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EL LIBERAL . Opinión

Exorcizar nuestros demonios

22/08/2021 03:09 Opinión
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Exorcizar nuestros demonios Exorcizar nuestros demonios

La vida es un andar muy largo. Un andar donde –ojalá sea así para todos- nos encontramos con muchas personas, donde saboreamos diversas sensaciones, donde nos permitimos y sufrimos muchas emociones, donde nos presentamos y descubrimos de variadas formas; un andar donde aprendemos, ganamos, perdemos, encontramos, damos, recibimos, olvidamos, perdonamos, agradecemos y más. En ese andar, un buen día nos damos cuenta que hay personas que nos hacen bien y otras personas o situaciones que nos hacen mal.

Ni siquiera digamos que esas personas sean buenas o malas –aunque las haya, sin dudas-. Simplemente digamos que hay personas que nos generan una sensación espantosa que nos perjudica, que nos hace daño, que nos limita, que nos impide lo mejor que tenemos, aun cuando no nos demos cuenta rápidamente de ello y aun cuando creamos que no es así. Personas que con su presencia (sea por ellas mismas, sea por las circunstancias que nos rodean en ese momento, sea por lo que permitimos o por lo que nos prohibimos, en definitiva, sea por lo que fuera) inducen, generan o facilitan un efecto que nos maltrata en alguna parte. No hablemos de la intención de esa persona, simplemente que la química que nos produce, por alguna razón, nos “incendia”.

A veces, lo señalemos, no son las otras personas, sino nuestras propias limitaciones, miedos, inseguridades, incapacidades o carencias. Esas que hacen que seamos vulnerables. En resumen, estamos hablando de eso que nos produce situaciones que nos hacen daño, sea por el otro, sea por nosotros mismos en contacto con esas personas. Para representarlo mejor digamos, resumiendo, que todos y todas tenemos nuestros propios demonios, llamando así a esas personas que nos generan una química cáustica, o ponen en evidencia esas zonas, que todos tenemos, que son inflamables y que se potencia su sensibilidad en el contacto y/o relación con ese otro.

Esos demonios que –muchas veces no son las personas sino el efecto que nos producedebemos exorcizarlos de nosotros. Es decir, procurar reconocerlos y luego de ello expulsarlos de nuestro entorno.

Pero esta cara de la moneda también tiene, obviamente, la otra faz: no nos privemos de las personas que nos hacen bendecirnos por estar vivos. Esas, si podemos, no dejemos que dejen de estar. Cuando nos damos cuenta de esas personas o situaciones, tratemos de hacer que se multipliquen o simplemente que estén en las dosis que sean necesaria para nosotros y para ellas. Quizás, esa sea una clave que nos facilite el camino a la felicidad, que nace en uno y que, sin dudas, siempre es compartida.


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