Opinión

El rol de Rusia y China en Medio Oriente

Por Jorge Elías.

Por Jorge Elías para El Interín.

A poco de comenzar la escalada militar en Medio Oriente, con casi 200 misiles balísticos lanzados por Irán contra Israel e interceptados por el sistema defensivo Cúpula de Hierro, el régimen de Vladimir Putin condenó «firmemente» la ofensiva terrestre del Estado judío en Líbano. El Ministerio de Exteriores de Rusia abogó por el retiro de las tropas israelíes del territorio libanés. En ese caso, Putin debería hacer lo mismo con las suyas en Ucrania, donde ha violado el derecho internacional. Rusia y China han tenido históricamente buena sintonía con la causa palestina. Tras la masacre terrorista del 7 de octubre de 2023 se ofrecieron como mediadores.

Toda guerra es política y económica. Ni la Franja de Gaza ni Cisjordania, las dos cabeceras palestinas enfrentadas entre sí, tienen petróleo u otros recursos. El atractivo para Rusia y China, en su afán de crear un nuevo orden mundial, consiste en desacreditar el papel de Occidente. La tensión llevó al gobierno de Estados Unidos a marcar una sutil diferencia entre las represalias de Israel contra Hamas y Hezbollah, respaldados por Irán, y la escalada de Irán, en primera persona, contra Israel. En palabras de Joe Biden, "Estados Unidos apoya totalmente a Israel".

La Guardia Revolucionaria de Irán dejó dicho que el ataque con misiles contra Israel había sido en respuesta a los asesinatos del líder de Hezbolah, Hassan Nasrallah; el líder político de Hamas, Ismail Haniyeh, y el general cinco estrellas iraní Abbas Nilforushan. Solo en la Franja de Gaza, convertida en escombros, murieron en casi un año unas 40.000 personas, de las cuales entre 10.000 y 20.000 respondían a Hamas y otros grupos terroristas financiados por Irán. También cayeron 700 soldados israelíes. Cumplida esa fase, la mira de Israel se concentró en la frontera norte, reducto de Hezbollah, mientras repele ataques de los hutíes desde Yemen.

¿Es lo mismo el derecho a la defensa que el derecho al ataque, sobre todo cuando los asesinatos selectivos provocan daños colaterales en la población civil?

Son cuatro guerras al mismo tiempo. En Líbano, sumido en una crisis social y económica que ha llevado a la pobreza al 80 % de su población desde 2019, el avance israelí provocó más de 1.000 muertos y otros tantos desplazados. La incursión terrestre, en principio, permite regresar a sus hogares a miles de israelíes desplazados en el norte del país, asediado por cohetes de Hezbollah desde que estalló la guerra en la Franja de Gaza, hace casi un año. ¿Es lo mismo el derecho a la defensa que el derecho al ataque, sobre todo cuando los asesinatos selectivos provocan daños colaterales en la población civil?

En ese escenario vidrioso, ¿qué ganan Rusia y China con su aparente papel de mediadores? Mayor influencia internacional en virtud del eventual descrédito de Estados Unidos en particular y de Occidente en general. La tarjeta roja del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, contra el secretario general de la ONU, António Guterres, declarado persona no grata por haber denunciado "una violación de la soberanía libanesa y de su integridad territorial", suma puntos para Putin, bajo orden de arresto de la Corte Penal Internacional, respaldada por la ONU, por presuntos crímenes de guerra relativos a la deportación y el traslado ilegal de niños de Ucrania.

Después de la última embestida de Irán, Rusia debía pronunciarse y, a tono con China, su benefactor durante la guerra contra Ucrania, tenía que abogar por "la búsqueda real de vías pacíficas para la solución del conflicto en Medio Oriente«. Palabras de compromiso. Tan falsas como una moneda de cobre. A tono con las de Guterres, aunque parezca mentira, defenestrado por no haber sido todo lo contundente que quería Netanyahu. La violación de la soberanía de Líbano, puesta en la balanza con lo que ocurre en Ucrania desde el 24 de febrero de 2022, resulta ser casi lo mismo en términos jurídicos.

