Viceversa

Crónica de la vagancia

Por Belén Cianferoni.

Es posible reconocernos en nuestro cansancio. Nos levantamos por la mañana, nos cepillamos los dientes haciendo ruidos extraños, y mientras miramos al espejo nos decimos: "sos esto... sos aquello". Nos damos de todo, y bien temprano. 

La historia cambia cuando nos damos el lujo de despertar tarde los fines de semana, las palabras se silencian al abrir los ojos. Te despertás con un solo pensamiento en la cabeza: comer y seguir vivo. 

Ya saben a dónde voy. Hoy vamos a hablar de la comida que comemos cuando nos despertamos tarde. Se nos viene a la mente esa porción de pizza fría que quedó de anoche, que uno de tus invitados no quiso tocar para no romper la dieta, y que te dejó el mejor desayuno de un domingo por la mañana. Dios bendiga a la persona que dejó esa porción de pizza; que Dios la mantenga siempre en la gloria. 

Abrís la heladera con absoluta felicidad, pensando en lo perfecto que es todo y en lo maravillosa que es la vida. Pero encontrás la desesperación: el desierto personificado en el vacío de tu electrodoméstico. ¡Muerte al que roba las porciones de pizza fría de noche en un ataque de traición! 

Pensás en un millón de castigos para los ladrones de tu felicidad, hasta que descubrís un vasito de yogur frío con cereales y chocolates, y decidís que ahí descansará tu vagancia. 

Muchas personas me dicen: "No como pizza al despertar, necesito líquidos... Solo algo frío para mi garganta". Un vaso de soda fría es el cielo para algunos; otros prefieren leches, yogures bien fríos para esos domingos de 40 grados a la sombra. 

Otros, más religiosos en la fe del mate, me dicen: "No importa el horario... el mate tiene que estar. No importa el horario". Cuando les pregunto con qué acompañan ese mate celestial, responden: "Con pizza fría". Tuve que detener la encuesta para llorar por mi difunta pizza fría, que no pude disfrutar. 

Otros me dicen: "Con que nadie me hable, estoy bien". El silencio es un buen alimento para el cansado. 

Algunos, en esos minutos de vagancia, se enredan en el celular buscando tartas por el grupo del barrio o preguntándole a la vecina si le queda alguito sin vender. Como verán... el vago goloso mueve la economía desde su cama. Hay quienes prefieren dejar que el día pase y esperar al siguiente. Para ellos, este mensaje:

El día va a pasar, es cierto. El cansancio inevitablemente desaparecerá, y esa tristeza que sentís hoy también se va a procesar. Como dice Joaquín Sabina: "El agua apaga el fuego, y el ardor, los años". Esa tristeza que te de ja en la cama, también va a pasar, mi estimado vago. 

Mientras tanto, cuidá al cuerpo que sostiene a tu mente: dale agüita, algo de comida y muchos mimos hasta que tu mente decida regresar.

Desde aquí, la escritora dominguera les desea lo mejor, y que todos se recuperen de ese dolorcito que no se animan a poner en palabras. ¡Saludos a la vagancia!

Ir a la nota original

MáS NOTICIAS