El ojo del arte: el Café Tortoni, sobreviviente de la Belle époque argentina El ojo del arte: el Café Tortoni, sobreviviente de la Belle époque argentina
El Café Tortoni es el Bar Notable por excelencia de la Ciudad de Buenos Aires. Sus mesas de mármol y sus paredes revestidas en madera fueron testigos del paso de los más diversos personajes de la historia y la cultura argentina e internacional. Jorge Luis Borges, Julio Córtazar, Carlos Gardel -quien siempre tenía una mesa reservada para él-, Federico García Lorca, Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios y Arthur Rubinstein fueron algunos de los nombres célebres que visitaron el lugar.
Fundado en 1858, el Tortoni es el bar más antiguo de la Ciudad y es un fiel exponente de la Belle époque argentina. Su primer dueño fue el inmigrante francés Jean Touan, quien lo bautizó en honor a otro célebre Café Tortoni de París. La imponente fachada que da a la Avenida de Mayo fue obra del arquitecto Alejandro Christophersen, realizada a fines del siglo XIX, ya que al principio la entrada original daba a la esquina de Avenida Rivadavia y Esmeralda. Para que fuera construida la de Avenida de Mayo, la familia Unzué, propietaria del edificio, donó 30 metros de su superficie.
El Tortoni fue además el primer café de la ciudad en poner mesas y sillas en la calle, una costumbre parisina que aquí se vio modificada porque en lugar de estar alineadas con el frente del local, se las ubicó junto al cordón de la vereda. En los primeros años del siglo XX, el lugar comenzó a ser frecuentado por un grupo de pintores, escritores, periodistas y músicos que formaban parte de la Agrupación de Gente de Artes y Letras, liderada por Benito Quinquela Martín, y en mayo de 1926, conformaron La Peña.
Pero al tiempo, el lugar quedó chico para esos encuentros, y su propietario por entonces, Don Celestino Curuchet ofreció la bodega de vinos para que en las reuniones tuvieran más comodidad. Los recordados encuentros de La Peña se extendieron hasta 1943. En el interior del local lo que primero se aprecia son unas cien mesas de roble y mármol veteado en verde y blanco, junto con sillones y sillas de roble y cuero.
En las paredes se pueden ver dibujos y pinturas de Quinquela y Aldo Severi. La Bodega, en el subsuelo, se convirtió en una sala, escenario de diferentes artistas de tango y jazz. Además está la biblioteca, con una colección de más de mil libros que tratan sobre la historia de Buenos Aires. Antes, allí funcionaba una peluquería y se mantienen los sillones y espejos originales.
La otra sala es la Alfonsina Storni, en homenaje a la gran poetisa, donde se organizan recitales de poesía y se exponen y venden obras plásticas. Una de las tantas particularidades del Café Tortoni son las esculturas en tamaño real de Carlos Gardel, Alfonsina Storni y Jorge Luis Borges en torno a una mesa: El Zorzal criollo luce un traje cruzado y el escritor de Historia Universal de la Infamia está sentado con su bastón, mientras que la poetisa se ubica con la vista al frente como escuchando lo que ellos hablan. En la entrada, además, se erige otra estatua, en este caso del poeta Horacio Ferrer que da la bienvenida a los visitantes.
El momento más duro del Café Tortoni fue la pandemia que obligó a cerrar sus puertas durante varios meses de 2020. De a poco logró volver a la normalidad y no sucumbió en el intento. Si bien es un clásico de la Ciudad, probablemente sean más los turistas los que van por un café o un chocolate con churros que los propios porteños. Con todo, el Tortoni sigue en pie y muy vigente, todavía luciendo un esplendor de otra época. Una máquina del tiempo que no se detiene.