María Estela Martínez: La mujer del misterio (segunda parte)
Por Eduardo Lazzari.
La historiografía argentina ha consagrado como una de las denominaciones pa ra caracterizar a Hipólito Yrigoyen como "el hombre del misterio", el título de su biografía escrita por Manuel Gálvez, una de las grandes plumas argentinas. En la inspiración provocada por el acierto del buen escritor, es que consideramos que por su actividad posterior al ejercicio del máximo cargo del poder en la Argentina, María Estela Martínez merece ser llamada "la mujer del misterio", ya que su gigantesco silencio de medio siglo y su portentoso retiro de la vida pública no han permitido el debate con ella misma de sus acciones y de las consecuencias de sus actos, así como también llama la atención el estoicismo con el que ha soportado todo tipo de ataque, tanto políticos como personales, a lo largo de su exilio madrileño desde la década de 1980.
Por otro lado, el siglo XX fue el escenario privilegiado para la instauración de los derechos de la mujer llevados a todos los ámbitos de la vida humana. La vida política fue quizá el más expuesto de los ámbitos por las repercusiones que las acciones de los estados y de los gobiernos tienen sobre sus respectivos pueblos. En este terreno de los derechos femeninos, es inocultable que la Argentina tiene la peculiaridad de haber tenido a la primera jefa de Estado elegida democráticamente en los tiempos modernos en todo el mundo ya que, hasta la asunción de María Estela Martínez de Perón, Isabelita, sólo habían llegado a las jefaturas de gobierno mujeres como Indira Gandhi o Golda Meir.
El caso de Isabel es curioso, porque se ha convertido en depositaria de las responsabilidades por la acción de los gobiernos peronistas entre 1973 y 1976, licuando las acciones de otros protagonistas de relevancia en esos años. La participación de la tercera esposa de Juan Perón en la conducción del Estado, además de sus anteriores actuaciones en el mundo de la política doméstica, además de su condición de ser la primera mandataria que más tiempo ha pasado encarcelada en la historia argentina, la convierten en un personaje de mayor interés para la memoria histórica que el que la crónica interesada le ha dado.
Siempre el historiador debe tener la prudencia al hablar de personas vivas, ya que el juicio de la historia suele ser bastante posterior a la muerte de los personajes, ya que el paso a la eternidad evita seguir actuando en desmedro o a favor de uno mismo. Hay un viejo dicho que sostiene que hasta el último suspiro todo ser humano, desde el más canalla al más santo, pueden llevar adelante actos que los rediman o que los condenen para siempre. Esa oportunidad la tiene aún María Estela Martínez de Perón con sus 93 años a cuestas, de quien hoy relataremos algunos aspectos de su larga biografía.
Su nacimiento en La Rioja y su formación en Buenos Aires
María Estela Martínez nace el 4 de febrero de 1931 en la ciudad de La Rioja, en la familia formada por don Carmelo y doña María Josefa Carta, siendo bautizada el 12 de abril en la iglesia de San Nicolás de Bari, que desde 1934 se convierte en la Catedral de La Rioja. Pertenecían a la clase media, ya que el padre era gerente del Banco Hipotecario Nacional, lo que provoca su mudanza a Buenos Aires. La niña, que tenía cinco hermanos, estudia sus primeras letras en la escuela del Jockey Club, lindera al Hipódromo Argentino, que paradójicamente sería confiscada por el segundo gobierno de quien sería su esposa, Juan Perón en 1953.
Hoy el establecimiento es una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires y se llama "Granaderos de San Martín". Me disculpo por la autorreferencia, pero creo interesante compartir el hecho de haber asistido a esa escuela entre 1970 y 1976. El 25 de mayo de 1975 la entonces presidente asistió a la celebración escolar de la fecha patria en el establecimiento. Durante varios días habíamos practicado el saludo que íbamos a realizar desfilando todos delante de la primera mandataria. La sorpresa fue que ella prefirió acercarse a cada uno de los niños, entre los que estaba yo, y nos dio la mano uno por uno.
Su padre muere en 1938 y desde entonces la niña queda a cargo del matrimonio Cresto. Hay diversas versiones sobre la obtención de su título secundario, pero se sabe que estudió la ejecución de instrumentos musicales en el Conservatorio Nacional. Desde esos tiempos habla correctamente inglés y francés. A los 20 años se incorpora a los cuerpos estables del Teatro Nacional Cervantes como bailarina, adoptando el nombre artístico de Isabel, en homenaje a una reina portuguesa. Luego se incorpora a una compañía artística que la lleva de gira por todo el país en 1953 y dos años más tarde se incorpora a otra compañía para realizar una gira por el continente americano. Las crónicas de espectáculos la consideran una joven artista con futuro. Durante los ocho meses en que Juan Perón se encuentra exiliado en Panamá, entre noviembre de 1955 y agosto de 1956 se produce el encuentro entre el expresidente e Isabelita, en una función donde ella actuaba. Hay cientos de versiones sobre el momento en que se inicia la relación y quienes habrían sido los que los presentaron.
