Femicidios… la dura realidad de la violencia de género Femicidios… la dura realidad de la violencia de género
En cuestiones de violencia de género, y de los consecuentes femicidios, se dice y se ha escrito mucho. Una ventaja que tenemos los Neuropsicólogos y Psicólogos Clínicos, si se quiere, es que escuchamos, durante muchas horas semanales, a mujeres atrapadas en relaciones violentas; mucho más si se trata en mi lugar de trabajo como perito psicólogo forense; por un lado, hacemos prevención: les damos herramientas para que –a partir de volver a creer en sí mismas– puedan salir de esas situaciones y, por el otro lado, trabajamos lo posterior: el alma femenina queda muy lastimada luego que haber estado inmersa en esos pequeños infiernos. Se nos van mujeres y adolescentes con todo por delante, llenas de vida, pero que un día un verdugo de turno las toma como si fuesen un objeto, y las retira del mundo, como si nada, como cuando se rompe algo y se lo tira a la basura. "¿Cómo puede ser? ¿Cómo alguien puede hacer algo así?", decimos internamente, y no encontramos respuesta desde la razón. Tratamos de no imaginar lo que pudieron ser sus horas finales; nos identificamos con esos familiares desgarrados por el dolor y la impotencia. Y seguimos reflexionando sobre la crueldad del ser humano, sobre la falta de justicia, sobre el sadismo en la sociedad, sobre los psicópatas que "entran y salen" y que, en una de esas salidas se llevan una vida. Sabemos que entre ese grupo tan particular de personas que se dedican a destruir el tejido social, hay conducta imitativa, hay contagio, hay "causa común". Personalidad psicópata Los hombres violentos forman parte de lo que los neuropsicólogos y psicólogos Clínicos llamamos "las psicopatías". Hay diferentes tipos, cada subgrupo tiene sus "preferencias" destructivas: están aquellos con rasgos sexuales en su accionar (abusadores, violadores); los más orientados a la delincuencia, que maltratan y matan, porque sí; los que no ejercen la violencia directa, y sólo se quedan en los tormentos psicológicos con diferentes víctimas, en su trabajo, familia, amigos. Las variables son muchas, pero lo central es que todos operan más o menos igual: tienen un radar muy refinado para captar la fragilidad de las víctimas que no han podido construir o desarrollar las defensas y la autoestima necesaria como para poder defenderse. Quien comete femicidio posee ciertos rasgos que permiten identificarlo/a. • Personas violentas y celosas. Se trata de una violencia incontrolable. Aquellos que responden con excesiva violencia ante cualquier situación que ponga en riesgo su instinto de "superioridad", son propensos a cometer este delito. • Consumo de drogas. Muchos de los ataques que se han hecho contra mujeres se han perpetrado bajo el influjo de una droga o el alcohol. • Complacencia social con la violencia. Quienes crecieron en un contexto social en donde la violencia contra las mujeres se celebra y se incentiva (violencia de sus padres) tienen comportamientos que pueden derivar en violencia feminicida. • Impunidad. Quienes han tocado a una mujer indebidamente, sin consecuencias jurídicas por su actuar, van incrementando su nivel de agresión y puede llegar a cometer un femicidio. • Misoginia. Aquellos que muestran un odio irracional hacia las mujeres son propensos a ejercer violencia extrema. • Machismo exacerbado. Las personas que consideran a la mujer como un ser inferior podrían ser potenciales femicidas. • Cultura patriarcal. Quienes viven en un entorno en el que constantemente se minimizan los derechos de las mujeres sólo por cuestiones de género constituyen un foco rojo. Es fundamental que cualquier manifestación de violencia contra las mujeres sea denunciada con la finalidad de sentar un precedente legal y prevenir futuras agresiones. Por sus tres minutos de satisfacción narcisista y homicida, destruyen una vida Una vez que captan a su víctima, entran desde la seducción, desde la habilidad que tienen para manipular, mentir y engañar y, de a poco, empiezan el trabajo de destrucción, de erosión de la personalidad, con decenas de mecanismos: descalificación, aislamiento, maltrato, cosificación; son decenas de sutiles acciones que confunden hasta dejarlas en ese estado intermedio entre sueño y realidad. Ya quebradas en sus defensas, empieza la eventual violencia directa, que muchas veces, deriva en estos femicidios que estamos escuchando cotidianamente. Porque emerge cada vez que "aparece" algo de lo femenino, del "ser mujer", de los deseos y sentimientos asociados al género. La psicopatía no es una patología; sí para la ciencia; para ellos (los femicidas) es un "modo de ser". No están enfermos y hay que "curarlos". La pasan bien con lo que hacen. Por sus tres minutos de satisfacción narcisista y homicida, destruyen una vida, y la de decenas de víctimas colaterales (familia, amigos, etc.), de las cuales se habla poco y, encima, ven que no hay castigos justos. El psicópata, el depredador franco, sale y repite este tipo de conductas. La solución, la esperanza Como neuropsicólogo, como persona que trabaja con el dolor, tengo que decir que las herramientas están, para reparar y lograr que la gente siga viviendo luego de pasar estas experiencias; y son efectivas. Se puede volver de la violencia, sin duda; y no es sólo con terapia sino también a través del amor que nos sana del dolor, del odio y del maltrato vivido. Entre todos podemos erradicar los males y presionar a la Justicia para que actúe con mayor eficacia. Por lo pronto, mirémonos frente al espejo, por sobre todo los hombres, y tratemos de identificar y desterrar todo machismo en nosotros. No dejaremos por eso de ser varones.