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EL LIBERAL . Santiago

Julieta Lanteri, la ingeniosa entre las mujeres pioneras

16/06/2018 23:56 Santiago
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Julieta Lanteri, la ingeniosa entre las mujeres pioneras Julieta Lanteri, la ingeniosa entre las mujeres pioneras

La historia del voto femenino en la República Argentina ha tenido una historia bastante más larga que lo que se cree. Si bien la universalización del voto de las mujeres tuvo lugar en 1947 a nivel  nacional, en un tiempo tardío respecto de lo ocurrido en el mundo y en la región, hubo antecedentes provinciales incluso durante el siglo XIX. Sin duda la provincia más adelantada en este aspecto fue San Juan, que de la mano del gobernador Domingo Faustino Sarmiento, estableció el voto de la mujer en 1862, y que luego, durante la gobernación de Federico Cantoni, en 1927, se permitió el voto femenino a nivel local, y se convirtió en uno de los motivos de la intervención federal a la provincia.

Lo más curioso de esta situación es que se argumentó, para suprimir el sufragio de las damas, que el ejercicio cívico de votar había provocado el caos en los hogares sanjuaninos. A pesar de este  hecho, en 1934 fue elegida como diputada provincial la primera mujer electa en la historia del país que fue Emar Costa.

En 1921 la Constitución de la provincia de Santa Fe permitió el voto femenino, aunque fue de escasa participación. Sin embargo, si queremos ser fieles a la historia y relatar la verdad, es imprescindible recordar que la primera mujer que votó en la Argentina en una elección nacional fue una inmigrante italiana y lo hizo en la parroquia de San Juan Evangelista del barrio de La Boca, en las elecciones a diputados del año 1912: Julieta Lanteri.

De esta mujer extraordinaria nos vamos a ocupar hoy.

Nacimiento, infancia y estudios

Julia Magdalena ángela Lanteri nació en La Brigge, Italia, el 22 de marzo de 1873, en el hogar formado por Matea Guidi y Pierre Antonio Lanteri. Hacia 1879 se embarcaron rumbo a la  Argentina y, más adelante, se afincaron en la recientemente fundada ciudad de La Plata, flamante capital de la provincia de Buenos Aires. Era común escuchar entre los inmigrantes unos versos que auguraban un buen destino para quienes fueran allí: “Me voy para La Plata, la nueva capital, donde se gana mucho con poco trabajar”.

Y en 1886, Julieta se inscribió en el Colegio Nacional de La Plata, siendo la primera egresada de ese instituto y una de las primeras mujeres en recibirse de bachiller en la historia argentina. Se  traslada a Buenos Aires donde se recibe de farmacéutica en 1898, y decide estudiar medicina, disciplina prácticamente vedada a las mujeres, y logra ingresar a la Universidad de Buenos Aires, gracias al auspicio del Dr. Leopoldo Montes de Oca.

Compartió los claustros y las humillaciones con Cecilia Grierson, primera médica sudamericana, con Elvira Rawson y con Teresa Ratto, siendo la quinta mujer en recibir el título de médica en el  país, obtenido en 1906. Quiso ser profesora en la Universidad, pero fue rechazada con el pretexto de que era extranjera. Logró ingresar a la Asistencia Pública, y fue destinada a aplicar la vacuna contra la viruela.

En 1910 se casó con Alberto Renshaw, y en una muestra de su espíritu independiente, no aceptó usar el apellido de su marido con la preposición “de”, que consideraba posesiva. Así fue que en las tarjetas profesionales que imprimió en ocasión de la apertura de su consultorio privado, que la convirtió en la primera médica en atender de esta manera, su nombre fue “Julieta Lanteri Renshaw”. Tiempo más adelante se separó y volvió a su apellido de soltera.

Feminismo y política

En 1906 comienza a participar de los movimientos en favor de los derechos personales, sociales, profesionales y políticos de las mujeres. En el Congreso de Libre Pensamiento expuso sus ideas en pos de la igualdad de los sexos, el divorcio y los derechos políticos de la mujer. Para el centenario de la Revolución de Mayo, un grupo de mujeres profesionales decide convocar a un Congreso Internacional Feminista, que se celebra en Buenos Aires, y donde se discutieron todos los temas vinculados a los derechos de la mujer, a través de trabajos presentados por mujeres, lo que resultó una gran novedad. En ese marco se firmó el Manifiesto Sufragista, primer documento político en favor del voto femenino en el país.

