Santiago

Cuando los niños empiezan a mentir

La capacidad de engañar aparece temprano en la vida y está ligada al desarrollo cognitivo, social y emocional.

Antes que nada habría que hacer la diferencia entre mentira, fabulación y la capacidad para contar aquello que surge de la imaginación. 

Para algunos psicoanalistas, la capacidad de un niño de poder jugar con su mundo simbólico (aunque éste sea mínimo), es una buena señal. Ahora bien, cuando se trata de "lo imaginario" se tiene en cuenta que ello podría rozar con el concepto de "alucinación" y desglosar el tema, lleva su trabajo en el consultorio. Con tiempo de trabajo se puede determinar si solo se trata de un niño haciendo uso de la imaginación, de la ficción, o si se trata de una conducta del orden de "las voces escuchadas", tema para otra nota. 

Pero ahora nos detenemos en un informe del periodista Francisco González Domadin en el portal Infobae acerca de la edad en que los niños comienzan a decir mentiras.

"La edad en la que más mienten los niños ha sido objeto de estudios científicos que analizan tanto la frecuencia como las razones y habilidades relacionadas con este comportamiento. Una investigación publicada en Acta Psychologica observó que los adolescentes son quienes más mienten, mientras que los adultos jóvenes, de entre 18 y 29 años, son los más eficaces al hacerlo", dice la nota.

La investigación señala que en la infancia los estudios indican que la frecuencia de las mentiras aumenta con la edad y alcanza su punto máximo alrededor de los 12 años. Según una investigación canadiense liderada por el doctor Kang Lee, director del Instituto de Estudio Infantil de la Universidad de Toronto, a los cuatro años, el 90% de los niños ya son capaces de mentir, algo que se desarrolla progresivamente. Esto ocurre cuando los niños logran combinar habilidades cognitivas avanzadas, como la teoría de la mente y el control ejecutivo, que les permiten crear y sostener mentiras más elaboradas.

El estudio abarcó a 1.005 personas de entre 6 y 77 años, quienes registraron un promedio de dos mentiras al día. Sin embargo, este promedio alcanza su punto máximo durante la adolescencia, con un registro de 2,8 mentiras diarias, para luego disminuir en la adultez y la vejez.

La nota puntualiza: "En la infancia, la mentira surge como un reflejo del desarrollo cognitivo y social. Según el doctor Kang Lee, la capacidad de mentir representa un avance en las habilidades cognitivas de los niños. Su investigación reveló que solo el 20% de los niños de dos años mentía, pero esta proporción aumentaba al 90% a los cuatro años".

Un experimento realizado por Lee consistió en pedir a niños pequeños que evitaran mirar un juguete colocado detrás de ellos mientras el investigador salía de la habitación. Al regresar, se les preguntaba si habían mirado el objeto, y sus respuestas se comparaban con grabaciones que verificaban la realidad. Este diseño permitió identificar tanto la frecuencia con que los niños mienten como la forma en que intentan mantener sus historias.

La profesora Victoria Talwar, de la Universidad McGill, explica en un podcast para la Asociación Estadounidense de Psicología que la aparición de las mentiras se mezclan con deseos, haciendo declaraciones que reflejan más su imaginación que un intento genuino de engañar.

La adolescencia es el período en el que la mentira alcanza su punto máximo tanto en cantidad como en complejidad. Según el estudio publicado en Acta Psychologica, este fenómeno está vinculado al desarrollo del lóbulo prefrontal, que madura completamente alrededor de los 25 años. Este proceso incrementa la capacidad para planificar, controlar impulsos y manipular información de manera efectiva. Según el coautor del estudio, Bruno Verschuere, mentir con éxito requiere un control ejecutivo avanzado que permita suprimir la verdad de forma rápida y evitar señales de engaño, como vacilaciones.

Mentiras sofisticadas

"La frecuencia y la sofisticación de las mentiras durante la adolescencia están influenciadas por factores emocionales y sociales. Fran Walfish, psicoterapeuta en Beverly Hills, señala en diálogo con Yahoo, que los adolescentes recurren al engaño para evitar consecuencias o proteger su privacidad, mientras buscan construir una identidad separada de la de sus padres. Este comportamiento refleja un intento de afirmar su independencia y navegar las complejidades de las interacciones familiares y sociales", subraya la nota de González Tomadin.

La investigación también resalta las consecuencias de un entorno familiar rígido o autoritario. Según un estudio liderado por Talwar, los niños sometidos a castigos severos son más propensos a mentir y a hacerlo de manera más sofisticada.

En cuanto a la prevención de mentiras problemáticas, los expertos recomiendan un enfoque educativo basado en la comunicación abierta y el modelado de comportamientos honestos. Talwar cuenta en el podcast que la importancia de reconocer y alentar la sinceridad en los niños, incluso en situaciones donde admitir la verdad pueda resultar difícil.

Precisando Conceptos

"Que un niño pueda engañar al Otro (padres, docentes, etc.) –puntualiza la Lic. Adriana Congiu, psicoanalista-, no implica necesariamente un signo negativo o la concepción moral de significarlo como "mentira".

"Al revés, muestra un buen avance en la constitución subjetiva en la medida que nos muestra que puede hacer un uso del mundo simbólico e imaginario que le permite el acto más humano que tenemos: crear, transformar la realidad", precisa Congiu.

"Poder engañar a su Otro implica que ha descubierto que no todo será resuelto y respondido por el Otro. Por lo tanto, tendrá que "inventar" sus respuestas".

"Otra cuestión que roza este tema –añade la psicoanalista- es la aparición en la infancia de los llamados "fenómenos elementales": las alucinaciones visuales o auditivas. Esto pertenece al campo de la psicosis infantil y requiere de un tiempo clínico extenso para corroborarlas o descartarlas".

"Lo importante es considerar con respeto la palabra del niño. Darle dignidad a su decir implica que aun una posible mentira puede ser el modo de darse esas respuestas provisorias que nos construimos para vivir sin sufrir".

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