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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

“Creo en el Espíritu Santo”

20/05/2017 22:42 Padre Koffi Gilbert
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“Creo en el Espíritu Santo” “Creo en el Espíritu Santo”

Hoy es un domingo muy especial,

antes de llegar a la fiesta

de Pentecostés, en el que Jesús

nos habla del Espíritu Santo.

En nuestro credo, decimos “creo

en el Espíritu Santo”, pero ¿qué

quiere decir?

Es la tercera persona de la

Santísima Trinidad y es muy importante

en la vida cristiana. Que

es el amor entre el Padre y el Hijo

que da vida a todas las cosas y

las santifica. Con el Espíritu Santo

la Virgen María va a concebir

y después los apóstoles van a recibirlo.

El Espíritu Santo vive en

nuestros corazones desde el bautismo,

nos guía e ilumina para

que podamos comprender y vivir

las enseñanzas de Jesús. Nos

conduce en el camino hacia Dios,

nos ayuda a ser santos y nos reúne

en una misma familia, que es

la Iglesia.

Como dice el Catecismo de

la Iglesia Católica: “Nadie puede

decir Jesús, el Señor, sino por

el Espíritu Santo” (1 Cor 12, 3).

Dios ha enviado a nuestros corazones

el espíritu de su hijo, clamando

“¡Abba! ¡Padre!”.

El bautismo nos da la gracia

del nacimiento en Dios Padre,

por medio de su Hijo en el Espíritu

Santo. Los que son portadores

del espíritu de Dios son conducidos

al Verbo, es decir al Hijo,

pero el Hijo nos presenta al Padre;

y el Padre conduce al Espíritu

Santo.

El Espíritu Santo nos da la posibilidad

de entrar, en ese Espíritu

de Dios. Creer en el Espíritu

Santo es, por tanto, profesar que

es una de las personas de la Santísima

Trinidad.

Como dice el Símbolo de

Constantinopla, “con el Padre y

el Hijo recibe una misma adoración

y gloria”.

Por eso se ha hablado del misterio

divino del Espíritu Santo en

la “teología trinitaria”, en tanto

que aquí no se tratará del Espíritu

Santo sino en la “Economía”

divina.

Hoy, podemos continuar creyendo

en ese Espíritu Santo porque

necesitamos su fuerza y que

él nos da la posibilidad de vivir

como hijos e hijas de Dios.

Creer en el Espíritu Santo es

estar convencidos de que él va a

renovar permanentemente nuestras

vidas, haciendo que de nuestro

interior “broten ríos de agua

viva” (Jn 7, 38, 39).

Es creer que nosotros también

podemos vivir un continuo

Pentecostés. Por eso, el espíritu

de Dios es el viento huracanado

que no nos deja conformarnos,

instalarnos, estancarnos en

lo poco o mucho que hayamos alcanzado.

Es un viento que anima

y sostiene no sólo nuestras vidas,

desde el punto de vista individual,

sino también nuestra vida

como comunidades y de la Iglesia

entera.

Por ello es que nos dirigimos

al Padre diciendo: “Envía tu espíritu

Señor y renueva la faz de

la tierra”. Es en el Espíritu Santo

que creemos que nos da la fuerza,

la gracia, para que lleguemos

a vivir como verdaderos cristianos.

R

efiriéndose al Espíritu Santo,

San Agustín decía: “él habita

en lo más profundo de nosotros,

a punto de estar más cerca

de nosotros, más íntimos nosotros

que nosotros mismos”.

Es el Espíritu que desde lo

más profundo de nuestro ser va

intercediendo entre nosotros y

esa acción en nuestro interior

hace que se manifieste sus frutos:

amor, paz, alegría, paciencia,

bondad, felicidad, mansedumbre,

dominio de sí. (Carta a los

gálatas 5, 22-23).

Aunque lo hayamos recibido

en el Bautismo, la Comunión

y en la Confirmación, en este domingo

preparemosno para dejar

al Espíritu Santo guiar nuestras

vidas y que las fortalezca, para

que no vivamos únicamente

con el espíritu de este mundo. El

Espíritu Santo viene en ayuda en

nuestras flaquezas; él intercede

por nosotros cuando no sabemos

pedir, pero el Espíritu Santo ora

por nosotros con gemidos que no

pueden expresarse con palabras.

(Carta a los romanos 8, 26).

El Espíritu Santo es el maestro

de la oración.

Que a través de esta persona

de la Trinidad lleguemos a dar

testimonio a todos los verdaderos

misioneros. Que nuestra Madre,

que ha creído en la acción

del Espíritu Santo en su vida para

transformar y salvar el mundo,

nos ayude a llegar a entrar en

este espíritu de Dios.

Pidamos a María Auxiliadora,

que vamos a celebrar este 24

de mayo, para que nos ayude para

imitar a esta Madre, que está

siempre para mostrar el camino;

que nos dé la posibilidad de hacer

presente a su Hijo, con presencia

del Espíritu Santo, por

la gloria de Dios y del mundo.

Amén.

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