Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas Día de San José Obrero. El valor de las pequeñas cosas
el “Día del Trabajador”
pensamos en
comida, bebida,
baile. Todo eso está perfecto;
pero lo bueno sería que
festejara “el que trabaja”,
en lo que sea: todo trabajo
es digno y merece retribución
justa y reconocimiento
de los demás. Pero… con
la mano en el corazón, hay
varios que festejan ese día y
perciben retribuciones que
a veces son ignominiosas
dádivas que hacen cambiar
la cultura del trabajo por el
clientelismo.
En ese marco, ¿qué papel
juega San José? De mil
trabajadores ¿habrá alguno
que le dedique un minuto
de meditación? ¿por
qué “obrero”? Simplemente
porque lo fue. Trabajó
como carpintero y le enseñó
el oficio a su hijo, que en
el humilde Nazareth trabajaban
tan sencilla y pacientemente
que los “Doctores
de la Ley” llegaron a dudar
de la divinidad de Jesús
al preguntarse: “Pero éste
¿no era el hijo del carpintero?”
Sí, Jesús fue el Hijo
del Padre venido al mundo
en un humilde hogar y durante
casi treinta años vivió
en familia, con su papá José,
con su mamá María. De
los tres, el que menos “rating”
tenía era José. ¡Qué
pena! Es tan lindo descubrir
el valor de las pequeñas
(grandes) cosas. ¿Qué
hombre se “bancaría” saber
que su novia estaba embarazada
y en lugar de repudiarla
se desposa, la cuida,
la protege, la reconoce
“Madre de Dios”? Su fe es
ejemplar: cree en “la obra y
gracia del Espíritu Santo”.
Camina por arenosas y desérticas
zonas para llegar,
con María a Belén. Los cuida
en el humilde pesebre y
ante la amenaza contra los
bebés no duda y marcha
(no en avión, ni en tren bala,
ni siquiera en el burrito,
que era para María y su bebé),
y los protege en Egipto
hasta que, pasado el peligro
regresa con ellos y se instala
en Nazareth, formando
una familia ejemplar, “ícono
de la Trinidad”: Dios Padre,
Hijo, Espíritu Santo y
constituye el eje humilde
y silencioso de la Sagrada
Familia: Jesús, José, María.
Juntos los tres se presentan
en el Templo con la
más humilde ofrenda: un
par de tórtolas. Y el anciano
Simeón reconoce su “divina
humanidad”. ¡Cómo
se habrá sentido, como papá!
Cuando el “mocoso” de
12 años se separa de los peregrinos
y luego de días de
afligida búsqueda, lo encuentran
en el Templo, mano
a mano con los Doctores
de la Ley, y en lugar de pedir
perdón o tranquilizar a
sus padres, les dice “¿no sabían
que debía ocuparme
de las cosas de mi padre?”
¡Pobre José! Siempre en segundo
plano, siempre obediente
a la voz del Señor.
Espera en silencio el cambio
de actitud de Jesús y felices
y contentos siguen trabajando
en el taller de Nazareth.
Seguramente nuestros
nietos, expertos en computación
y en técnicas del
futuro, dirán: Otra vez la
abuela y sus cuentitos de
otra época. Si logramos
“rescatar” un nieto de la vorágine
fría de la tecnología
(que es valiosísima, si es
bien usada), les habremos
inculcado la primera lección:
“Ganarás el pan con el
sudor de tu frente”.
Todo trabajo es digno,
merece retribución y eso lo
aprendimos de hace siglos,
cuando el “calladito” José
(no hay en la Biblia una palabra
pronunciada por él),
no sabemos cuándo ni cómo
vivió y murió. Sólo que
al pie de la Cruz ya no estaba;
pero estuvo seguramente
en toda la vida del
Hijo del Hombre, con la
permanente lección de María,
con la humilde enseñanza
de José.
Me encanta pensar en
los “seres plurales”. Llamo
así a los amigos que disfrutan
de sus matrimonios,
nada hacen sin ponerse de
acuerdo con el otro, trabajan
juntos y me apasiona
ver a los amigos que pasados
los 70 siguen trabajando,
ayudándose, conformando
una nueva Nazareth.
Doy gracias a Dios que
inspiró a mis abuelos polacos
y le pusieron el nombre
de José a mi papá, el Prof.
Kobylañski quien, para no
ser menos, me llamó Lucía
Josefina y a mi hermano
José Ramón. Tampoco fuimos
menos nosotros y llamamos
Pedro José al hijo
mayor; José Daniel al mayor
de mi hermano; Eduardo
José al mayor de mi hermana
y… sigue la historia
con la nueva generación:
Matías José Kobylañski.
Esto no es publicidad familiar,
es devoción no recitada
sino vivida e imitada.
José trabajaba en su carpintería,
nosotros trataremos
de hacer lo mismo.
Es la única forma de celebrar
con merecida dignidad
el 1° de mayo. ¡Feliz
día para todos los trabajadores!
Y que San José nos
siga “empujando” hasta el
fin.