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EL LIBERAL . Santiago

Bernardino Rivadavia, el presidente del sillón (Parte II)

14/04/2018 22:13 Santiago
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Bernardino Rivadavia, el presidente del sillón (Parte II) Bernardino Rivadavia, el presidente del sillón (Parte II)

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RETIRO Y EXILIO

La historia suele regalar

momentos únicos. Los dos

grandes adversarios de unos

años atrás permanecieron embarcados

al mismo tiempo, en

mayo de 1829, en el Río de la

Plata. Desde Montevideo José

de San Martín emprendió el

exilio definitivo rumbo a Europa.

Y desde Buenos Aires, Bernardino

Rivadavia partió hacia

la calle Neuve St. Agustin

51, en París, donde se recluyó,

viajando por el viejo continente

durante 5 años. Regresó

a Buenos Aires en 1834, habitando

su casa, que aún sobrevive

en la calle Defensa al 300,

por sólo cuatro horas, ya que

fue expulsado del país. Se refugió

en su hacienda de Colonia

del Sacramento, en Uruguay.

La guerra civil oriental lo llevó

a la cárcel, y lo desterraron a la

isla de Santa Catalina, en Brasil.

Allí vivió en forma miserable

con su esposa. Indultado,

viajó a Río de Janeiro, donde

doña Juana, al resbalar en una

bañera de mármol, se desnucó

y perdió la vida. Decidió viajar

a Cádiz, solo. Allí murió el 2

de setiembre de 1845. Su casa

en la calle Murgía 145, fue adquirida

años después por el catalán

José Roger Balet, dueño

del bazar “Dos Mundos” para

donarla al estado argentino, lo

mismo que hizo con la casa de

San Martín en Boulogne Sur

Mer.

LA NEGACIóN

DE SU úLTIMA

VOLUNTAD

Bernardino Rivadavia puso

pocos mandatos en su testamento.

El más claro ordenaba

que “su cuerpo no volviese

jamás a Buenos Aires y mucho

menos a Montevideo”. La Argentina,

en algunas ocasiones,

no respeta ni la voluntad de los

muertos. Las cenizas de Rivadavia

llegaron a Buenos Aires

en 1857 y fueron sepultadas en

una bóveda del cementerio de

la Recoleta. Los dos mayores

acorazados de la historia naval

argentina y los últimos buques

de guerra con nombre de civiles

fueron el Moreno y el Rivadavia,

bautizados así en 1915.

En 1932 se inauguró su mausoleo

en la plaza de Miserere

(conocida como plaza Once), y

allí fueron trasladados sus restos.

Es el monumento funerario

más grande del país y luce

la frase de Mitre que lo ubicó a

Rivadavia entre los padres de

la Patria: “A la más grande gloria

civil de los argentinos”. La

calle en la que nacen el resto

de las calles porteñas lleva su

nombre.

Rivadavia, es para la historia,

un personaje importante.

Ni tan bueno como lo marcó

la historiografía liberal ni

tan malo como lo señala el revisionismo.

Es para los argentinos

una enseñanza aprender

a respetar el contexto de la historia

y sobre todo no juzgar intenciones

sino hechos. Eso dará

un equilibrio al juicio sobre

personajes como Rivadavia y

nos permitirá ser más amables

con nuestro presente, que es la

historia del futuro.

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