La batalla cultural, un conflicto sin vencedores
Por Guillermo Justo Chaves
A poco más de una semana de la polémica intervención de Milei en el Foro de Davos, cargada de agresiones hacia minorías desaventajadas, quedó instalada en la agenda lo que él denomina: "la batalla cultural". Algo que no es novedoso aquí ni en otras latitudes.
La batalla cultural refiere a la lucha por la hegemonía cultural y simbólica en la sociedad. En nuestro país esa lucha se dio históricamente entre el modelo agrícolaganadero -desde la dictadura se agregó el rentístico-financiero y, últimamente, el extractivista vinculado a la minería e hidrocarburos-, y el modelo industrial, ampliador de derechos. Esa disputa económica se trasladó a lo político, cultural y simbólico.
Esa batalla por la hegemonía en la historia argentina no ha tenido vencedores, y ese empate nos ha instalado en una lógica pendular que es la causa de los problemas estructurales de Argentina. Los modelos económicos se suceden con mayor o menor intensidad y la dificultad para llevar adelante políticas públicas efectivas y sostenibles ha atrapado a nuestro país y le ha impedido el desarrollo económico.
Pero lo cierto es que Milei con la baja de la inflación, el equilibrio fiscal de dudosa sostenibilidad y el ancla cambiaria, se siente habilitado frente a un preocupante silencio de un sector de la dirigencia y de una parte de la sociedad, a avanzar en esta "batalla cultural", e intentar modificar el sentido común de los argentinos. Cuenta con la ventaja que se apoya en los poderosos y va contra los débiles. Juega con la cancha inclinada, por ahora.
Lo hace con un estilo de lenguaje persecutorio, que excluye e invalida al otro. Con deshumanización del que piensa diferente. Utilizando las herramientas del mundo de las redes y la tecnología, como las burbujas de desinformación, las "fake news", el uso de datos falsos, las broncas, los odios o "el baiteo".
ara intentar llevar a la Argentina nuevamente al siglo XIX, esa mirada regresiva ultraconservadora se sostiene en el clima de época imperante en parte de las sociedades occidentales, donde pareciera que el capitalismo ya no necesita de la democracia, y el Estado es un estorbo para los ultra ricos dueños de la tecnología a nivel global.
Otra arista de esa "batalla cultural" la vemos en la falta de gestión del Estado y su desmantelamiento. En el desfinanciamiento de las provincias y de áreas sensibles, en el intento de aniquilamiento de la educación pública, de la seguridad social y de la salud pública. La necesaria desburocratización del Estado y una mayor eficiencia, algo en lo que acordamos, no debe implicar sacarle capacidad de gestión, abandono de la economía real, ausencia de modelo de desarrollo integral o falta de empatía ante el dolor o la comunidad de sufrientes que crece día a día.
Lo cierto es que además de sentirse habilitado para avanzar por haber controlado un poco la inflación algo que debe quedar como lección sobre el valor que tiene esto para los argentinos-, también Milei cuenta con el hecho de que el daño ocasionado a la población en diferentes áreas es compensado con políticas públicas que lleva adelante Axel Kicillof, por ejemplo, que con la herramienta de Cuenta DNI, la cobertura en salud pública, obra pública, vacunas, y tantas otras medidas, amortigua el impacto que sufren los argentinos. Es decir, ante la ausencia del Estado nacional viene al rescate el Estado provincial, lo que paradójicamente puede ser capitalizado por Milei.
Volviendo a la "batalla cultural", se comete el error de pensar que se la puede ganar en democracia. Ejemplos de batalla cultural nos muestran que la única alternativa es derrotando al adversario militarmente o aniquilándolo. Eso ocurrió en la Guerra Civil en Estados Unidos (1861-1865) donde el modelo industrial y un proyecto de sociedad se impuso sobre el sur agrícola y esclavista. Otro triste ejemplo fue el intento fallido de la dictadura militar argentina que quiso acompañar el cambio en la matriz económica del país con un nuevo "sentido común" a través de la violencia estatal.
Entonces ¿qué nos depara el futuro de este experimento social? Cuando el mundo capitalista va hacia un rediseño del modelo industrial, acá se apuesta a un modelo financiero y extractivista. Cuando aquí hay un "empate hegemónico" entre las ideas, promueven una "batalla cultural" ultraconservadora para imponerse. Es cierto que así se puede ganar alguna elección, pero será algo pírrico.
Mal que les pese a muchos, en democracia deben buscarse consensos en los disensos. Si no, volveremos pronto a la Argentina pendular, y como dicen las leyes de la física, cuanto más se mueva el péndulo hacia un lado, más al otro extremo irá después.
La búsqueda de una síntesis con aportes de las miradas contrapuestas es la clave. Que sabemos, no es lo mismo que el punto intermedio de un péndulo. Hegel decía que una mesa no es más árbol ni madera. Es una mesa. Pero si antes no hubieran existido ambos, no sería mesa, por eso árbol y madera forman parte de su esencia.
El desafío será plantear el debate de que puede haber otro camino. Una Argentina de esperanzas y acuerdos. No de angustias y odios. No para volver atrás, sí para construir otro futuro. Sin inflación, con equilibrio fiscal. Pero con industria y trabajo. Con un Estado inteligente. Con una explotación sostenible de los recursos naturales, desarrollo de la economía del conocimiento, la inteligencia artificial e instituciones fuertes, educación de calidad y buena salud. Una Argentina más justa, en desarrollo, integrada al mundo en paz, con conductas y valores ejemplares en los liderazgos y una dirigencia renovada a la altura de las circunstancias.
Es la única forma en que construiremos un futuro diferente. De lo contrario, a pesar de Milei o de sus opuestos, no habrá vencedores en esa batalla por la hegemonía económica, política y cultural. Sólo habrá, otra vez, una gran derrotada; nuestra querida Nación Argentina.