HISTORIA Y MITOS DE LOS TIEMPOS DE ISABEL PERÓN (Tercera parte)
Por Eduardo Lázzari.
El lugar que María Estela Martínez de Perón ocupará en la historia es algo que no se ha discutido demasiado, habida cuenta que la mayoría de los dirigentes políticos, los militantes partidarios y los argentinos en general han sido categóricos en su condena por los tiempos en que ocupó la presidencia de la República, hecho que también ha servido como un episodio catártico en el que se le ha asignado a Isabelita la responsabilidad absoluta por los actos de gobierno, la violencia y el descontrol económico ocurridos entre el 1° de julio de 1974 y el 24 de marzo de 1976.
Pero es la tarea del historiador profundizar en los hechos históricos, que son sagrados; apartarse de las opiniones interesadas, que le han servido a muchos para sacarse de encima la responsabilidad por su participación en aquel gobierno; y sobre todo establecer con la mayor justicia posible, que siempre es una aspiración pero que sólo escasamente se logra, una valoración adecuada para que el recuerdo de esos tiempos convulsos sirvan para entender el pasado, aumentar la comprensión del presente, pero sobre todo para enfrentar el futuro con mayor aplomo y evitar los mismos errores.
Ya decía el gran filósofo napolitano Juan Bautista Vicco que la historia era un gran "corsi e recorsi", es decir que la vida de las sociedades suele parecerse a sí misma y que para evitar la repetición o la imitación del pasado trágico o tenebroso no hay otro camino que el conocimiento de la historia. Es por eso que nos gusta mucho la forma en la que Italia mantiene el recuerdo de los años del fascismo, donde se discute aún con pasión sobre lo ocurrido hace más de ochenta años. Olvidar el pasado, consolidarlo en un relato estratificado o simplemente ignorarlo es la garantía del tropiezo con la misma piedra.
Algún historiador ha dicho que no hay que bajar cuadros ni quitar nombres de personajes que pueden haber sido siniestros, o borrar capítulos de la historia que avergüenzan la memoria de un pueblo, sino explicar con claridad los contextos, relatar los acontecimientos con exactitud y aspiración de la verdad, para que nos sirvan para la reflexión completa de lo ocurrido hace años. Es en este espíritu que hemos abordado la figura de María Estela Martínez de Perón y los días en que ocupó la máxima magistratura del país, sin olvidar nunca que lo hizo por la voluntad electoral de los argentinos, que la consagraron primero como vicepresidente y luego por imperio de las circunstancias como presidente en la elección del 23 de septiembre de 1973, donde junto a Juan Domingo Peron, su esposo, obtuvo el 62% de los votos, algo nunca superado en nuestra historia.
El camino hacia el fin
Luego de la crisis política provocada por el estallido hiperinflacionario provocado por el plan de ajuste llevado a cabo por el ministro de Economía Celestino Rodrigo, que fue un intento de sincerar las variables económicas distorsionadas por el plan Inflación Cero y el fracaso del Pacto Social, que fueron la columna vertebral de la política económica llevada adelante por José Ber Gelbard durante los gobiernos de Cámpora, Juan Perón y la primera etapa del de Isabelita, ésta decide deshacerse de José López Rega, a quien se envía en una misión al exterior, de la que no regresa y sólo será ubicado en la década de 1980 en los Estados Unidos, siendo detenido, extraditado y luego condenado en el país, muriendo en la cárcel el 9 de junio de 1989.
En un gesto de sensatez política, la presidente establece una alianza bastante forzada con el sindicalismo tradicional peronista, por entonces acaudillado por Lorenzo Miguel, jefe de la Unión Obrera Metalúrgica, de la que surge el nombramiento de Antonio Cafiero como ministro de Economía y Carlos Ruckauf en la cartera de Trabajo. El gobierno intenta frenar la inflación con medidas bastante heterodoxas pero fracasa en el intento, provocando luego de cinco meses la renuncia de Cafiero en febrero de 1976. Por entonces, ya se había desatado un gran descontrol de todas las variables económicas, lo que hizo que se lanzaran billetes de 10.000 pesos, ya que el dólar en sólo tres meses subiera un 150%, aunque durante un año lo había hecho por un 1.135%.
