Bernardino Rivadavia, el presidente del sillón (Parte II) Bernardino Rivadavia, el presidente del sillón (Parte II)
RETIRO Y EXILIO
La historia suele regalar
momentos únicos. Los dos
grandes adversarios de unos
años atrás permanecieron embarcados
al mismo tiempo, en
mayo de 1829, en el Río de la
Plata. Desde Montevideo José
de San Martín emprendió el
exilio definitivo rumbo a Europa.
Y desde Buenos Aires, Bernardino
Rivadavia partió hacia
la calle Neuve St. Agustin
51, en París, donde se recluyó,
viajando por el viejo continente
durante 5 años. Regresó
a Buenos Aires en 1834, habitando
su casa, que aún sobrevive
en la calle Defensa al 300,
por sólo cuatro horas, ya que
fue expulsado del país. Se refugió
en su hacienda de Colonia
del Sacramento, en Uruguay.
La guerra civil oriental lo llevó
a la cárcel, y lo desterraron a la
isla de Santa Catalina, en Brasil.
Allí vivió en forma miserable
con su esposa. Indultado,
viajó a Río de Janeiro, donde
doña Juana, al resbalar en una
bañera de mármol, se desnucó
y perdió la vida. Decidió viajar
a Cádiz, solo. Allí murió el 2
de setiembre de 1845. Su casa
en la calle Murgía 145, fue adquirida
años después por el catalán
José Roger Balet, dueño
del bazar “Dos Mundos” para
donarla al estado argentino, lo
mismo que hizo con la casa de
San Martín en Boulogne Sur
Mer.
LA NEGACIóN
DE SU úLTIMA
VOLUNTAD
Bernardino Rivadavia puso
pocos mandatos en su testamento.
El más claro ordenaba
que “su cuerpo no volviese
jamás a Buenos Aires y mucho
menos a Montevideo”. La Argentina,
en algunas ocasiones,
no respeta ni la voluntad de los
muertos. Las cenizas de Rivadavia
llegaron a Buenos Aires
en 1857 y fueron sepultadas en
una bóveda del cementerio de
la Recoleta. Los dos mayores
acorazados de la historia naval
argentina y los últimos buques
de guerra con nombre de civiles
fueron el Moreno y el Rivadavia,
bautizados así en 1915.
En 1932 se inauguró su mausoleo
en la plaza de Miserere
(conocida como plaza Once), y
allí fueron trasladados sus restos.
Es el monumento funerario
más grande del país y luce
la frase de Mitre que lo ubicó a
Rivadavia entre los padres de
la Patria: “A la más grande gloria
civil de los argentinos”. La
calle en la que nacen el resto
de las calles porteñas lleva su
nombre.
Rivadavia, es para la historia,
un personaje importante.
Ni tan bueno como lo marcó
la historiografía liberal ni
tan malo como lo señala el revisionismo.
Es para los argentinos
una enseñanza aprender
a respetar el contexto de la historia
y sobre todo no juzgar intenciones
sino hechos. Eso dará
un equilibrio al juicio sobre
personajes como Rivadavia y
nos permitirá ser más amables
con nuestro presente, que es la
historia del futuro.