Opinión

La historia de las provincias argentinas fundacionales

Por Eduardo Lazzari.

La organización política de la Argentina tiene algunos rasgos de originalidad que vale la pena rescatar desde la historia. La complejidad del proceso colonizador seguido por el de la Independencia tiene que ver con la extensión y la identidad. Si se tiene en cuenta que entre los países surgidos del antiguo imperio español, sólo México y Argentina terminaron siendo federales, el análisis del largo proceso que llevó hasta la Constitución Nacional de 1853 nos permite afirmar que no fue sencillo y que las más de cuatro décadas transcurridas entre la revolución de Mayo de 1810 y la presidencia de Justo José de Urquiza constituyen un período muy rico en acontecimientos y muy complejo en su desarrollo.

   El federalismo argentino se origina en el contacto con el sistema constitucional estadounidense que tuvieron los primeros revolucionarios que llegaron al país del norte, como Martín Thompson, nombrado delegado diplomático en 1816 y envió a Buenos Aires los primeros ejemplares de los libros referenciales de los fundadores del estado y la propia Constitución de 1789, o Manuel Dorrego, desterrado a Baltimore en 1817 por el director supremo Juan Martín de Pueyrredón, que aprovechó el exilio para tomar contacto con los gobernantes de los EE.UU.

   Pero sin duda los antecedentes más importantes están vinculados a la herencia institucional española que gobernó nuestras tierras durante tres siglos, y cuyos reflejos aún hoy se encuentran en nuestra realidad política. Por eso es bueno ver el desarrollo cronológico de las provincias argentinas desde los orígenes de nuestro país como estado independiente.

Las intendencias en la época colonial

   En el intento del imperio español de implantar las instituciones de la metrópoli en todos los territorios conquistados en el mundo desde la llegada de Colón a América, la corona en los tiempos de los Borbones (desde 1700) logró una organización política sólo comparable con la alcanzada por el imperio romano en la antigüedad. El actual territorio argentino quedó bajo la autoridad del virreinato del Perú desde 1542 y a través de la fundación de ciudades fue lentamente dividido en tenencias de gobierno, gobernaciones e intendencias, a la vez que se montó una estructura eclesiástica coherente con esa división política.

   La fundación del virreinato del Río de la Plata en 1776 convirtió a Buenos Aires en una ciudad importante al ser declarada capital, manteniendo el título de cabeza de la gobernación de Buenos Aires. El rey Carlos III, auxiliado por el secretario del Consejo de Indias José Gálvez y Gallardo, dictó una real cédula que estableció una división política y administrativa de la que quedan importantes rastros en nuestra organización actual. Se establecieron dos Reales Audiencias, una en Buenos Aires y otra en Charcas. De cada una de estas instituciones judiciales comenzaron a depender cuatro gobernaciones intendencias y dos gobiernos político-militares. Hubo una novena gobernación intendencia, Puno, que terminó en manos del virreinato del Perú. Una curiosidad de la nueva jurisdicción era que el arzobispado no coincidía con la capital, tal como ocurría en México, Lima y Santa Fe de Bogotá. En el Plata, el metropolitano residía en Chuquisaca.

   Buenos Aires se fue convirtiendo entonces en la referencia política de las intendencias de Salta del Tucumán, de Córdoba del Tucumán, de Buenos Aires y del Paraguay; y de los gobiernos de Montevideo y de los Treinta Pueblos Misionales. Es apreciable a simple vista que esta división política terminó convirtiéndose en tres naciones: Argentina, Uruguay y Paraguay, siendo nuestro país el depositario de tres intendencias y un gobierno: Salta, Córdoba, Buenos Aires y las Misiones. Vale destacar que además cada capital de intendencia era cabeza de diócesis al tiempo de la revolución de 1810. Cada intendencia estaba encabezada por un gobernador.

   Cada intendencia estaba dividida en partidos, que con el tiempo derivaron en las provincias históricas argentinas: la de Salta del Tucumán tenía por partidos a San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, Jujuy, además de la Puna y San Ramón de la Nueva Orán, éstos últimos únicos partidos coloniales que no son hoy provincias; la de Córdoba del Tucumán tenía a La Rioja, San Juan, San Luis y Mendoza, luego de la incorporación de Cuyo hasta entonces dependiente de la Capitanía General de Chile; y la intendencia de Buenos Aires los de Corrientes y Santa Fe. Los límites entre los partidos y entre las gobernaciones fueron determinados fundamentalmente por la geografía, y aún hoy se puede observar a simple vista que las fronteras interprovinciales históricas son ríos, cadenas serranas y cambios notables en el paisaje.  

La fundación de las provincias en los tiempos de la Independencia

   Los gobiernos revolucionarios de 1810 en adelante mantuvieron durante los primeros tiempos la estructura virreinal, cambiando a los funcionarios en todo el territorio sometido a la guerra de la Independencia. Pero al poco tiempo surgieron tensiones internas entre los revolucionarios que llevaron a cuatro etapas de guerras civiles que el relato histórico dominante tiende a disminuir en su importancia fundacional. La primera etapa comienza 1814, cuando la pésima relación entre el gobierno de Buenos Aires y el caudillo oriental Gervasio de Artigas derivó en dos estructuras políticas que se enfrentaron violentamente: las Provincias Unidas del Río de la Plata y la Liga de los Pueblos Libres. Las otras guerras civiles llegaron hasta 1861, pero estuvieron sostenidas por la discusión violenta de la forma de gobierno y no por disputas territoriales. 

