Viceversa

Crónicas para llamar a la lluvia

Por Belén Cianferoni.

Nos volvemos a ver después de un tiempo de descanso. Seguro extrañé su presencia en mi vida. Pasaba por lugares nuevos y hasta inusuales en nuestra provincia, conocí nuevas formas de derretirme por el calor y hasta estrategias para soportar este clima tan intenso que nos toca llevar adelante… pero no los tenía a la par para comentarles. Realmente una pena, pero aquí estoy.

¿Ustedes también se sorprenden de nuestra capacidad de adaptación? Nuestro cuerpo ha soportado climas intensos y hemos salido victoriosos donde no muchos hubieran podido sobrevivir ni un día. Me felicito por esto, lo cual me lleva a preguntarme: ¿qué está en nuestra forma de ser y en la forma de comer que nos mantiene vivos en el fuego? ¿Está en la siesta? ¿Es porque usamos muchas "s" al hablar y nos entra el fresquete por el habla para refrigerarnos? Una incógnita tras otra.

Últimamente he estado especulando que debe haber un ingrediente secreto en las empanadas o en el agua de la zona que nos vuelve inmunes a las flamas del infierno que afectan nuestras vidas. A lo mejor es un elemento químico de la yerba mate.

Capaz mi abuela tenía razón, y el mate cosido caliente por la mañana me iba a proteger del diablo y del mareo. Voy a confesar una insignificancia: cuando desayuno, solo me gusta ingerir líquidos, por lo que mi viejita, para obligarme a comer, inventaba toda clase de castigos y demonios para que desistiera de mi actitud. Algunos días lo lograba, otros solo invocaba a diablitos que ni ellos querían desayunar del calor. Pero volviendo a lo nuestro, el mate o el café siempre estuvieron a nuestro lado.

¿Será posible que el nivel de yerba mate mezclado con cafeína nos vuelva inmunes a no entrar en combustión? Porque no vemos a gente corriendo apagándose el fuego de las remeras. Lo que sí me pasó es que dejé una tarjeta del banco en el auto, mientras hacía unos trámites, y se dobló por completo. Cuando la encontré nuevamente, me reía al pensar que se encontraba en las últimas. La tarjetita sacó fuerzas y me contestó: "Como tu cuenta". ¡Ay, tarjetita, eso sí dolió!

El clima en Santiago no entiende de modas ni de peinados. El calor impuso la tendencia sombrero y ropa clara bajo amenaza de muerte. Si esto sigue así, vamos a ser confundidos por un pueblo más de Arabia Saudita, o por integrantes de los arcanos del desierto.

Pasaron los años, se me diagnosticó esclerosis múltiple y el médico dijo... "Le recomendamos mantenerse alejada del calor y evitar cualquier contacto con climas intensos". Yo, asustada, le dije a mi médico: "Soy de Santiago del Estero, ¿qué me recomienda?" El médico, sinceramente, me recetó una valija y que considere sobre mis elecciones.

En eso el médico tenía razón. Lo único que podemos tomar por el calor son decisiones. No pelear tanto para no incrementar el calor interno. Plantar más para tener más sombra. Tomar más agua que bronca, y si te enojas, tomar más agua para que el balance se estabilice. La proporción ideal es 10 minutos de enojo, con dos vasos de agua.

Estoy escribiendo esto desde uno de los días más calientes que sufrí en mi vida, y dicen que una forma de llamar a la lluvia es escribir sobre el calor. Así que en esta pequeña crónica, estoy haciendo un llamado a la piedad acuática de los dioses. Ojalá que, mientras lean estas crónicas, sea un domingo de lluvia, rodeados de gente por la que vale la pena soportar el fuego con una sonrisa.

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