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EL LIBERAL . Santiago

“Trabajar con las manos es un gran acto de libertad”

22/05/2021 21:06 Santiago
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“Trabajar con las manos es un gran acto de libertad” “Trabajar con las manos es un gran acto de libertad”

C uando era chica, su mayor entretenimiento era recolectar semillas, flores, caracoles en la playa, entre otras muchísimas cosas que llamaban su atención. Luego, los guardaba en frasquitos y los llevaba a su habitación. Muchos años después, cada una de esas piezas de la naturaleza se transformó en sus manos en una joya única, de gran significado. Una obra que representa un recuerdo, un amuleto.

Celeste Rodríguez nació en Santiago del Estero hace 30 años. De sus padres heredó esa pasión por trabajar con las manos y el contacto con la naturaleza. Su papá es médico, pero además es un gran artesano. “Hacíamos muchas cosas en mostacilla y en madera”, recuerda y agrega: “Mi mamá es farmacéutica y una amante de las plantas y las flores; y de mi abuelo materno aprendí a contemplar sin miedo los insectos y a tallar en madera animalitos”, comparte.

Cuando tenía 12 años, Celeste se mudó con su familia a Córdoba. Allí estudió diseño industrial y asistió al taller de joyería contemporánea de la prestigiosa orfebre cordobesa Cecilia Richard. “Mientras lo hacía descubrí el mundo de la joyería contemporánea, que tiene otro concepto. Es una joya más de diseño y yo quería darle un enfoque distinto”, confiesa. Entonces comenzó a imaginar cómo la podía fusionar con todo ese universo que había atrapado en sus frascos durante tantos años.

Así nació Celeste Joyería Contemporánea

En su departamento de Córdoba capital tiene su taller, su búnker, sus micromundos. “Tengo miles de frasquitos con arena, tierra, liquen, caracoles, plumitas y semillas de cada lugar que tengo la suerte de visitar. Tengo, también, objetos que atesoro porque el lugar de donde los traje me trae muchos recuerdos. Guardo, por ejemplo, con mucho cariño y cuidado, los materiales recolectados en Japón, que fue un viaje que me sirvió para reafirmar y enfatizar mi vocación. Los dientes de león me recuerdan mi infancia y cómo jugaba con mi abuelo a soplarlos mientras pedía deseos”, rememora Celeste.

La joven también reparte su tiempo en el hotel boutique que creó con su hermano en la ciudad de Córdoba bajo el concepto slow travel y donde acaban de armar un spa con un circuito antiguo de aguas inspirada en los baños romanos y en el uso de agua de las antiguas civilizaciones. “Tomamos el uso y las propiedades que le adjudicaban las distintas civilizaciones al agua y lo hemos aplicado en este circuito que consta de varias etapas diferentes. Está construido en el subsuelo, respetando la arquitectura antigua de los jesuitas, con ladrillos y maderas rescatadas de los montes. Un proyecto sustentable donde el circuito de agua tiene un orden lógico y con diferentes temperaturas. Hay estaciones con escamas de hielo, otras con vapor caliente, otras con agua fría. Está comprobado que este orden tiene propiedades para el cuerpo, la piel, el sistema inmunológico. Entrás al circuito y vas recorriendo este templo destinado a la relajación”, destaca la diseñadora.

—Y cuando salís de ese templo, te sumergís en el mundo de lo artesanal. ¿Cómo es el proceso creativo?

—Mi gran limitante es la fragilidad de los objetos que uso. Previamente a comercializarlos hay un largo camino de experimentación para conseguir la mejor forma de, por ejemplo, secar determinadas flores y que mantengan su color o lograr colocar adentro de la burbuja de vidrio algún elemento no tan flexible. Los dientes de león son muy difíciles porque pueden desarmarse, casi no puedo ni respirar cuando lo hago. Cada joya tiene una etapa muy diferente. Por eso, tomo pedidos con un mes de antelación. Durante la primera semana del mes me encargo de colocar dentro de la burbuja de vidrio el o los elementos elegidos. Después, a la semana siguiente, me encargo del engarzado en plata 925 y en la tercera semana, del envoltorio y la presentación. La última semana del mes realizo los envíos a todo el país. Lo más mágico de todo ese proceso es que no hay dos piezas iguales.

—¿Todo lo hacés sola?

—Sí… ya sé, parece una locura. Lo único que no hago ahora es el soplado en vidrio, porque era sumamente complicado, necesitaba un ambiente especial. Así que encontré un proveedor en Singapur que las hace con el grosor perfecto que las vuelve muy resistentes ante un golpe, por ejemplo. Pero el resto del proceso, hasta el diseño del packaging (la caja es reutilizable y la tarjeta que lo acompaña tiene en su interior semillas de plantas con flores que se pueden plantar) y las bolsas sublimadas, lo hago sola. Incluida las redes sociales, que es mi único punto de venta por el momento.

—¿Qué significa para vos trabajar con las manos?

—Es un gran acto de libertad. Esa pieza es un objeto pensado, elegido especialmente y que queda en otra persona para toda la vida. Es muy gratificante mi oficio en ese sentido. Yo hablo con el cliente y le pregunto el significado que le quiere dar el regalo y ahí vamos pensando cuál es el elemento que mejor representa al destinatario de esa joya. Me gusta pensar que cada accesorio guarda un mensaje, un secreto.

—¿Pensaste en llevar tus creaciones al exterior?

—Acabo de llegar de Barcelona, donde mostré y vendí algunos diseños. Me iba a instalar tres meses, pero me fracturé una pierna, así que tuve que regresar… ya volveré más adelante. Mi sueño es tener un espacio donde pueda vender y mostrar todo el proceso, donde se vean los frasquitos con todos los elementos que tengo y muchas flores.

—¿Y creaste alguna pieza especial que remita a este momento de pandemia?

—No, pero me pasó algo muy extraño cuando empezó la pandemia y estábamos encerrados. Me di cuenta que yo encerraba en mis burbujas un momento especial, un mundo y es un poco una metáfora del momento que atravesamos como sociedad: ese mundo interno es lo que nos salva.


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