¿Madre feliz? ¿Madre feliz?
¡Buenos días! Hoy no es Día de la Madre, ya lo sé. O sí es el Día de la Madre, en realidad. Porque la presencia de la madre hace que todos los días sean de alguna manera suyos. Y su ausencia de este mundo hace que esté presente de otro modo. Esto cuando se valora, se ama debidamente a la propia madre. Pero no siempre sucede. Es más, las excepciones son mucho mayores de lo que habitualmente se cree.
¿Quién escucha las congojas de las madres arrinconadas en su vejez y soledad? ¿Quién escribe a su favor, quien las defiende? Voy a reproducir aquí una carta recibida por mí, hace algún tiempo. Es de una madre anciana que, en su día, no pudo ser feliz:
“¿Feliz Día de la Madre, cuando pasan meses que ni siquiera recibe una llamada telefónica para preguntar si vive, si está sana?
¿Feliz Día de la Madre, cuando se tiene el coraje de no llevar a sus nietos para que la visiten?
¿Feliz Día de la Madre, cuando por problemas de celos con los hermanos no ven a su madre?
¿Feliz Día de la Madre, cuando creemos que no visitarla nos hace sentirnos independizados?
¿Feliz Día de la Madre, cuando por algún problema decidimos que somos dueños de la verdad y como algo muy simple nos olvidamos de su existencia?
¿Feliz Día de la Madre, cuando la vemos como una cosa que da y da, y cuando deja de hacerlo es material descartable? ¿Feliz Día de la Madre, cuando huimos del diálogo, que es el camino de la amistad?
Si ustedes son madres también, que Dios las ampare, porque alguna vez pueden sentir en carne propia lo que hoy están haciendo con ella, y quizás luego sea demasiado tarde para arrepentirse...”.
¡Qué tristeza me da saber que haya hijos capaces de hacer sufrir tanto a su madre! Después viene la muerte y con ella los lamentos. “No esperes a que se muera para llevar flores al cementerio. En vida, hermano, en vida...”. ¡Hasta mañana!