Viceversa

EVITA: EL PASO DE LA HISTORIA AL MITO

Por Eduardo Lazzari.

Muchas veces, la tarea del historiador tiene tiempos que el periodismo no dispone. Así es que en las crónicas que desde "El Liberal" cada domingo ponemos a disposición de los lectores, ocurre que a veces se producen hechos extemporáneos o publicaciones a destiempo. El pasado domingo comenzamos a relatar las peripecias del cuerpo de María Eva Duarte de Perón luego de su temprana muerte el 26 de julio de 1952 a los 33 años. Al repasar lo publicado, quien esto escribe descubrió que hacía falta un más pormenorizado relato de los acontecimientos anteriores para comprender mejor lo que vino después.

   Siempre es difícil abordar una figura cuyos contornos históricos se confunden con la construcción mítica posterior, y el caso de Evita es probablemente el de mayor complejidad para abordar y desprender de la creencia, que se reitera es legítima. Queda claro que el valor que cada ciudadano le impone a Evita forma parte de la libertad de pensamiento, pero también es importante buscar el conocimiento fehaciente del pasado, para ponerlo en su justo lugar y aclarar aspectos que la diversidad de las opiniones muchas veces deja en un segundo plano. Se trata de indagar en los hechos, desde un ordenamiento cronológico, para acercarnos al drama de una mujer, que por el lugar que la historia le reservó, se convirtió en el dolor de sus seguidores y fanáticos, a la vez que provocó variados sentimientos en quienes no la querían.

Evita, la primera dama

   El casamiento de la pareja del momento, el coronel del pueblo y la actriz popular, en la iglesia de San Francisco de la ciudad de La Plata se realizó el 10 de diciembre de 1945, luego de una frustrada ocasión por la enorme cantidad de gente que asistió. Para entonces Juan Domingo Perón tenía 50 años y María Eva Duarte 26. Ya se había lanzado la campaña electoral para los comicios presidenciales del 24 de febrero de 1946. Es curioso que la primera fotografía política del novel matrimonio se realizara en Santiago del Estero, donde los encontró la celebración del año nuevo en la casa de la familia Álvarez. Durante los meses siguientes Evita acompaña al coronel Perón, sin participar en los actos de campaña.

   El 4 de junio de 1946 Evita ocupa un discreto segundo plano en las ceremonias de asunción de su esposo. Pero la historia le tenía reservado un papel preponderante en los tiempos por venir. En la segunda mitad del año, Evita comienza a reunirse con dirigentes sindicales en una oficina ubicada en el Correo Central, no ocupando ningún cargo oficial, pero oficiando como una virtual secretaria de Trabajo y Previsión. Comienza a viajar por el país como gestora de la política social del gobierno. 

   Su primer encargo rutilante es como embajadora del gobierno argentino en una gira internacional que se realiza entre junio y agosto de 1947, visitando Italia, el Vaticano, Suiza, Francia, España y Portugal, los países católicos de Europa, y al regreso suma escalas en Río de Janeiro y en Montevideo. Hay que destacar que su papel estuvo a la altura de las circunstancias en sus entrevistas con los primeros mandatarios de Francia; de Italia y de España, como también con el papa Pío XII.

   La sanción de la ley del voto para la mujer es una gran oportunidad para Evita. En 1947 pronuncia su primer discurso desde los balcones de la Casa Rosada en ocasión de la promulgación de esa ley. El 19 de junio de 1948 es creada la Fundación de Ayuda Social "María Eva Duarte de Perón", una organización no gubernamental que comienza a recibir fondos públicos, además de exigir la colaboración de empresas y particulares, y sobre todo el aporte de empleados y obreros, que destinan el primer mes de cada aumento de sueldos a la institución. Para los peronistas la Fundación no causaba ningún conflicto, pero para quienes no adherían al gobierno, era otro motivo de escándalo e irritación.

Las enfermedades de la esposa del Presidente

   Las primeras señales de que algo no andaba bien con la salud de Evita se da en agosto de 1946, cuando debe suspender sus actividades durante un mes, no explicándose las razones. Al año siguiente, cuando regresa de su viaje por Europa y América del Sur debe reposar nuevamente por un mes y medio. Durante 1949 es evidente una disminución en el ritmo de las actividades públicas de Evita, pero su trabajo en el despacho principal de la Fundación, que en 1950 pasa a llamarse "Eva Perón" a secas, es muy intenso. Según cuenta el coronel apellidado Clark, agregado militar de los EE.UU en la Argentina, Evita le confiesa en un encuentro social que había bajado diez kilos en doce meses.

