Pubertad y adolescencia: "La vida urge, no espera, y la angustia toma formas desesperadas"
Por Lic. Ivon Quelas. Psicopedagoga MP17. Psicoanalista. Fundación Parletre.
El psicoanálisis de orientación lacaniana explora el concepto de Adolescencia partiendo de las definiciones freudianas sobre la Pubertad. Freud decía que el inicio de la misma se produce a través de dos vías: las primeras, marcadas por la biología y el desarrollo hormonal, una implosión pulsional que produce metamorfosis corporal y las segundas, los efectos de estos cambios en los dominios psíquicos, que llevan al desprendimiento del cuerpo, las emociones y la imagen infantil abonada por la mirada parental.
A lo largo de la infancia va sabiendo quién es para el deseo del Otro, qué se espera de él, que respuesta dá él a esa expectativa. Pero la estación PUBERTAD cambia el rumbo, es un fin de camino empalmado con un no sé a dónde, una encrucijada de la vida con destino incierto y todo por definir.
Los cambios experimentados en el cuerpo, la mente, en la imagen, los lazos, desorientan al joven pasajero y lo instan a tomar el lugar de maquinista en el tren de su vida, sin las coordenadas de orientación conocidas.
Frente a ésta realidad no cabe quedarse parado. Debe seguir. Las palabras de sus adultos de referencia ya no le sirven para entender lo que le sucede, y no son tomados como referentes. Esto nuevo arrolla y no hay sentidos que provengan de los Otros adultos que puedan explicar, darle significado a lo que le sucede y qué rumbo tomar. Por eso, el alejamiento de los padres no es un acto de rebeldía, es una necesidad de salir y buscar afuera las respuestas.
Es significativo como las historias de la literatura universal y moderna han representado siempre este exilio del mundo infantil siempre con un viaje: desde caperucita roja que desobecede los mandatos de su madre en su camino por el bosque y sus desafíos, hasta la última producción de Disney "intensamente 2", donde la protagonista realiza un campamento separada de sus padres. Una partida que se realiza a su propio riesgo, inevitable. La vida urge, el afuera llama.
Nacemos como sujetos del deseo del Otro. Otro parental que nos arropa con el deseo de nuestra existencia y festeja las ocurrencias y aprendizajes. Ese amor arropa, define, construye el ser del sujeto. Y el afán del niño es responder a la pregunta: ¿Qué quiere este otro que me prodiga su amor?
En la pubertad la pregunta cambia, pues el sujeto se encuentra con el Otro sexo: ¿ Qué quiere una mujer? Qué quiere un hombre? ¿Cómo responder a ese deseo?. Esto causa angustia, pues el púber no sabe qué objeto es para el deseo del otro sexuado.
En la pubertad el sujeto debe pasar de ser objeto del deseo del otro (los otros que lo acogieron en la infancia con su particular modo de amar), a ser un sujeto deseante, que implica tomar una posición activa: elegir un objeto de amor, una identidad y posición sexual desde donde responder de un modo singular.
Estas preguntan se imponen en la pubertad, desoírlas lleva sus costos. La vida urge, no espera. Y la angustia a veces toma formas desesperadas.
Las primeras respuestas, según Freud surgen en el campo de la fantasías. El púber es dado a las fantasías a través de las cuales va probando, tentando, armándose un ser que responde a éstos desafíos.
Pero debe dar un paso más. Y los actos, erráticos o asertivos forman parte del proceso y van configurando el camino hacia el hombre que deberá ser. La salida es compleja, involucra varias facetas. Desde las que responden a lo imaginario ( hacer semblante, atender a la imagen que espera proyectar, como ser visto ); a lo simbólico (hacerse un nombre, definir una personalidad, reconocerse en ciertos valores, pertenecer a cierto grupo de referencia, una identidad); y desde lo más Real, que concierne al cuerpo y los modos de satisfacción que siempre implican una porción de sufrimiento. En definitiva un modo complejo de ser y estar en el mundo.
Hasta aquí la adolescencia que debieron atravesar los sujetos a lo largo de la historia. Las diferencias en éstos recorridos y salidas, están dadas por las coordenadas de cada época y las ofertas de salidas que propone.
¿Qué sucede hoy?
Nuestra época presenta una particularidad que hace que no sorprendan las salidas adolescentes que atentan contra la integridad física y psíquica con severas consecuencias.
Cuando otras épocas ofrecían salidas por el discursos religiosos, los idealismos políticos, criterios definidos sobre lo permitido y lo prohibido, opciones binarias de identidad y posición sexual, formas consensuadas de lugares sociales desde done responder como adultos en la sociedad; esta época ha multiplicado las posibilidades de ser y hacer. Por su parte, el mundo de internet con su infinidad de posibilidades, ha multiplicado exponencialmente las opciones para obtener todo tipo de objetos y servicios sin moverse de lugar y sin tener que pasar por el otro para obtenerlas, es decir, a un click de distancia y sin poner el cuerpo, la imagen y las palabras a circular. Esto a detonado los contactos humanos y con ello, los lazos y sus palabras que sostienen y performan la humanidad.
Como consecuencia de ello, el adolescente, sin el refugio ideales que sostengan, busca taponar la angustia con objetos que consume sin freno, tales como los tecnológicos y el uso no discontinuo de conexiones digitales que lejos de calmar, incrementan el vacío que espera en cuanto el botón se apaga y el otro se desvanece. En otros casos, la angustia toma el cuerpo en lo que se dio a llamar "ataques de pánico", inexplicable, aterrador o en actos que atentan contra su integridad y en ocasiones, contra su vida, constituyendo así las patologías del cuerpo y los lazos.
El psicoanálisis, lejos de denunciar y resistir éstos cambios inevitables de los tiempos, insta a los analistas a ponerse en el horizonte de su época, ofreciendo a los adolescentes un espacio de palabra, de presencia, de búsqueda y salida ante los desafíos del tiempo que atraviesa.