Viñedos santiagueños, un emprendimiento que vuelve a recobrar el sueño del cultivo y la producción Viñedos santiagueños, un emprendimiento que vuelve a recobrar el sueño del cultivo y la producción
Alejada de las zonas
templadas
de Cuyo, en tierra
santiagueña
también se
apuesta al cultivo
de la vid para
la producción de
vino.
Ese es el desafío
que se impuso
un grupo de emprendedores santiagueños,
aunque por el momento incipiente, los primeros
pasos con los cultivos y recolección
del fruto están dados, mientras se afinan
detalles para avanzar en la fermentación y
elaboración final del producto.
Con la mente puesta en crear un producto
fino y de calidad elaborado desde nuestra
provincia, emprendedores locales apuestan
a desterrar el mito de que en Santiago no
se puede producir vinos. Con gran pasión
y dedicación, la familia Luna en su campo
de Higuera Chacra (Robles) y por otro lado,
la Cooperativa San Benito con la finca Don
Antonio en Villa Rio Hondo, son dos ejemplos
palpables de tesón y afianzamiento en
este tipo de producción.
La apuesta por el cultivo y la elaboración
del vino en nuestra provincia tiene ribetes
históricos y apasionantes. Se trata de
una larga historia de 463 años y forjada por
la labor de generaciones de mujeres y hombres
que con el correr de los años, arraigaron
y adaptaron las vides provenientes de
Europa para cultivarlas en tierra santiagueña,
muchas veces en las condiciones más
desfavorables.
Sin dudas que el aporte de una gran corriente
inmigratoria europea, conocedores
del quehacer vitivinícola, posibilitó luego
un cambio sustancial en el cultivo de la vid
y dio un gran apoyo a esta industria. Los inmigrantes
trajeron consigo nuevas técnicas
de cultivo, otras variedades de vid aptas para
la elaboración de vinos finos, que encontraron
en nuestro país un hábitat ideal para
su desarrollo, y la innovación de las prácticas
enológicas utilizadas en las bodegas.
Aclimatar y adaptar los cultivos ha sido y
sigue siendo un gran desafío para la nueva
generación de productores, pero no un impedimento
para encarar la producción del
vino.
Un ambicioso sueño pisa fuerte en Higuera
Chacra (Robles), en la finca María del Pilar de
casi 3 hectáreas, donde además de los viñedos,
la familia Luna se dedica a la explotación de otra
clase de cultivos: manzanas, ciruelas, higos, peras
y duraznos.
Fue exactamente el 15 de octubre del 2012
cuando inició el proyecto de plantación de estacas
de 4 variedades de uva para vinificar: Cabernet
Sauvignon, Malbec, Sah y Petit Verdot.
Desde el entorno familiar, explicaron que al notarse
que en un año, “la adaptación fue mejor
de lo pensado”, se continúo con la inversión y
se implantaron más variedades: Bonarda, Torrontés
Riojano y Tannat, como así también gran
cantidad de plantas para uva de mesa, de variedades
tales como: Superior, Red Love y Venus.
“Se trata de un proyecto integral, ya que
aparte de uvas, también está en proyecto hacer
aceite casero, porque se cuenta con una gran
cantidad de olivos”, señaló Cristian Luna a EL LIBERAL.
El emprendimiento productivo se encuentra
bajo el respaldo técnico del ingeniero Gylles
Aroun, en lo que refiere al área de desarrollo
vegetativo de las plantas, mientras que para el
proceso de vinificación, está al mando del trabajo
el enólogo formado y radicado en Mendoza,
Juan Manuel Mallea.
“Hace unas semanas se realizó la vendimia,
siendo los primeros en cosechar la uva a nivel
nacional, debido a nuestras condiciones climáticas,
mientras que se encuentra finalizando el
proceso de fermentación”, contó el productor.
Este emprendimiento familiar logró hace
unos años un importante convenio con la Facultad
de Agronomía y Agroindustrias de la Unse,
con el fin de que alumnos de esta institución realicen
la capacitación de recursos humanos, asesoramiento,
comodatos, prácticas, ensayos,
servicios técnicos y prácticas profesionales supervisadas
(PPS).
“Desde la Bodega Finca María del Pilar, nos
proponemos fomentar la industria vitivinícola de
la región en conjunto con el desarrollo del enoturismo,
atrayendo al turista, mostrando una propuesta
diferente para todo aquel que nos visite”,
explicaron desde la familia Luna, entre los grandes
desafíos que tienen como emprendedores.
Experiencia de la vendimia 2019
“Lamentablemente no ha sido este el mejor
año por las lluvias y cosechamos casi 1.500 kilos,
que es poco, ya que la intención era lograr 3
mil kilogramos”, explicó el enólogo Gylles Aroun.
“Por lo menos, lo que se ha podido cosechar, está
fermentando y viene bien aromático, y la semana
que viene veremos cómo va evolucionando”,
ahondó.
En relación a la cuestión climática como posible
impedimento para la producción vitivinícola,
dijo: “Hay que trabajar mucho más comparado
a la zonas de Cuyo, pero es posible. Se ha hecho
mucho para mejorar la calidad de la uva y
poder tener un buen vino”.
Explicó que “con Eduardo Luna –propietario
de la finca– tratamos de buscar otro inversor
para que se desarrollen más viñedos.
Y esto
es algo que lleva tiempo, porque se planta y se
esperan dos o tres años para empezar, ya que
los primeros tiempos las producciones no son
las mejores, y hay que esperar que el viñedo se
asiente”, resaltó.
Este año se piensa avanzar en la siembra
de 10 mil plantas, y la gran expectativa para los
productores es “poder comercializar este mismo
año, que al principio no sería a gran escala”,
resaltó Cristian Luna.
El enólogo Aroun analizó también el comportamiento
de cada varietal para tener una producción
de calidad.
“Si bien tenemos Malbec,
para diferenciarnos y no competir con los mismos
en las demás provincias, tenemos además
Petit Verdot, y Marselan, un nuevo injerto que
está poco difundido y se adapta muy bien al clima
de Santiago”, resaltó, entre las variedades
acorde al tipo de suelo y clima de la provincia.
La bodega de la familia Luna está aprobada
por el Instituto Nacional de Vinicultura e inscripta
como bodega artesanal, mientras que se encuentra
en trámite la etiqueta finca María del Pilar,
como bodega artesanal.
La familia es consciente
que la producción de la finca “es una
fuente de trabajo importante”. Y a partir de los
volúmenes producidos, son conscientes que de
lograr el objetivo de imponer el producto del vino,
podría tener en un futuro no muy lejano un
alcance local y luego regional.
Bajo esta premisa, los trabajos en el viñedo
son incansables, y es todo un desafío seguir
avanzando para consolidar el producto. “Hoy
hay experiencias de viñedos en Córdoba, Mar
del Plata, Entre Ríos –ejemplificó el enólogo en
cuanto a experiencias encaradas– solo es cuestión
de trabajar más.
Estamos buscando variedades
para que el calor no afecte tanto a las
plantas. Este año ha habido mucha lluvia, y a nosotros
nos ha afectado un poco, al igual que todo
el país”, dijo, al reconocer que si bien la calidad
de la uva “fue buena, la cosecha de este año
fue poca. La uva es muy plástica, y hay variedades
que se adaptan en lugares donde hace frio y
otras donde hace más calor. Este es un trabajo
en el que es necesario conocer el suelo, el clima
y el comportamiento de la planta”, recalcó Gylles
Aroun.