¿Qué hicieron Estados Unidos y los países occidentales? Aprobar el derecho a la defensa de Israel hasta que se convirtió en el derecho a la venganza

Todo suma o, quizá, resta. La naturalización de las barbaries lleva a los israelíes a ser disciplinados cada vez que suenan las sirenas. Si el fuego arrecia, deben guarecerse en los refugios. No es vida. Ni para ellos ni para los otros, también pendientes de una réplica que destruya en un santiamén una ciudad entera. Netanyahu y Putin hablaron por teléfono después del primer capítulo de este nuevo episodio, versión 2023: Hamas aprovechó una distracción de la inteligencia israelí para matar a 1.200 personas, secuestrar a 250 y torturar y vejar a otras tantas. Un horror.

¿Qué hicieron Estados Unidos y los países occidentales? Aprobar el derecho a la defensa de Israel hasta que se convirtió en el derecho a la venganza. Entonces, cuando ascendía el inventario de muertos y desplazados en la Franja de Gaza, algunas voces, incluida la de Biden, abogaron por el cese el fuego y la liberación de los israelíes secuestrados. Rusia y China, en contacto con Irán, Siria y Turquía, también involucrados en el conflicto, les habían ganado de mano: convencieron en sus respectivas capitales a Hamas, Al-Fatah y otras facciones palestinas de la necesidad de formar un gobierno interino de reconciliación.

¿Qué tuvo que ver el endeble gobierno de Líbano, elegido y reelegido sin suerte más de 30 veces? «El carácter combinado de la violencia israelí con la participación de todos los tipos de fuerzas permite suponer que el número de víctimas aumentará irremediablemente», pronostica Rusia, atenta a su propia embestida conta Ucrania. Un espejo, salvando las distancias, del significado de la vulneración de la soberanía de otro país. Algo «extremadamente destructivo para toda la región y para el espacio colindante», según Dmitri Peskov, vocero de Putin. Increíble.

En esas manos está el mundo, con gobiernos como el israelí y regímenes como el iraní deslegitimados por sus compatriotas

En esas manos está el mundo, con gobiernos como el israelí y regímenes como el iraní deslegitimados por sus compatriotas. O autocracias como la rusa y dictaduras como la china que insisten en inculcar el relato antioccidental y anticolonial, de modo de desnivelar la balanza. Los tiempos cambian. Stalin reconoció al Estado de Israel en 1948 por sus inclinaciones socialistas. Poco después, Nikita Khruschev, el mismo que transfirió Crimea a Ucrania en 1954, se alineó con el nacionalismo árabe. Tras el derrumbe de la Unión Soviética, Rusia buscó un equilibrio, aunque Hamas nunca fuera su socio predilecto. Difícil contentar a Dios y el diablo.

China importa petróleo de los países de Medio Oriente y del Golfo Pérsico. Más allá del factor económico, la dictadura de Xi Jinping procura mostrarse como una potencia responsable e interesada en la paz mientras, codo a codo con Rusia y otros países, va detrás de un nuevo orden mundial. Les convienen en el conflicto de Medio Oriente los zigzagueos de Estados Unidos y de los países occidentales, de modo de consolidarse como predicadores en medio de la barbarie.

Mérito de China ha sido sentar en Irak y Omán a Irán con su archirrival regional Arabia Saudita, socio de Israel, para restablecer vínculos diplomáticos. Lo resume Chelsea Ngoc Minh Nguyen: "La posición frente a la guerra en Gaza revela, además de una doble vara de las democracias occidentales, un quiebre más profundo que no permite vislumbrar que la solidaridad con Ucrania conduzca a un orden internacional más justo. Pero no solo el Norte global muestra una profunda hipocresía: los discursos antioccidentales del Sur permiten también justificar derivas culturalistas y reaccionarias".

En perspectiva, "la indignación popular se ha extendido contra una noción liberal y periférica de la humanidad, que valora la vida de los civiles de manera diferente en disímiles guerras y ocupaciones". No es lo mismo Líbano o Gaza que Ucrania. Que la defensa pase a ser un ataque y que el ataque pase a ser una defensa. Difícil ponerse en la piel de quienes denostaban la reforma judicial de Netanyahu, hecha a su medida para liberarse de cargos de corrupción, y de quienes aborrecían la teocracia iraní por la absurda muerte de Mahsa Amini, de 22 años, en 2022, por no llevar debidamente puesto el velo islámico. Difícil todo, en realidad.

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