Opinión

Inteligencia Artificial: del Apocalipsis al Messi que llevamos dentro 

Por Gisela Colombo.

Cuando la máquina de vapor se aventuró a atravesar las llanuras con la carcasa de un tren, parte importante de la humanidad sucumbió a la tendencia de temer, nada menos, que el apocalipsis. El fin del mundo. Sucesos similares llevaron al suicidio masivo a sujetos que vivieron en las bisagras numéricas de los calendarios: el año mil, por dar un ejemplo. Quienes, al llegar el año dos mil, teníamos ya uso de razón, conocemos los temores apocalípticos que hablaban de un colapso digital seguido de apagones inexorables, que acabarían con la vida de millones de electro-dependientes y desquiciarían el mundo laboral a gran escala, entre otros vastísimos males. 

Nada de eso ocurrió. No obstante, cada vez que el progreso conquista nuevos horizontes, se multiplican las elucubraciones sobre su poder destructivo. 

La ciencia ficción del siglo XIX propuso, en general, una utopía que concebía la vida futura en la tierra como algo infinitamente mejor. Pero ya en las décadas finiseculares y durante todo el siglo XX, la mirada acerca de las conquistas de ciencia y tecnología se tornaron mayoritariamente "distópicas", es decir, pesimistas. De allí a pensar apocalípticamente, solo un par de estaciones.

Este tópico del horror al progreso que convocan una y otra vez la literatura, el cine y la televisión, fue bautizado por Mary Shelley, autora de Frankestein, quien reservó el subtítulo de su obra para acuñarlo. Lo llamó "El moderno Prometeo".

Prometeo fue un titán de la mitología griega que hurtó las semillas de sabiduría —o el fuego sagrado— a los dioses, para donarlos a los hombres. Tanto en tiempos míticos como en la modernidad, el ser humano —escasamente preparado para manejar un arma semejante— hará del nuevo saber su propia ruina. En eso consiste el tópico.

Hoy nos vemos interpelados por la Inteligencia Artificial, y con ello renace el siempre vivo monstruo de fabricación humana. Retorna Frankestein. Así es como el temor apocalíptico clásico construye su reedición. 

Nadie puede afirmar, desde estos albores, que no tengan razón esos miedos. Sin embargo, como otras tantas veces ha ocurrido, las vísperas tal vez resulten más sombrías de lo que, al cabo, será. ¿Y cuánta luz se hará, mientras tanto?, es la pregunta que se impone.

PEP, el entrenador

Un haz de luz: "PEP", la reciente creación de IA que ha diseñado la compañía líder en software para bancos y aseguradoras, llamada N5, es un ejemplo inspirador. Especialmente porque se trata de una innovación que ya utilizan los cinco bancos más grandes de Latinoamérica.

En charla con el CEO y Founder de N5, Julián Colombo, hemos accedido a información auspiciosa sobre las funciones de la IA, cuando son aplicadas con racionalidad y humanismo.

"PEP" es un sistema creado por IA que busca resolver, entre otras cosas, un problema laboral ocasionado por la pandemia. Se trata de la extinción, durante años, de la interacción maestro-aprendiz en la que se había montado el mundo del trabajo desde tiempos antediluvianos. 

Un maestro acompañaba el proceso de aprendizaje que hacía el neófito e iba puliendo sus técnicas, apuntalando, corrigiendo y guiando la labor del aprendiz. 

Pero, durante los años de pandemia y, con la posterior adaptación del mercado a la tendencia del trabajo remoto, estas funciones cayeron en desuso. Y con ello sobrevino la imposibilidad de aprender del modo más antropológicamente probado, que es el de la mímesis. Un niño aprende a comer, a hablar, a caminar observando una y otra vez a otros, que ya dominan esas disciplinas.

Pues "PEP", inspirado en Pep Guardiola, el técnico del Barcelona que ha sabido potenciar incluso la genialidad de Lionel Messi, irrumpe como un sistema que, lejos de deshumanizar, potencia las habilidades naturales del trabajador por medio de la información, guía y revisión de cada detalle que construye su labor. 

¿Cómo funciona?

Las nuevas herramientas permiten un relevamiento de datos impensado para otras épocas. Si se aplican, es posible detectar al 1% de los trabajadores de mayor excelencia en una función, y por medio de la misma información, determinar dentro del grupo, comportamientos y hábitos que podrían explicar su disposición al éxito. La identificación y cierto análisis pormenorizado de sus conductas arroja, en consecuencia, la posibilidad de guiar, corregir y entrenar con eficacia. 

Pongamos por ejemplo un vendedor que dispone de "PEP": 

Arrancará su día encendiendo el ordenador y abrirá la aplicación. Allí hallará las tareas por resolver y su escala de urgencia. Tendrá disponible un listado de los clientes a los que convendrá contactar en las horas siguientes, pero también podrá revisar las acciones de la última jornada y una serie de consejos que le ofrece Pep para optimizar su ejecución, incluyendo objeciones, enfoques más convenientes, expresiones más atinadas, etc. "Pep" maestro. 

Todo maestro también promueve la práctica sostenida. Para ello, dispone un simulador. Así como los pilotos cumplen horas/vuelo en un simulador, aquí la aplicación pone al alcance del vendedor la posibilidad de simular una charla con un cliente. Pero no como una conversación estándar, sino con un cliente particular, reproduciendo inquietudes e incluso argumentos que, según los datos obtenidos, podría utilizar ese cliente X.  

Para afianzar más el entrenamiento, como un maestro, evalúa y califica con una puntuación que permite conocer el grado de dominio de los saberes a cada momento.

Así, la IA se ordena a capturar todos los comportamientos, hábitos, actitudes y discursos propios de ese 1%, los conceptualiza y los enseña a quienes reciben el entrenamiento. 

Lo que les permite a los que disponen de la herramienta alcanzar los objetivos profesionales abrazados. El resultado para cada trabajador se torna, entonces, la mejor versión de sí mismo. 

Por ello, lejos de "deshumanizar" o uniformar sin espíritu, el cambio llega para "humanizar" profundamente la tarea. "Pep" es el entrenador ideal para que cada persona pueda sacar, en su labor, el Messi que lleva dentro. 

Observado desde esta perspectiva, quizá el horizonte futuro empiece a verse más luminoso.

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