambio climático, organizando desde el año 1992, La Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) en la Primera Cumbre Mundial de la Tierra (Río de Janeiro, Brasil, en vigor desde el año 1994) con el objetivo de reforzar la conciencia pública a escala mundial sobre los problemas relativos al Cambio Climático e intentar la estabilización de las concentraciones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera para impedir riesgos en el sistema climático.
Las Conferencias de Las Partes (COP) órgano supremo de la Convención y la asociación de todos los países que forman parte de ella fueron teniendo lugar desde aquel año y hasta el día de la fecha, con un variopinto de resultados.
La última (COP 24) se realizó en la Localidad de Katowice (Polonia) entre el 03 y 14 de diciembre del año 2018 bajo el lema “Cambiemos Juntos”. Quizá el lugar, la fecha, cercana a la Navidad y la poca cobertura mediática, conspiraron en contra del éxito de la Conferencia (definida luego como la más hermética y de menos noticias).
También conspiró la paradoja de que Polonia es el principal país de Europa productor de carbón, sin embargo la controversia ocurrida en Katowice no fue en torno al Acuerdo de París directamente, sino sobre el documento del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) que presentó en octubre de este año su Quinto Informe de Evaluación, cuyo principal objetivo es limitar la subida de temperaturas a 1,5 grados centígrados desde su nivel preindustrial.
Esta meta, según dicho informe, “requerirá de cambios sin precedentes” a nivel social y global, por la gravedad de la situación del planeta, debido al incremento sostenido de la temperatura mundial, y todas sus consecuencias previsibles.
Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudí y Kuwait no le dieron la bienvenida al informe. El presidente Trump fue tajante al expresar que “no estaba de acuerdo con el informe del IPCC, ni creía en su contenido”.
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El representante de Arabia Saudí fue más lejos y se atrevió a decir, tras bastidores, que “el Acuerdo de París ha muerto” lo que alertó a la ONU a redoblar sus esfuerzos a los fines de no ver truncado su objetivo principal en la lucha por el cambio climático.-
De allí es que el actual Secretario General de la ONU, António Guterres hizo un llamamiento a todos los líderes para que acudan a Nueva York el 23 de septiembre de este año 2019 con planes concretos y realistas para mejorar sus contribuciones concretas a nivel nacional para 2020, siguiendo la directriz de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 45 % en los próximos diez años y a cero para 2050.
“Quiero que me informen sobre cómo vamos a frenar el aumento de las emisiones para 2020 y cómo vamos a reducir las emisiones drásticamente para alcanzar cero emisiones en 2050”.
Para que sean efectivos y fiables, estos planes no pueden enfrentarse a la reducción de forma aislada: deben mostrar una vía hacia la transformación completa de las economías siguiendo los objetivos de desarrollo sostenible.
No deberían generar ganadores y perdedores, ni aumentar la desigualdad económica. Tienen que ser justos, crear nuevas oportunidades y proteger a aquellos que se ven afectados por los impactos negativos en el contexto de una transición justa.
La Cumbre reunirá a gobiernos, sector privado, sociedad civil, autoridades locales y otras organizaciones internacionales para desarrollar soluciones ambiciosas en seis áreas: la transición global hacia energías renovables; infraestructuras y ciudades sostenibles y resilientes; la agricultura y ordenación sostenible de nuestros océanos y bosques; la resiliencia y adaptación a los impactos climáticos; y la convergencia de financiación pública y privada con una economía de emisiones netas cero.
El sector empresarial tiene su cuota de acción. La aceleración de las medidas contra el cambio climático puede fortalecer las economías y crear empleos, al mismo tiempo que genera un aire más limpio e impulsa la conservación de los hábitats naturales y la biodiversidad y la protección de nuestro medio ambiente.
Las nuevas tecnologías y las soluciones ofrecidas por la ingeniería ya producen energía a un coste menor que la economía basada en combustibles fósiles. La solar y la eólica son actualmente las fuentes de energía más baratas en casi todas las principales economías. Pero debemos empezar ya a poner en marcha cambios radicales.