   En esos tiempos fundacionales de la Patria, las Provincias Unidas lograron mantener bajo su dominio las gobernaciones de Salta, de Córdoba, y algunos territorios del Alto Perú (hoy Bolivia), además de la propia capital, pero perdió en manos de la Liga de los Pueblos Libres el gobierno de Montevideo y los partidos de Santa Fe y Corrientes. Durante siete años, en medio de las grandes batallas de la Independencia, se libraron combates por el dominio político que provocaron la disolución del gobierno central porteño en 1820 luego de la derrota porteña en la batalla de Cepeda, en manos de los caudillos proto - federales de Santa Fe y Entre Ríos. 

Las provincias que surgen de la guerra civil

    Se puede afirmar que las provincias de Salta y de Córdoba son herederas directas de las jurisdicciones españolas, pero vieron disminuidos sus territorios por las secesiones, algunas pacíficas y la mayoría violentas de sus antiguos partidos, lo que llevó en pocos años a la conformación de los territorios provinciales actuales. 

   En el caso de Salta, en 1814 el director supremo Gervasio de Posadas decretó la división de la antigua intendencia en dos provincias: la propia Salta manteniendo la capital en la ciudad homónima y abarcando además el territorio de Jujuy, Tarija y Antofagasta (con costa en el océano Pacífico); y la del Tucumán, con capital en San Miguel y adosándole el territorio de Santiago del Estero y Catamarca. 

   Salta se convierte en provincia independiente con el nombramiento por el cabildo de Martín Miguel de Güemes como primer gobernador en 1815. Tarija y Antofagasta pasarán a ser territorio boliviano luego de su independencia en 1825, debido a la invasión que el mariscal Antonio José de Sucre hizo sobre esas provincias en 1826, quitándole su gobierno a Salta. En el caso de Jujuy se convertirá en una jurisdicción autónoma por medio de una revolución en 1834, siendo la última de las provincias históricas en constituirse.

  La gobernación de Tucumán tendrá una guerra interna provocada por la intención de su gobernador, el general Bernabé Aráoz, de constituirla en república en 1820. La resistencia de Santiago del Estero y Catamarca a enviar diputados a un congreso en San Miguel derivó en feroces combates que concluyeron en 1821 con la autonomía de Santiago del Estero, que sería gobernada durante treinta años por el caudillo federal Juan Felipe Ibarra, y de Catamarca, cuyo primer gobernador fue Nicolás Avellaneda y Tula, abuelo del presidente homónimo. 

   Para Córdoba, la mayor pérdida de territorio fue la creación de la gobernación de Cuyo en 1814, abarcando los territorios de San Juan, San Luis y Mendoza, con capital en esta última. En 1820 violentas revueltas culminaron con la disolución de Cuyo y la creación de las provincias de Mendoza, San Luis y San Juan. La Rioja, también en ese entonces, inició su separación de "la Docta", lo que concretó en marzo de 1820 cuando fue nombrado Francisco Ortiz de Ocampo primer gobernador autónomo.

   La gobernación de Buenos Aires, que quedo disuelta en los gobiernos patrios de los Triunviratos y del Directorio, sufrió la diáspora de sus antiguos partidos, que a su vez se dividieron. En 1815, en medio de la lucha entre las tropas porteñas y las acaudilladas por Artigas, el cabildo de Santa Fe nombra a su primer gobernador Francisco Candiotti, quien luego es reemplazado por Estanislao López, que gobernará veinte años. Ya un año antes Santa Fe había visto el gesto autonómico de Entre Ríos, que de la mano de Francisco Ramírez adhirió a la Liga de los Pueblos Libres.

   Es muy impresionante observar que el Congreso General Constituyente de 1816, que en San Miguel del Tucumán declaró la independencia de las Provincias Unidas, no contó con la presencia de diputados de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y la Banda Oriental, aunque sí con representantes de las tierras libres del Alto Perú. En 1815 se intentó una reunión organizadora e independentista en Concepción del Uruguay, conocida como el Congreso de Oriente, pero la falta de documentación impide afirmar que haya habido gestos más allá de la conformación de una alianza política entre los integrantes de la Liga de los Pueblos Libres.

   Un resumen de la fundación de las provincias históricas muestra que entre 1814 y 1815 se organizan Salta, Tucumán, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Pero el inicio de la década de 1820 es fundamental en el origen del pensamiento federal argentino: nacieron en 1820 las provincias de Buenos Aires, Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja, y en 1821 Santiago del Estero, Corrientes y Catamarca. La benjamina de las históricas es Jujuy, que nace en 1834, completando el elenco de catorce provincias que serán las que organizarían el país entre 1852 y 1861. 

   Queda para un próximo artículo la formación de las provincias modernas del siglo XX con la base de los territorios nacionales, la desaparición de una jurisdicción y la decisión de la igualdad jurídica de las históricas y las nuevas jurisdicciones.

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