Opinión

La crueldad como política de estado

Por el Dr. Carlos Scaglione. Docente de la UNSE.

En psicología, la crueldad se define como un comportamiento agresivo y violento que busca causar daño físico o psicológico a otros. Es una manifestación de la falta de empatía y compasión hacia los demás. La crueldad puede manifestarse de diferentes formas, como el bullying, la violencia doméstica, el maltrato animal, entre otros, y en este momento para asombro de todos como política de estado.

La crueldad puede ser producto de diversos factores, como la educación recibida, experiencias traumáticas, trastornos mentales, falta de habilidades sociales, entre otros. También puede estar influenciada por factores sociales, culturales y económicos. Es importante entender que la crueldad no es innata en los seres humanos, sino que es aprendida y aumentada por conceptos que autojustifiquen su aplicación. 

Mentes mejores y más entrenadas podrán asomarse a la psiquis y el alma de Milei, así como especialistas podrán despiezar los ganadores y perdedores de sus políticas económicas. Pero lo llamativo y doloroso es que el Presidente no está solo en su festejo, ni siquiera es aplaudido apenas por sus troll de alquiler. Hay un sector entero de la población, un buen número de argentinos, que en abierto o en silencio también festejan, con una suerte de "al fin les toca". Esto no es solamente schadenfreude, el palabrón germano que define la alegría propia por la desgracia ajena. Esto es la vuelta a escena de una idea conservadora clásica, vieja de siglos: la crueldad.

Nuestro actual Presidente volvió a vetar una ley de modestos alcances económicos, (sin ser economista, sabemos que el ahorro por apalear y negar un miserable aumento a jubilados no modifica ni un índice del presupuesto) y anunció que va a volver a festejar con un asado. Esta vez los invitados serán 85 y no 87, como en el caso de los jubilados, ya que necesitó comprar menos radicales, para el veto a la universidad, pero el espíritu es el mismo: festejar un no, una privación al otro, un recorte que deja a tantos en la mala. 

Es un curioso mecanismo en el que Javier Milei aparece como un maltratado que ahora puede maltratar y lo hace en masa, abiertamente. Pero lo llamativo es que el sujeto no parece entender que la hipocresía es el homenaje que le rinde virtud, al vicio, no hay un llamado al disimulo. Él no se disculpa, no dice que el reclamo es justo, pero ahora no se puede. El simplemente festeja el dolor de millones de jubilados y estudiantes de algo tan sentido como la posibilidad de estudiar como mecánica del ascenso social con sacrificio. 

Los casos abundan en nuestra movida historia. Los españoles trajeron un modelo de control social todavía medieval que exigía la sumisión como condición de la vida. En el orden conservador, cada uno tiene que saber su lugar y mantenerlo, sin levantar la voz. Cada reparto de tierras de la Conquista venía con quien viviera ahí, súbitamente reducido a peonada por la fuerza de hombres que tenían espada y no mujer, y se servían de la que les antojara. Pueblos enteros fueron así reducidos, creando una trama social que fue la base de lo que vemos hoy.

Y cada vez que alguien levantó la voz, fue ferozmente reprimido. Es el ejemplo cotidiano, de la pena de muerte por rebelarse. ¿Cuántas cabezas terminaron en picas? ¿Cuántas espaldas desolladas a latigazos? Cuando una tribu del Alto Perú, los cangallo, se alzaron contra los españoles porque les llegaron las novedades del 25 de mayo, y luego que San Martin declare la Independencia del Perú el virrey ordenó exterminarlos como ejemplo, "hasta borrar su nombre de la memoria". Hombres, mujeres, niños, nadie ni nada quedo con vida, fue el exterminio. Nuestra Asamblea del año XIII nombró una calle en su honor y por perpetuidad para que el cruel virrey no se saliera con la suya.

En la base de todo esto no hay apenas sadismo, que lo habrá en la cabeza de los perpetradores individuales. Todo esto ocurre, por supuesto, por dinero, que cuidar de la gente de bien es cuidar de los que tienen. Y hasta ahora se disimulaba, como siguen disimulando los militares que envejecen presos por sus horrores, sin nunca admitir lo que hicieron. Y como lo hacen los neonazis, que tratan de probar que nunca hubo un holocausto en la Segunda Guerra Mundial, apenas excesos. La novedad es el goce con que los "libertarios" se ufanan de sus crueldades.

Los seres humanos normalmente hacemos cosas para obtener placer o evitar el dolor. Para la mayoría de nosotros, herir a los demás nos hace sentir su dolor, y no nos gusta esa sensación. Esto sugiere dos razones por las que las personas pueden dañar a los inofensivos: o bien no sienten el dolor de los demás o bien disfrutan sintiendo el dolor de los demás, parece ser esta la situación de la crueldad como política de estado del Gobierno actual 

Cualquier argentino podría entender perfectamente este debate de hace cinco siglos y hasta extrañarse de los festejos. Cada vez que se quita un derecho a millones como ahora a la universidad. Será que el proyecto era copiar a los del rey en la época de la conquista, que no había trolls o faltaban asados. O que no se había inventado todavía, que el egoísmo y la crueldad se proponga como virtudes políticas. Y si hay discordia, rebelión o delitos, ahí está Patricia Bullrich criando verdugos para su rey.

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