Su vida con Perón
En ese momento indeterminado, María Estela decide quedarse con Perón y lo acompaña durante su exilio posterior en Venezuela, República Dominicana y España, pasando a ser su secretaria y finalmente su pareja. Perón tramita el levantamiento de su excomunión, fruto del conflicto con la Iglesia Católica a fines de su segunda presidencia, y cuando logra ser admitido nuevamente en la comunidad de los fieles, se casa con Isabel. Fue en Madrid el 15 de noviembre de 1961. Él tenía 66 años y ella sólo 30. La esposa de Perón comienza a tener más influencia en el entorno del líder exiliado.
Perón la envía dos veces a la Argentina a cargo de delicadas negociaciones políticas en la década de 1960. Allí demuestra más habilidad que la que se le asigna en el relato de esos años. Fue notable su éxito en la imposición en Mendoza de un candidato fiel a su esposo en las elecciones de gobernador, quien terminaría triunfando contra quien fuera postulado para iniciar el camino de un "peronismo sin Perón", auspiciado por el líder sindical Augusto Timoteo Vandor.
En 1965 conoce en Buenos Aires a José López Rega, quien a su instancia se incorpora al grupo de colaboradores de Perón en Madrid, convirtiéndose en un oscuro personaje casi indescifrable y tenebroso de los años por venir. Isabel se va convirtiendo en una figura presente en las reuniones que Perón sostiene en su quinta del barrio madrileño de Puerta de Hierro, además de tratar de controlar la influencia de Jorge Antonio y otros aledaños al líder depuesto. Curiosamente también Perón la envía a entrevistarse con autoridades chinas y con Kim Il Sung, líder de Corea del Norte.
Su vicepresidencia y el sillón de Rivadavia
Acompaña a Perón en su regreso momentáneo a la Argentina el 17 de noviembre de 1972, y vuelve a Madrid a fines de ese año. En Buenos Aires participó de diversas reuniones, siempre al lado de su esposo. Su figura se iba haciendo familiar para el común de las gentes. Los avatares del gobierno de Cámpora forzaron el regreso definitivo del matrimonio, y la crisis interna del justicialismo hizo que el líder eligiera a su esposa para acompañarlo en la fórmula presidencial que competiría en las elecciones del 23 de septiembre de 1973. Es la más categórica demostración de la confianza en Isabelita y sobre todo el respeto por sus condiciones por parte de Perón, que se sabía anciano y enfermo.
El triunfo electoral por más del 62% la catapultó a la presidencia del Senado Nacional, donde su actuación fue discreta. La muerte de Juan Domingo Perón la depositó el 1 de julio de 1974 en la Casa Rosada y le esperaban tiempos borrascosos en su presidencia. El día que llegó a su despacho llamó al jefe de la Casa Militar y a sus edecanes y les pidió que cada vez que se equivocara, se lo hicieran saber. Uno de ellos le contó a quien esto escribe que la presidente les dijo: "Hoy ocupo la representación de la Argentina, y no creo estar a la altura de la circunstancia". Tenía 43 años, lo que la convierte en la más joven persona que ejerció la presidencia argentina en el siglo XX.
Su gobierno en tiempos borrascosos fue muy complejo y los más de 30 ministros que se sucedieron en las distintas carteras del Estado muestran su inestabilidad. Se la recuerda por algunos hechos, como el programa de ajuste de las variables que pasó a la historia como "Rodrigazo", por el nombre del ministro de Economía que lo implementó, y que fue el primero que estableció quiénes ganaban y quiénes perdían sin dejar que el mercado actuara. Algunos consideramos que ahí comenzó la verdadera debacle argentina. La amenaza de la guerra revolucionaria fue enfrentada a través del Operativo Independencia en la provincia de Tucumán, donde el foco guerrillero del ERP amenaza con declarar una autonomía territorial para ser reconocidos como una nación emergente ante las Naciones Unidad, operativo que luego se extendió a todo el país.
Tuvo cierta habilidad política para deshacerse del monje negro de su gobierno, José López Rega, y cambiar su sustento político al aliarse con el sindicalismo peronista, pero la crisis general la arrinconó, y la sociedad se hartó de la sensación de desgobierno. Incluso la oposición anunció que no tenía soluciones que proponer. El día que fue llevada detenida en el helicóptero presidencial en la madrugada del 24 de marzo de 1976, decenas de diputados y de senadores habían vaciado sus despachos en el Congreso esperando el golpe.
En homenaje a la honestidad intelectual quien esto escribe ha tomado partes del texto referido a Isabelita en el libro "Sí Juro, presidentes constitucionales argentinos desde Rivadavia a Milei", de su propia autoría. Falta profundizar sobre algunos hechos de su presidencia y sobre todo indagar sobre las razones de su prolongado exilio autoimpuesto. Sobre eso charlaremos el próximo domingo en estas páginas de EL LIBERAL, si Dios quiere