Crónicas descontroladas
Por Belén Cianferoni. VICEVERSA
Todo puede, un día cualquiera, perder el control. La mayonesa, tu eterna amiga de lomitos y milanesas, puede decidir cortarse sola y mandarse a mudar. Así, como si nada.
Con total impunidad, un elemento sale de su eje y da la bienvenida al caos. ¿Otro ejemplo más de la dulzura de la creación? Hoy voy a pensar un poco acerca de la rebelión de los ingredientes y las cosas.
Imaginemos que un día cualquiera decidís batir crema para hacer la torta de tus sueños, con una felicidad plena, como quien sabe lo que hace. Vas a pasar por un momento íntimo de conexión con tu batidor, cuando de repente todo se transformará en una película de terror donde los componentes deciden tomar caminos separados. La manteca va para allá, el suero para otro, tu enojo va para arriba, y la torta no va para ningún lado, porque no va a pasar.
Planteemos otra situación imaginaria. Estás en mitad del baile, el DJ pone tu canción favorita, tirás pasos a lo bestia, cuando de la nada el parlante se satura y dice "Basta". El parlante deja de funcionar. Aquí no tenés control, tampoco. Aquí te bajás.
En cualquier momento de la vida, un paseo puede dar lugar al descontrol total cuando viene a la mente el recuerdo de las llaves. ¿Cerraste la puerta? ¿Entrará alguien? ¿Dejaste alguna luz prendida?
Todo puede cambiar, el caos puede entrar tímidamente a tu vida y desordenar los naipes de la loba con todos tus proyectos. Será, quizás, que vivir es naufragar entre el caos y el orden. No nos confundamos, el desorden no es caos, es solo un estado momentáneo. Una mayonesa cortada, una crema chantilly trunca, un paseo con pesadillas y una mano decepcionante en la partida de loba. Es solo un momento, no una vida.
Cuando el descontrol y el desorden ingresan, descargan una energía invisible sobre los ingredientes de la vida. Tus átomos bailan un vals invisible y se abrazan con la entropía del momento.
Si estás en un momento así, en donde se te corta la mayonesa y los naipes no llegan, voy a recordarte las palabras del gran filósofo contemporáneo, Ricardo Iorio: "Solo es un mal día, repetí, mi amor".
A seguir, que aún el baile no termina.