En 1910 inicia los trámites para obtener su ciudadanía argentina, y sufre los avatares de ser la primera que por sí solicita este derecho. El juez falla favorablemente al pedido, pero el fiscal se  opuso porque era algo abstracto, ya que la ciudadanía de una mujer no servía para ejercer ningún derecho, ya que las mujeres no tenían derechos civiles ni políticos. Lanteri apela y el fiscal sigue negándose, ahora con el argumento de que una mujer no podía participar de un juicio estando  casada y sin autorización del marido. Julieta insiste y su marida la autoriza. Para esos tiempos, la mujer era considerada incapaz legal. Finalmente el fiscal de Cámara, Horacio Rodríguez Larreta se pronunció a favor de Julieta, sosteniendo que ni la Constitución Nacional ni la ley limitaban el derecho a la naturalización en función del sexo. Julieta fue ciudadana argentina por un fallo unánime de la Cámara Federal del 15 de julio 1911.

Ese año de 1911 iba a presentar la oportunidad para mostrar el ingenio político y la picardía intelectual de Julieta Lanteri. La Municipalidad de Buenos Aires llamó a los ciudadanos para que se anotaran en el registro electoral para las elecciones del año siguiente. El llamado estaba destinado a “los mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos”. Julieta vio que cumplía con todos los requisitos expresos.

Fue a anotarse y el juez a cargo, le concedió el derecho bajo el argumento constitucional de que nadie puede ser privado de lo que la ley no prohíbe. Así, el 23 de noviembre de 1911 se convirtió en la primera mujer en ejercer el derecho de sufragio en una elección nacional en la Argentina y en Sudamérica. Este hecho ocurrió en el atrio de la iglesia de San Juan Evangelista del barrio de La Boca, y el presidente de mesa era el historiador Adolfo Saldías, que escribió dejando para la posteridad la importancia del episodio.

Los diarios porteños informaron del curioso hecho al día siguiente. Más adelante, al aprobarse la ley del voto secreto, obligatorio y universal, siendo el requisito el empadronamiento militar, Julieta Lanteri se presentó en los cuarteles de alistamiento del Ejército, para que la convoquen a cumplir con el servicio militar, y poder así ser empadronada. Por su condición de mujer la rechazaron y tuvo que seguir la lucha desde la originalidad.

Fundó el Partido Feminista, y ante la negativa de anotar las listas de candidatas para participar en las elecciones, convocó a las mujeres a participar de una simulación del acto electoral, logrando una gran cantidad de votos gracias a las mujeres que se acercaron a las urnas, a pesar de la inutilidad práctica del evento.

En 1919 se presenta como candidata a diputada nacional y logra un aceptable resultado, aunque no logra acceder a la banca. Dirá en el acto de lanzamiento de su candidatura: “Mis actos son una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber: una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo, del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar. Y aquí está esta mujer que se proclama a sí misma candidata a diputado nacional, que aspira a esa banca en el parlamento y que pide a sus conciudadanos que la lleven a ella.”

Más adelante será candidata por el Partido Socialista, secundando a Juan Bautista Justo. Pero interesa destacar que en todos estos años no dejó de ejercer la medicina y el fomento de una mirada femenina para los tratamientos hospitalarios de la mujer.

Muerte y homenajes

El 23 de febrero de 1932, a los tres días de la asunción de Agustín Pedro Justo a la presidencia de  la República, Julieta Lanteri caminaba por la diagonal Roque Sáenz Peña de Buenos Aires. Al cruzar la esquina con Sarmiento, un automóvil retrocedió sorpresivamente a toda velocidad, la atropelló y la dejó tirada en la acera. Fue llevada al hospital, agonizó dos días y murió. Fue sepultada en el Cementerio de la Chacarita, luego de un funeral multitudinario. La sospecha de un crimen político nunca fue investigada, pero aún sigue vigente.

Al tiempo de su muerte, se publicaron varios homenajes en la prensa. Algunos de ellos merecen ser reproducidos: “La doctora Lanteri puso al servicio de su causa toda su energía moral, la sinceridad de sus convicciones, la bondad de su carácter así como su inteligencia, constancia y dinamismo a toda prueba… ”; “Su labor superó las dificultades y la incomprensión de una época todavía no preparada para aceptar otro rol de la mujer que no sea como madre y ama de casa.”; y “Cuando el feminismo argentino, hoy ya despierto y de pie, ocupe el lugar que le corresponde en la discusión y manejo de los intereses públicos, el recuerdo de la doctora Lanteri se irá agrandando en el agradecimiento de las mujeres hasta adquirir la estatura de precursora que legítimamente le corresponde”.

A lo largo del país, mucho tiempo después comenzaron los homenajes. Decenas de calles la recuerdan con su nombre y la última estación inaugurada del subterráneo en Buenos Aires lleva su nombre, cerca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, en el barrio de La Recoleta. Es la primera de toda la red en llevar nombre de mujer.

Una mujer inteligente, tesonera y sobre todo ingeniosa que nunca encontró algo que la detuviera en sus intentos de convertir a la mujer en un sujeto de derechos iguales a los del hombre. Una  pionera que mostró un camino que abrió sendas para millones: Julieta Lanteri.  


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