Esto significa acabar con las subvenciones a los combustibles fósiles y a la agricultura alta en emisiones para promover el cambio hacia la energía renovable, los vehículos eléctricos y prácticas de agricultura inteligente. Significa fijar un precio del carbono que refleje su auténtico coste de emisiones, desde los riesgos climáticos hasta los peligros para la salud que provoca la contaminación del aire. Y significa acelerar el cierre de las centrales de carbón, parar la construcción de nuevas y reemplazar los puestos de trabajo con alternativas más saludables para que la transición sea justa, inclusiva y rentable.
Carteras de acción
Para asegurar que las acciones de transformación tengan el mayor impacto posible en la economía real, el Secretario General ha priorizado las siguientes carteras de acción, las cuales tienen un alto potencial para frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y una acción global para la adaptación y la resiliencia.
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•Finanzas: movilización de fuentes de financiación públicas y privadas para impulsar la descarbonización de todos los sectores prioritarios y promover la resiliencia.
•Transición energética: aceleración del cambio de combustibles fósiles hacia la energía renovable, además de la obtención de considerables ganancias en eficiencia energética.
•Transición industrial: transformación de industrias como la petrolera, siderúrgica, química, cementera, del gas o de la tecnología de la información.
•Medidas basadas en la naturaleza: reducción de emisiones, incremento de la capacidad de absorción y mejora de la resiliencia en silvicultura, agricultura, océanos y sistemas alimentarios, incluidos en la conservación de la biodiversidad, el impulso de cadenas de suministros y tecnología.
•Acción local y en ciudades: avance de la mitigación y la resiliencia a nivel urbano y local, con un foco de especial atención en nuevos compromisos sobre edificios de bajas emisiones, transporte público e infraestructura urbana, y resiliencia para las personas pobres y vulnerables.
•Resiliencia y adaptación: fomento de los esfuerzos globales para abordar y gestionar los impactos y riesgos del cambio climático, particularmente en las comunidades y naciones más vulnerables.
Además, existen tres áreas clave adicionales:
•Estrategia de mitigación: impulsar las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) y las estrategias a largo plazo para conseguir las metas del Acuerdo de París.
•Compromiso de la juventud y movilización pública: movilizar a las personas de todo el mundo para que actúen contra el cambio climático y asegurar que las personas jóvenes estén integradas y representadas en todos los aspectos de la Cumbre, incluidas las seis áreas de transformación.
• Impulsores sociales y políticos: avanzar en los compromisos dentro de las áreas que afectan al bienestar de la población, como la reducción de la contaminación del aire, la creación de puestos de trabajo dignos, el fortalecimiento de las estrategias de adaptación climática y la protección de los trabajadores y los grupos vulnerables.
Chile será el anfitrión de la COP25 en este año 2019 (desde el 2 al 13 del mes de diciembre) con la coincidencia de que la Conferencia Climática más importante del mundo celebrará su cumpleaños número 25 en territorio latinoamericano.
Al decir de los organizadores de esta COP 25 “Después de un cuarto de siglo de lucha contra el cambio climático, también la COP merece cambios significativos. Chile tiene una oportunidad de oro en sus manos para llevar a cabo estos cambios. El 90% de la gente, incluyendo profesionales y personas cultas, ignora qué es una Conferencia COP. Por otra parte, el aspecto medioambiental es percibido por el gran público como un tema aburrido. Hay que involucrar a más gente en la lucha contra el cambio climático, más cuando los próximos años se perciben cambios dramáticos en la Tierra. De aquí en adelante comienza la cuenta regresiva para evitar un colapso de grandes proporciones. A todas luces se vislumbra un choque de constelaciones entre los negacionistas y los partidarios de las energías limpias. Mientras más personas se involucren en el conocimiento del problema y se hagan partes de las soluciones, habrá más probabilidad de frenar el cambio climático”.