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Unasur, ¿una herramienta estratégica o un espacio vaciado de consensos?

05/01/2018 00:01 Opinión
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En abril de 2017, nuestro país asumió la Presidencia

Pro Témpore de la Unión de Naciones Sudamericanas

(Unasur), y surgió una gran inquietud entre los

Jefes de Estado y cancilleres sobre que iba a suceder

con la Secretaría General del organismo, lugar

que, desde el nacimiento de este ha implicado gran visibilidad

continental, e importantes desafíos.

Aunque nacido con las urgencias de las crisis, en unos

pocos años Unasur ha logrado un importante papel en la

definición de agendas y prioridades de seguridad y defensa,

y ha desarrollado una activa cooperación sectorial en

este campo. Desde el Consejo de Defensa Sudamericano

(CDS) han surgido actividades para establecer una metodología

común que facilitara y homogeneizara el reporte de

los gastos y activos de defensa, como también, la preparación

de un borrador de Protocolo de Cooperación en Paz y

Seguridad. A su vez, se han puesto en práctica importantes

iniciativas de cooperación en la industria de defensa e

incluso, se han aprobado decisiones que pretenden impulsar

la creación de una Agencia Espacial de Sudamérica, la

puesta en marcha de una Escuela Sudamericana de Defensa

(ESUDE), entre otras cuestiones.

A su vez, las visiones de seguridad y defensa en Unasur

pretendían mantener un esquema cooperativo entre

los estados miembros; como así también los principios de

gobierno civil y control democrático que se asentaron en

la región tras las dictaduras militares. Asimismo, se comprueba

cómo se ha impuesto una diferenciación entre los

ámbitos de defensa y seguridad(pública),respaldada por

países como la Argentina, frente a planteamientos que, en

parte debido a condicionamientos internos, plantean una

visión que une, y también difumina ambas categorías, como

es el caso de Colombia. Estas posiciones, tienen importantes

implicaciones en el papel que juegan las Fuerzas Armadas

(FF.AA.) y su ámbito de actuación, así como en clave

de fortalecimiento institucional y de respeto de los derechos

humanos (Alda, 2012).

Para entender la ambivalente y a veces contradictoria

actuación de los países de la región en cuanto a esa

agenda no tradicional de seguridad, y la lentitud y menor

compromiso con el proceso de creación de instituciones,

definición e implementación de políticas, también

habría que aludir a los objetivos de autonomía regional

de Unasur y el CDS y en particular a la pretensión

de un buen número de países suramericanos de reducir

el papel de la OEA y el sistema interamericano, haciéndose

cargo —al menos a nivel formal— de los asuntos en

los cuales este organismo hemisférico se ha mostrado

más activo hasta al momento. Por ejemplo, Unasur ya

ha asumido el papel de gestión de crisis y de estabilización

regional tradicionalmente asumido en exclusiva por

la OEA, y ha empezado a abordar tareas como la observación

de elecciones a través del Consejo Electoral de

Unasur, que ya ha actuado en Ecuador, Paraguay o Venezuela.

Asimismo, Unasur fue importante en momentos determinantes

de los últimos años en América Latina. En 2008,

con una rápida reunión en Santiago de Chile, ayudó a disipar

los intentos de desestabilización que sufría Evo Morales

en Bolivia. Hizo lo propio en 2010, cuando Rafael Correa

enfrentó un intento de golpe de Estado, y en 2012 en Paraguay,

donde rechazó enfáticamente la caída del gobierno

de Lugo -a pesar de no poder lograr el objetivo de que éste

retorne al Palacio López, sede del Ejecutivo.

No obstante ello, se visualiza una dispar actuación de

los estados, la que se pone de manifiesto en la marcada

preferencia de un accionar individual en las agendas, foros

y organizaciones internacionales y globales y por la pluralidad

de opciones que se observa en la región en cuanto

a los vínculos fuera de la región. Las alianzas extra regionales

de los países pertenecientes al Alba-TCP, subordinadas

a visiones geopolíticas de matriz contra-hegemónica, y

basadas en nociones clásicas de los equilibrios de poder,

sumadas a las crisis políticas internas que atraviesan cada

país, en especial Venezuela serían uno de los elementos

dables de mencionar.

La llegada de la democracia, en 1983, significó para

nuestro país y su política exterior un cambio trascendente,

los años del presidente Alfonsín significaron un nuevo

posicionamiento en el mundo planteando los comienzos de

una política de unidad latinoamericana, que continúa hasta

nuestros días.

En virtud a ello, es que, como argentinos debemos esperar,

de que se abogue por una veloz resolución del nombre

-y el país- que ocupará la Secretaría General de la Unasur,

lo cual será clave para avanzar en una integración regional

más autónoma, ya que se trata de crear una realidad

tangible y fuerte que nos posibilite aprender de nuestro pasado

y de los errores cometidos y así avanzar hacia una

unión fraterna y definitiva.

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