27/12/2015 05:15 Interior
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Los devotos de San Esteban desafiaron los más de 40 grados en Sumamao Los devotos de San Esteban desafiaron los más de 40 grados en Sumamao
SUMAMAO, Silípica por corresponsalía Loreto (C). Nuevamente Sumamao fue el centro de una de las expresiones de religiosidad popular más importantes que tiene esta provincia, mediante la cual miles de personas veneran al primer mártir de la Iglesia Católica, las tradicionales vivas a caballo, la carrera de los indios y la particular procesión que se realiza entre los arcos cargados de golosinas, rosquillas y otras confituras se realizaron ayer en el corazón del paraje silipiqueño. Apenas comienza a despedirse el día de navidad y las últimas luces del sol iluminan el camino que lleva a Sumamao, éste se puebla de peregrinos, algunos corren, otros caminan, pero todos tienen el mismo destino llegar hasta la casa donde se encuentra la pequeña imagen de San Esteban que llegó hasta el lugar luego de peregrinar tres días por el camino de la costa. Comienza a amanecer en Sumamao y la visión que muestran las primeras luces es sorprendente, una interminable cola de personas que superan los mil metros, que luego de caminar esperan más de dos horas para tomar gracias en la pequeña imagen, sus rostros se ven agotados. "Yo caminé desde Loreto, son veintitrés kilómetros, se me hicieron ampollas, estoy rendida, pero feliz por haber podido cumplir mi promesa", testimonia una peregrina loretana. Bombas interminables Mientras que en un ciclo interminable las bombas y las gruesas de cohetes se intercalan una y otra vez, el aire huele a pólvora, por el sistema de audio un animador da cuenta de la presencia de músicos y celebridades, mientras que en el lugar donde tradicionalmente se realizan las vivas, se comienzan a colocar los arcos (grandes ramas de quebracho blanco, plantados allí previamente por los promesantes que han nombrado al santo protector) de estos cuelgan golosinas, serpentinas, globos, papeles multicolores, los que serán el centro de la disputa de los alféreces (jinetes) en la última corrida. El pegadizo ritmo contagioso de la marchita de San Esteban invita a golpear las palmas o los pies contra el piso, los promesantes montan y pasan entre los arcos y luego de superar el último, salen a todo galope hacia el público que les arrojan caramelos y otras golosinas. Según los testimonios algunas cosas cambiaron pero, esencialmente es lo mismo, antes en los arcos solo se colocaban, papeles de colores, roscas, empanadillas, rosquetes, bolsitas con algarrobas y mistol, "esas ichas que son ofrendas, son cosas santas porque fueron ofrecidas y bendecidas por el santo", indicó Oscar Sayago uno de los promesantes de San Esteban. Cuando los músicos se retiran del predio es la señal de que se está por producir la última carrera, los auxiliares piden que se retiren lo más que se pueda, a la vez que informan que las vivas serán muy riesgosas, las gruesas de cuetes estallan entre los vasos de los caballos, y decena de estos salen en una alocada carrera y a la señal del síndico que porta una bandera argentina, jinetes y promesantes se lanzan en medio de un caos sobre los arcos para arrancar las ichas. Testimonios Bajo el azote del sol la interminable fila de promesantes se hace eterna casi. En sus rostros se ve una mezcla de cansancio, esperanzas y satisfacción que les produce cumplir con lo prometido. "Vengo a pedir por la salud de la familia y agradecer por todo lo que nos brinda, tengo una hija que está estudiando y agradecerle la posibilidad que podemos darle gracias a Dios", cuenta Oscar Alfredo Sayago, quien es devoto de San Esteban desde su más temprana infancia. "Yo hace 12 años que vengo a la fiesta, siempre lo hago para agradecer o para pedirle algún favor, pero más es por agradecer todo lo que tenemos porque estamos bien, en particular mi familia", asegura José "Purela" Rodríguez. Norberto "Turco" Padilla es uno de los personajes que animan esta tradicional fiesta; él, junto a su bombo, acompaña las procesiones de San Esteban desde hace más de sesenta años: "Yo tengo muchas promesas y, tengo una promesa para seguirlo acompañando con el bombo desde el rancho solo para los últimos indios, hasta llegar aquí al pie de San Esteban". "A mí se me cumplieron todos los pedidos que hice, ahora tengo una promesa para mi nieto para que me lo ayude a caminar porque él es discapacitado, me lo ayuda a hablar; yo sé que mi santo no me va a fallar, porque tengo fe en él", relata Padilla, en el final casi de una jornada teñida de todo este colorido festejo y homenaje: el compás de los bombos, el traqueteo de la pirotecnia, el desenfreno de los caballos, pero todo ello impulsado por la gran fe que genera en sus fieles devoto el primer mártir de la Iglesia Católica. l