“Con el Covid siento que estamos viviendo cosas que antes las veíamos sólo en las películas” “Con el Covid siento que estamos viviendo cosas que antes las veíamos sólo en las películas”
Entre el compromiso y el temor. Entre la angustia y los cuidados. Entre la labor sin descanso, y esa sensación de que las fuerzas están más intactas que nunca. Así es la vida de Alejandra Carabajal, desde que el coronavirus llegó a Santiago para instalarse por quién sabe cuánto tiempo.
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Ella forma parte del personal administrativo del Centro Provincial de Salud Infantil “Eva Perón”, y actúa en la primera línea en la lucha contra el Covid-19, acompañando de cerca al personal sanitario de la institución.
Y tan cerca de la amenaza de contagio estuvo durante todo este tiempo, que a pesar de los redoblados esfuerzos, el coronavirus llegó a su vida para que lo viviera en primera persona.
“Fueron días terribles”, recuerda Alejandra, que en todo momento asegura que lo más difícil fue cuidar para que su mamá no corriera la misma suerte.
“‘Mi temor siempre fue mi mamá. Es una persona mayor y convivo con ella. Los días fueron tan angustiante que creo que esa inquietud tapó cualquier molestia corporal que pudiera ocasionar el virus”, describe sobre su experiencia con la enfermedad.
Sin embargo, meses antes de su caso, ya había experimentado un aislamiento obligatorio por un “positivo” en su familia. Fue en septiembre. Fue en los primeros meses. Fue en el tiempo en los que los operativos sembraban incluso “pánico” en la sociedad. En ella generó vergüenza.
“Fue de terror. Experimentamos la vergüenza en carne propia. Ese tiempo, cuando había un caso positivo detectado, llegaba, primer un móvil policial al domicilio para notificarte el resultado, con las sirenas prendidas, y todos los vecinos salían a ver. Sentimos pudor por algo que nos puede pasar a todos, pero en ese momento, al no haber sido decretado un virus de circulación comunitaria, uno se sentía raro, con vergüenza”, cuenta Alejandra.
El día más oscuro
Pasó hasta noviembre, cuando un hisopado por un malestar corporal arrojó resultado positivo. Una nueva odisea se avecinaba a su familia.
“Ahí si nos contagiamos todos, menos mi mamá. Sentía más dolor por el estrés y la angustia, que por los síntomas propios de la enfermedad. Pero me sirvió de mucho trabajar en un centro de salud, porque estar empapada del tema me dio grandes resultados. Si uno hace lo que nos dicen los médicos, nada puede pasar”, sostiene, y aclara que su contagio se produjo por un contagio originado en su seno familiar.
Hoy está un poco más animada, aunque sufriendo todavía las secuelas. “Me quedó un poco de tos, y hay veces en los que confundo los sabores y olores”, describe.
Al igual que muchos que conforman la primera línea en la batalla para combatir el virus, Alejandra “descansó” en su hogar sólo cuando el aislamiento obligatorio no se podía evitar. Luego, sin ninguna oposición, trabajó incesantemente en forma presencial desde aquel marzo del 2020 cuando la llegada del Covid ponía en quietud a toda la Argentina.
“Muchos no toman conciencia de lo grave de la situación. Cuando pienso en lo que pasa, siento que estamos viviendo cosas que antes las veíamos solo en las películas. Y en mi caso, el hecho de estar con niños enfermos, rodeada de médicos que dan la vida en cada instante, me llevó a concientizarme desde un primer momento”, dice Alejandra, dando pie a comparar el presente con aquella época cuando la gripe A se cobró la vida de muchas personas.
“Creo que cuando pasó lo de la Gripe A, no estábamos preparados para semejante ataque. Todo fue traumático. Pero ahora, antes de que llegó el coronavirus a la Argentina, ya íbamos conociendo un poco y sabíamos que el aislamiento sería la mejor forma de prevenir”, cerró.