   El 9 de enero de 1950, durante un acto en el sindicato de taxistas sufre un síncope, perdiendo el conocimiento. El médico Oscar Ivanissevich, por entonces ministro de Educación, diagnostica una apendicitis y la interviene quirúrgicamente. Durante la operación el cirujano detecta una malformación en el útero de su paciente. A mediados de febrero Evita intenta volver a trabajar, pero sus malestares la obligan a guardar reposo por otros dos meses. Reaparece junto a Perón el 1° de mayo, en el acto del Día del Trabajador. Se repetía la costumbre de no explicar las largas ausencias de la primera dama.

   Aún hoy se discute cual fue la información con que contó Evita sobre su enfermedad, pero se sabe que fue sometida a sesiones de radioterapia en la propia residencia presidencial. El objetivo era disminuir el tumor, pero a fines de 1950 se produjo un incremento del tamaño, llegando el peor diagnóstico: cáncer de cuello de útero. El hecho de que la primera esposa de Perón, Aurelia Tizón, hubiera muerto por causa de la misma enfermedad hace posible deducir que Perón fuera portador del papiloma humano, que por entonces no estaba descripto y mucho menos existía una terapia para combatir sus efectos. 

El diagnóstico irreversible

   La campaña electoral para la reelección de Perón hizo que la salud de Evita desapareciera del debate público. Pero sin duda el impacto que produjo en el seno familiar el diagnóstico del cáncer fue demoledor. Este es un punto en el que hay que apartarse de las diversas versiones literarias, teatrales o cinematográficas, al desconocerse el testimonio de los dos protagonistas. Es imposible suponer que Perón, quien amaba sinceramente a su esposa, pudiera cometer brutalidades como las que alguna película ha mostrado. Los testigos de los últimos meses de vida de Evita hablan de la dulzura con que su esposo la trataba, a la vez que la enfermedad iba agriando el carácter de la paciente. A mediados de 1950 Ivanissevich fue reemplazado por Ricardo Finochietto, maestro de cirujanos, como médico de cabecera. 

   La CGT propuso a Evita como compañera de fórmula de Perón para las elecciones convocadas para noviembre de 1951. El 22 de agosto fue convocado un congreso del partido peronista, que fue llamado "Cabildo Abierto", realizado en la avenida porteña 9 de julio, y allí se propuso la fórmula Perón – Eva Perón. Allí pronunciaría Evita el discurso más dramático de su vida: "… ¿Qué gloria? ¿Qué honor? ¿a qué más puede aspirar un ciudadano o una ciudadana que al amor del pueblo argentino? Yo me siento extraordinariamente emocionada... ustedes…me dan una enorme responsabilidad. Yo no sé cómo pagar el cariño que el pueblo tiene en mí, ni la confianza. La pago con amor, queriéndolo a Perón y queriéndolos a ustedes, es querer a la patria misma…". Estas palabras, que parecen significar una aceptación de la postulación terminarán con un reclamo: "… no me hagan hacer lo que no quiero hacer… no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores… Es que, estando el general Perón en el gobierno, el puesto de vicepresidente no es más que un honor… yo voy a hacer al final lo que el pueblo diga".

   El 31 de agosto de 1951, en un mensaje radial donde se nota su voz quebrada y debilitada, Evita renuncia a la postulación. La atendían a la enferma Finochietto, quien había recurrido al concurso de Jorge Albertelli, especialista en cáncer de útero, y al afamado médico estadounidense George Pack, de quien se supone nunca supo Evita que fuera miembro del equipo que la cuidaba. Queda recluida en la residencia presidencial, y a fines de septiembre vuelve a hablar por radio en ocasión del intento de golpe de estado del general Benjamín Menéndez. El 15 de octubre se publica su libro "La razón de mi vida" y reaparece dos días después en el balcón de la Casa Rosada, donde casi no puede sostenerse.

Los últimos intentos de curación

   Es internada en el hospital policlínico "Presidente Perón" de Avellaneda, construido por su fundación, y allí Pack le practica una histerectomía completa el 6 de noviembre de 1951. Cinco días después vota por primera vez desde la cama del hospital, constituyendo una de las imágenes más impactantes de su biografía. Regresa a su casa y es sometida a cuidados paliativos. Reaparece fugazmente el día de Navidad. El 1° de mayo de 1952 brinda su último discurso, muy virulento contra la oposición, desde los balcones de la Casa Rosada, que sería su despedida: "Yo, después de un largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas cosas a mis descamisados…siempre levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón".

   Su último acto público es la asistencia en el Congreso Nacional a la ceremonia de asunción de su esposo el 4 de junio de 1952, donde el auto que los condujo fue equipado con un soporte para sujetarla, disimulado por un tapado de piel. Ya recibía morfina para paliar sus dolores. Siguió sometida a diversos tratamientos, que no mostraron resultados efectivos y el 18 de julio de 1952 por primera vez entró en coma. La sociedad impuso una pausa a sus conflictos y se sumergió en el sopor previo al fin de una tragedia dramática. El domingo pasado se relataron los eventos de sus funerales. El domingo próximo será el tiempo del espeluznante periplo de su cadáver embalsamado.

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