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El niño desfigurado, una historia de vida con final ¿feliz?

06/10/2015 17:21 Mundo
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Sus padres lo abandonaron y vivió sus primeros tres años en hospitales después de un calvario de operaciones. No fue después de 40 años que volvería a ver a su madre. En el medio, queda una historia de marginación, de dolor, de orfanatos y hasta de narcotráfico que retrata hoy en un libro "Running from the Mirror" (Huyendo del Espejo).

Como niño, pasó de casa en casa con diversos padres adoptivos. Vivió sus primeros 16 años con una familia alemana en Morristown, Nueva Jersey con una madre adoptiva que, según Shulman, en su entrevista con el diario The Daily Mail, no lo podía ni mirar.

Después de varias cirugías, Shulman pasó a vivir con una familia judía donde tan solo duró una semana. Después de la familia judía, Shulman permaneció el resto de su juventud con Vito y Mary Signorelli en el Bronx de Nueva York. Shulman describe a estos como lo más parecido a unas figuras paternas.

Su deformación física le causó acosos no sólo con sus padres adoptivos sino también de otros niños que cruelmente lo llamaban "nariz de cerdo" y "cara aplastada".

En su libro, Shulman también describe como antes del encuentro con su madre, trabajó como un exitoso narcotraficante.

"Yo nunca quise hacer una carrera de narco y nunca olvidé que con sólo un error podía terminar nuevamente en un programa estatal - y esta vez no sería con una familia adoptiva," relató.

Shulman se pudo superar y se convirtió en un exitoso dueño de boliches en EE.UU. donde incluso conoció a su esposa.

Años después, relajado en su casa, Shulman vió en la televisión un anuncio para encontrar a sus seres queridos.

Al día siguiente llamó para encontrar a sus padres biológicos y seis semanas después habló por primera vez en 40 años con la madre que lo había abandonado.

Luego se reunió con ella y ese día Shulman descubrió que tenía tres hermanos y que ellos sabían de su existencia. Se encontraron una vez más en el Hotel Plaza de Nueva York y conoció a sus tres hermanos, entre ellos un fiscal.

Poco después del segundo encuentro con su familia biológica, la madre no quiso verlo ni hablar más con él porque Shulman, creyó ella, le tenía demasiada rabia.

El reencuentro con su familia ciertamente no fue como aquella publicidad que había visto en TV. No hubo final feliz. Pero sí quedó una lección. Shulman hoy trabaja con niños abandonados y es voluntario en Hillsides, una ONG que ayuda a chicos, jóvenes y sus familias vulnerables.

"Una parte de las ganancias de mi libro irán a Hillsides", prometió.

Fuente: minutouno.com

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