Carlos Eduardo Figueroa, una tinta simple y nostalgiosa
Por Maria de los Angeles Lescano.
?Cómo volver sin dolor al ayer
Si sólo tenemos nuevas palabras
para rescatar la antigua alegría que quedó
aprisionada en aquel viejo papel??.
(del poema Imágenes de Ayer)
Hace días tuve en mis manos Los juguetes del sueño, una edición re-editada en el 2012 del amigo Carlos Eduardo Figueroa, y al mismo tiempo evoqué aquella frase dicha por Enrique Molina, repetida por Francisco Madariaga, pero proveniente de Guimaraes Rosa, ? los poetas no mueren, quedan encantados?. Es lícito que quienes se adhieran a estas palabras sean justamente los lectores de poesía. La idea de eternizar la figura de un poeta, de ponerle alas, de vestirlo con todas las formas impensadas con que se pueda disfrazar la ausencia queda de manifiesto y es loable porque se trata de resistir al olvido, de leerlos para no sepultarlos.
Es posible que Carlos Eduardo Figueroa (1939-2004) sea, entre los poetas existentes de Santiago del Estero, una voz que persista en la retórica de lo simple y lo nostalgioso, capaz de anidar lo sentimental en sus versos cargados con la serenidad teñida de pura reflexión. Si la nostalgia significa situarse en el pasado, permanecer en otro tiempo, desde cuándo vehiculiza este tono de poetizar C.E.F.?
Quizás debamos volver sobre algunas de sus primeras publicaciones, hacia 1968 en la Revista Jardinalia del poeta Carlos Bruchman, o ?Poesía 69? cercana a ?Santiago 7 poetas? (1972), así como la ?Antología de Poetas santiagueños? (1978), esta última coincidente con ?Los juguetes del sueño? (1978), a la que seguirán ?Diálogo secreto? (1984), ?Señales de dos mundos? (1993), ?Soles de la memoria? (1998), ?Días sin regreso? (2005), ?La palabra encendida? (2008), entre otros poemas que figuran dispersos en los Cuadernos de Cultura hasta llegar a la edición de la Fundación Argentina para la poesía donde fue incluido en 2008 en la ?Antología de Poetas de Poesía Argentina Contemporánea?.
Lejos de pretender un análisis, me permito leer y reflexionar los versos de C.E.F. sobre la manía constante de hacer poesía ?describiendo?. Ya en 1978, se dijo que su obra, ?se proyecta desde el marco familiar a la búsqueda universal? ( ) una poesía sustentada en una sólida base existencial?. Destellos, unos de sus poemas lo constata al enunciar: ?Quizás nuestras vidas sean/ sólo destellos que cruzan los infinitos días, /esos que pasan sin pasar?.
Ese volver sobre el ayer, sobre el pasado y las cosas ausentes representa una constante en C.E.F., gesto que indudablemente permite que el discurso poético encuadre su referente en los objetos atrapados por la melancolía, en situaciones expirenciales, como las vividas en 1963, año en que su viaje a Europa filtra lugares (como Berlín) y nombres del viejo continente, pero él vuelve al arraigo como el imán que ejerce el terruño cuando es fuertemente una dialéctica de contención: la infancia perdida, los afectos como la abuela, la madre, el padre, la nieta, la vuelta al pago: la ciudad de los lapachos. Así, lo resume el poema de la ?Ollita de Fierro?: ?te rescato desde el fondo de mi infancia/ y te veo en el patio de la casa/ como a un fantasma/que la distancia torna azul en la mañana/ .
En efecto, hay una indagación sobre los temas comunes que atraviesan sus libros y todo parece dicho y hasta rutinario. Allí, gana notablemente el sujeto contemplativo ?ante ese río salvaje que alimenta su existir con la sangre de quienes caen en su cauce ?. En este sentido, los versos de C.E.F. asimilan la proclama repetida de la temporalidad condicionada por la insistente nostalgia, tal vez porque lo decisivo sea la decantación del recuerdo que dimensiona la realidad para confrontar la distancia del olvido, del hastío, del paso del tiempo. Su poesía nada tiene que ver con lo solemne, es el tono simple el que esclarece el sentido último de las cosas y de la vida.
Por eso, no te fuiste Carlos Eduardo Figueroa, porque tus versos te repiten en la cadencia de tu voz baja, en tu andar pausado, en tu integridad silenciosa. ?Hoy, más allá de la distancia que envejece, tu perfil de piedra vuelve cuando el sol, ese destello fiel de los dias, ilumina mi memoria para nombrarte?.
COPLAS DEL VIENTO
No siempre la suerte va
con el hombre y su destino
de ser tiempo que pasa
de ser viento de olvido.
Alguna vez me fui lejos
buscando nuevas distancias,
volví los ojos cansados
y con dolor en el alma.
Ya voy pasando la vida
las cosas me dejan atrás,
mi sombra vuelve a la tierra
para volver a empezar.
Si Dios hoy me llamara
volver en copla es razón,
para darle al viento mi voz
para que el canto no muera.
Carlos E. Figueroa
(Tomado del libro "Sobre el rastro de la copla", de don Alvaro Ricardo Caro)
Volver a empezar
(A la memoria de Lilia)
Su nombre se apagó.
Un silencio de halcones domina el espacio
mientras se repliega el recuerdo
en el frío hueco de los días lejanos.
Ahora sopla fuerte la ausencia;
ese viento oscuro y sagrado
que viene, agita la pena
y nos deja sin fe, desolados.
Así, en manos del tiempo
somos por siempre vaivén incesante
que llega y se aleja el rostro embozado.
Tras dura experiencia, al fin aceptamos
que la vida es rueda infinita,
la perfecta ecuación que Dos nos legó
a los seres humanos.
(Del libro "Días sin regreso", 2005, Edit. EL LIBERAL)