Los precios mayoristas alcanzaron un aumento de casi el 30% en febrero y un 500% anual. A pesar de las presiones y amenazas oficiales, comenzaron a escasear los productos de primera necesidad, llevando al gobierno a instalar puestos callejeros para la venta de leche, azúcar y aceite, con precios subsidiados. La tensión aumentó notablemente cuando el gobierno ordenó el decomiso de carne y huevos en los frigoríficos. Alguna solicitada empresaria contraria a la política gubernamental llegó a sostener que "Se Terminó", o "La paciencia se acabó.
Así llegaron los "idus de marzo", que la historia recordaba como de buenos augurios, pero que en el caso argentino presagiaban un desastre institucional. Para el 23 de marzo ya varios diputados y senadores habían vaciado sus despachos en previsión del golpe de Estado que resultó el más planificado y anticipado de la historia moderna del país. Los diarios porteños decían: "Es inminente el final. Todo está dicho". El texto de la tapa del diario "La Razón" es dramático visto con perspectiva histórica: "Siete días de diciembre, treinta y uno de enero, veintinueve de febrero y veintitrés días de marzo suman los tres meses que han transcurrido desde que el teniente general Jorge Rafael Videla pronunciara, desde el frente de operaciones en Tucumán, junto a las fuerzas bajo su mando, en Nochebuena, su trascendente alocución. Al cumplirse hoy los noventa días de esa dramática apelación, que algunos parecieran no haberla tenido demasiado en consideración en su debida dimensión y profundidad, hay que recordar, ante las circunstancias críticas del presente, algunas de las expresiones del teniente general Videla, que dijo: 'El Ejército argentino, con el justo derecho que le concede la cuota de sangre derramada por sus hijos, héroes y mártires, reclama con angustia pero también con firmeza, una inmediata toma de conciencia para definir posiciones. La inmoralidad y la corrupción deben ser adecuadamente sancionadas. La especulación política, económica e ideológica deben dejar de ser medios utilizados por grupos de aventureros para llegar a sus fines'. El país se pregunta, a tres meses de aquellas severas palabras, ¿qué debería decir el general Videla si hablara hoy? Una fuente responsable responde: -Ahora nada, todo está dicho.".
Su retiro hasta hoy definitivo
Luego de terminar su jornada ya en la madrugada del 24 de marzo de 1976, la presidente se dirigió al helipuerto de la Casa Rosada, ubicado entonces sobre el propio edificio, donde abordó junto a sus colaboradores el helicóptero presidencial, que fue desviado hacia Aeroparque, donde fue detenida y comenzó un periplo por diversos sitios de prisión: la fábrica de municiones navales de Azul, la residencia del gobernador del Neuquén en Villa La Angostura: el Messidor; y finalmente en su casa de San Vicente, al sur del Gran Buenos Aires.
Estuvo detenida desde su derrocamiento hasta el 9 de julio de 1981, por el cumplimiento efectivo de las dos terceras partes de la sentencia a prisión que recibió por el manejo informal de fondos de la "Cruzada de la Solidaridad", un plan social implementado en su gobierno. Viajó a Madrid y permanece allí desde hace 43 años. Fue elegida presidente del Partido Justicialista en 1983, pero la magia de su apellido ya se había disipado. Regresó para asistir a la asunción de Raúl Alfonsín y allí protagonizó un evento único, que debería ser habitual pero que no se ha repetido en 40 años: se sacó una foto con los presidentes constitucionales vivos: ella, Frondizi y Alfonsín. Más adelante se intentó someterlo a un juicio por delitos de lesa humanidad, que no prosperó por la resistencia de la justicia española a conceder su extradición.
Quedó para la historia una frase con la que esquivó una pregunta periodística: "No me atosiguéis". Parece haberlo logrado hasta ahora. Esperamos un testimonio personal, aunque sea póstumo, que podría esclarecer algunas de sus acciones, las que protagonizó y las que la convirtieron en testigo para que la historia de los años '70 pueda ser entendida mejor y sobre todo para establecer justicia en el relato de la vida de los argentinos.