Viceversa

Cronicas del mate, café, y del malcomprendido té

Por Belén Cianferoni.

¡Qué semanita, eh! Me llevó puesta septiembre. La primavera me atropelló y me dejó tirada frente a la computadora. Muchas cosas por planear, por realizar, nuevos crímenes literarios por cometer. Mucho de todo, poco de mí. Necesito un momento de paz, volver a ser esa que se levantaba a tomar un matecito con facturas y leer, pero usted y yo sabemos que no podemos volver el tiempo atrás.

Descuarticemos esta situación, parte por parte, para tomar cartas en el asunto. Empecemos que se atrasa el almuerzo. ¡Qué maravilla leer tomando mate! No importa cuándo: invierno, verano… cualquier estación del año puede ser la gloria, solo con sentir el papel y el sabor de la yerba en los labios.

Extraño tener tiempo para mis pequeños rituales. El primer paso, el que más me cuesta, es seleccionar el libro. Hay veces en que el libro me selecciona a mí, porque levanto el que se encuentra más cerca y listo. Cuando eso sucede, siento que debo buscar un mensaje secreto en las líneas. Un número para la tómbola o un código para entender los misterios de mi vida. Antes creía que mis abuelos me mandaban secretos en los libros que encontraba tirados en mi casa, pero después de hallar un par de manuales de álgebra desparramados, entendí que no eran mensajes, solo que soy muy desordenada.

Entiendo la necesidad de comer algo mientras se lee. El cerebro demanda un poquito de dulce para mantener la maquinaria literaria andando.

¿Qué comemos en esos momentos de intimidad con el libro? No se puede elegir cualquier cosa sin ton ni son. Es necesario algo pequeño, que no enchastre las hojas, y cuyo sabor acompañe lo que se lee sin arruinar el momento. Esto es complicado, por eso inicié una encuesta y entrevisté a expertos en la materia. Este es el resultado de mi investigación, para ustedes.

La mayoría de las lectoras de narrativa a las que consulté me contestaron que les gusta acompañar la lectura con chocolate y café. Los lectores de poesía, en cambio, me recomendaron tomar un tecito suave para permitir que las letras entren despacito al alma.

La verdad, no me sorprendió, pero sentí una traición al mate. Entiendo lo del café, tiene lógica, pero prefiero el mate cuando leo. El café se enfría rápidamente, en cambio, con el mate puedo ir tomando sorbitos y manteniéndolo calentito mientras leo. El té no está mal, pero siempre me quedo con gusto a poco. Envidio a las personas que toman un tecito en paz y sienten que están completas. Quiero tener la vida de los tomadores de té, pero esa no soy yo.

Me gusta el café, no me malentiendan, pero lo uso para la mañana, para que el alma vuelva a este cuerpo agotado y reviva. El mate, para mí, es un mejorador de experiencias. Tomás mate con amigos, y cuando alguien dice "poné la pava", sabés que el chisme viene en camino y que hay que adobarlo con yerba.

Así es, no veo una pelea, sino un complemento de líquidos.

Todas las mañanas el café saca una soga laaaaarga y me arranca del inframundo hasta la computadora. Me cachetea un poco y me deja sentada en la silla con trabajo para hacer. 

El mate, en cambio, te dice: "-Hola, cuma, ¿qué anda haciendo? ¿Por qué anda con esas fachas? Venga, venga que la acomodo un poquito mientras usted decide qué hacer con su vida."

Así transcurre mi mañana, entre los sopapos del café y las caricias de la yerba, cuando me vuelve a atacar el tiempo.

El mate, para mí, siempre va a tener el tono cariñoso de una señora que me cuidaba en mi infancia.

A veces me pongo a pensar, ¿cómo sobreviven las personas de otros países que no tienen mate y tienen que andar a los saltos con el café? Sintiendo los golpes de la vida, sin un mimito líquido que los acompañe. En esos vasos gigantes que llevan a todos lados no entra todo el amor que te puede dar un matecito.

Pero, en esta columna se habla de todo y con toda la sinceridad del mundo. En el mundo del mate hay un profundo respeto por el tiempo del otro, y cuando alguien falta a ese respeto, la mirada te ubica. Te apuñalan con la vista cuando te demorás tomando mate y contando sobre tu vida. Esto es así, un poquito de esto y un poquito de aquello. Hasta el próximo sorbo.

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