Opinión

"Envidiosa": todo lo demodé de las telenovelas en una sola 

Por Camila Alfie OPINIÓN

Era 1985 y aparecía por primera vez nombrado en la prensa el Test de Bechdel: una prueba para evaluar la representación y complejidad de los personajes femeninos en la ficción. Para superar este examen se plantean tres preguntas básicas. ¿Hay al menos dos mujeres con nombre propio? ¿Esas mujeres hablan entre ellas, al menos una vez? ¿Esa conversación, es sobre algo que no sea un hombre? 

Este mes se estrenó en Netflix "Envidiosa", una comedia romántica argentina con la firma de Adrián Suar como productor y de Carolina Aguirre como guionista. Está protagonizada por un elenco encabezado por una Griselda Siciliani dándolo todo, Esteban Lamothe siendo un tipazo y Benjamín Vicuña siendo Benjamín Vicuña.

Acompaña un coro de intérpretes nacionales como Bárbara Lombardo, Marina Bellati, Violeta Urtizberea, Pilar Gamboa, Lorena Vega (espectacular como la psicóloga), Susana Pamín y Martín Garabal. Si la serie se sostiene, es 100% mérito del talento incuestionable de las actrices y actores que la integran.

"Envidiosa", al igual que Terminator, Misión Imposible, Gladiador, Top Gun, Tomb Rider, la saga de James Bond, las primeras películas de Star Wars, Piratas del Caribe, Volver al futuro y Avatar, no estaría pasando el Test de Bechdel. Lo cual es significativo, viniendo de un tiempo donde las narrativas con una perspectiva de género parecían más instaladas. (Y con "feminista" no nos referimos a mucho más que mujeres que tengan una dimensión más allá de sus deseos amorosos).

La premisa de "Evidiosa" es muy sencilla: el eterno tropo de la Susanita. Victoria (Siciliani) es una chica de 40 años que, después de haber estado 10 años en pareja con quien era su novio, (Garabal), se separan. Casi inmediatamente él conoce a una alegre joven brasileña que conoció estando de vacaciones. Ella es profesora de baile y muy hot. Porque no podía ser de otra manera. Y, enseguida, se casan. Esta desgracia se potencia al ver que sus amigas están todas casadas o en plan de, y a ella le toca volver a chonguear con 40 años. La serie muestra, además, a la gente que está en Tinder como los remanentes del amor, y ella no quiere sentirse un descarte. 

Ante esta tragedia que azota la vida de Victoria, ella cae en un espiral de angustia y autoreproches eterno. No puede entender cómo después de haber hecho "todo bien" y ser la "mejor en todo"; -la mejor amiga, la mejor hermana, la mejor alumna-; después de haber abandonado su carrera como arquitecta para que su novio pueda crecer en la suya como abogado, ella no sea la elegida. O sea, la elegida para acompañarlo al altar.

El centro de la historia es, justamente, este. El deseo primordial que motoriza la pulsión de vida de Victoria es casarse con un tipo prestigioso y exitoso, (o sea, con $$$) y ser mamá. Y vivir en un country, en lo posible. Y como nada de esto le está sucediendo, y al ver que ya es una señora de las cuatro décadas y el infame reloj biológico la está empezando a estrangular las trompas de falopio, descarga toda su frustración en la gente que la rodea. Que son, básicamente, sus amigas, -otras chetas a las que detesta porque, aparentemente, les sale todo bien. O, al menos, tienen eso que ella tanto desea.

Cuando la victoria es querer casarse

El link entre el título de la serie y la personalidad de la protagonista no da lugar a las interpretaciones. Victoria no tiene vida propia. Es un personaje esquemático. Todos sus diálogos, deseos y acciones están alineados en perseguir su objetivo último. No sabemos qué le gusta, qué la conmueve, qué la hace reflexionar o emocionarse, que la apasiona, qué la hace reír, qué cosas atesora, qué la divierte, más allá de su eje vectorial Susanitesco, a todas luces chato. (Y que no aprovecha al máximo el talento de Siciliani).

Sus intereses amorosos son tres: su ex novio, a quien desprecia por no haberla elegido como esposa. Su jefe, que es un mujeriego genérico de Puerto Madero que anda de trampa. Y su vecino, que es Esteban Lamothe; que a diferencia de los anteriores, vive una vida sin pretensiones ni grandes ambiciones materiales. Algo que la protagonista no tolera bajo ningún concepto. Lo más inverosímil de la serie es que Esteban, que es un tipazo, esté enamorado de alguien tan superficial y narcisista como Victoria.

El universo temático de Victoria se cierra sobre sí mismo de la misma forma que el mundo que la rodea, que se limita a sus amigas (a las que casi toda la serie creemos que detesta); a su hermana (a la que envidia y, al mismo tiempo, estigmatiza por ser "una hippie"); su mamá (que piensa que es una vieja lamentable porque nunca volvió a estar en pareja); su jefe, su ex novio y el buenazo de Esteban Lamothe. La serie, como si existiese en una Argentina disociada, tiene como telón de fondo casi exclusivo a Puerto Madero y Recoleta.

Victoria es clasista, utilitarista, machista, egoísta, es insensible, es autocentrada, es monotemática, es envidiosa, no es buena amiga; es una cheta que, como ella misma describe, es una cheta "resentida". y "frustrada". Estamos acostumbradxs a ver series protagonizadas por personajes insoportables, como Carrie de Sex and the City, los hermanos Roy de Succession y las amigas de Girls, que es una más densa que la otra. Pero Victoria está a otro nivel. Es una persona con la que una no querría tomarse ni un mate.

Otra vez el amor romántico

Pensar en Victoria nos remite a otra Susanita icónica: Charlotte York de Sex And The City. Pero, a diferencia de Victoria (la comparación es injusta, lo sé), Charlotte tiene matices que la complejizan como ser humano, capas de intriga e interés que nos hacen querer, nosotras también, ser parte de su vida. Es una amiga de fierro, es dulce, le apasiona el arte -es galerista-, tiene el aura de una chica inocente y virginal, pero como dice en una escena inolvidable, "solo quiere que se la cojan". Y aunque empieza la serie anhelando casarse con un tipo exitoso old money, en su arco argumental atraviesa divorcios, adopta a un hijo y termina enamorada de un impensable abogado medio grasa.

Otra vez el amor romántico

Pensar en Victoria nos remite a otra Susanita icónica: Charlotte York de Sex And The City. Pero, a diferencia de Victoria (la comparación es injusta, lo sé), Charlotte tiene matices que la complejizan como ser humano, capas de intriga e interés que nos hacen querer, nosotras también, ser parte de su vida. Es una amiga de fierro, es dulce, le apasiona el arte -es galerista-, tiene el aura de una chica inocente y virginal, pero como dice en una escena inolvidable, "solo quiere que se la cojan". Y aunque empieza la serie anhelando casarse con un tipo exitoso old money, en su arco argumental atraviesa divorcios, adopta a un hijo y termina enamorada de un impensable abogado medio grasa.

Fuente: Página 12

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