Una madre que amasó la vida con sacrificio, amor y esperanza Una madre que amasó la vida con sacrificio, amor y esperanza
muerte de doña Zita Noemí Correa
de Carabajal, esposa del legendario
Carlos Carabajal y mamá
del juglar Carlos “Peteco” Carabajal.
Doña Zita o Mami Zita, como
la llamaban cariñosamente, falleció
ayer en Buenos Aires tras haber
sufrido una descompensación
cardíaca durante el fin de semana.
Los restos de la también mamá
de Graciela, Enriqueta y Raúl
Fernando “Demi” Carabajal, serán
velados hoy, desde las 6 hasta
el mediodía, en la casa familiar
de Alberdi N° 1345, en La Banda,
en el “Quincho” como ella misma
bautizó a este ya tradicional lugar.
Será sepultada en el cementerio
La Misericordia de la “Cuna de
Poetas y Cantores”.
Artistas, amigos y conocidos de
todo el país enviaron sus condolencias
a la familia Carabajal.
“Las manos de mi madre saben
qué ocurre por las mañanas,
cuando amasa la vida hornos de
barro pan de esperanza”, escribió
“Peteco” Carabajal en Las manos
de mi madre. Y es con esperanza,
con sacrificio, trabajo y, sobre
todo, mucho amor que doña Zita
Correa de Carabajal que crió a
sus hijos y forjó una familia que
hoy es referente indiscutible en
el mundo de la canción folclórica.
Esposa del legendario Carlos
y madre de la consagrada Graciela
y el encumbrado Raúl Fernando
“Demi” Carabajal, esta mujer
bandeña, oriunda del barrio Villa
Juana, donde vivió hasta que se
trasladó a Los Lagos, en oportunidad
de haber sido entrevistada
por EL LIBERAL en el año 2015
por el “Día de la Madre”, habló
acerca de su vida.
“Mi vida ha sido muy feliz, pero
muy pobre”, supo contarle a EL
LIBERAL doña Zita, una mujer
que siempre sacó fuerzas de flaqueza
para criar a sus hijos. En esa
vida de sacrificio, junto a su gran
amor, don Carlos Carabajal, ella,
como dice la canción de su reconocido
hijo ‘Peteco’, en un tiempo,
vendía el pan que amasaba con
sus manos. Madre abnegada, doña
Zita supo decirnos que se sentía
orgullosa de todo lo construido,
de todo lo conseguido en ese
camino donde no todo fue un lecho
de rosas.
De su natal Villa Juana pasó a
otra populosa barriada bandeña,
Los Lagos, a esa que tanto cantaron
desde Carlos hasta “Peteco”,
“Demi” y su nieta Roxana (hija
de Graciela). Luchadora inquebrantable,
acompañó a su marido
en todo momento, en los buenos
y en los malos, en La Banda (tanto
en Los Lagos como en su casa
de Alberdi N° 1345) o en Morón,
en Buenos Aires, hacia donde tuvo
que emigrar, como tantos santiagueños,
en búsqueda de mejores
horizontes.
Con la fortaleza de siempre,
doña Zita se constituyó en un elemento
esencial en la crianza de
sus hijos y nietos así como en la
formación de la institución familiar.
En su contacto con EL LIBERAL
en el año 2015, supo remarcar
lo orgullosa y feliz que se sentía
por todo lo hecho. La vida la
premió con una familia unida, con
hijos que prosperaron merced a
la música y la formación que ella
y don Carlos les brindaron. Tanto
sacrificio, tanto dolor vivido no
fue en vano porque la vida la premió
con cinco hijos: Graciela, Raúl
Fernando (el que falleció cuando
tenía dos años), Carlos Oscar “Peteco”,
Enriqueta y “Demi”, quien
se llama Raúl Fernando como el
segundo hijo.
En el estribillo de su sentida
canción, “Peteco” destaca: “Las
manos de mi madre llegan al patio
desde temprano, todo se vuelve
fiesta cuando ellas vuelan junto
a otros pájaros. Junto a otros pájaros
que aman la vida y la construyen
con el trabajo. Arde la leña,
harina y barro. Lo cotidiano se
vuelve mágico. Se vuelve mágico,
... oh ... oh ... oh”.