MAMA ANTULA
Por Gisela Colombo.
En febrero de 2024, una hija de estas tierras, que vivió entre 1730 y 1799, fue canonizada. "Mamá Antula" la bautizaron algunos de sus protegidos más tempranos, según un hábito del habla quechua, lengua en la que se comunicaba con ellos.
En efecto, aunque se ha creído durante mucho tiempo que María Antonia de Paz y Figueroa nació en la "Villa Silípica", un pueblo santiagueño de quinientos habitantes, Alberto Bravo de Zamora, genealogista de prestigio, asegura que su origen es la Ciudad de Santiago.
Más allá de que el investigador esté o no en lo cierto, la procedencia de una figura suele estar ligada al sitio donde fructifican sus dones. ¿Acaso alguien discutiría que Carlos Gardel es insignia de Buenos Aires? Y en este sentido, es en Santiago ciudad donde el legado de la santa comienza. Del mismo modo, ¿quién se atrevería a cuestionar que María Antonia de San José es emblema de Santiago?
Es a allí, a la ciudad de Santiago del Estero, adonde se traslada, con solo quince años, para ingresar en el Beaterio jesuita. Ya entonces está dispuesta a dejar su familia y su mundo para asumir una misión a la que se sintió llamada. Pero no lo hace desde la estructura tradicional. En la elección entre casarse y ser monja, escoge una tercera posición: se convierte en laica consagrada.
Es allí, en la ciudad de Santiago, donde conoce los ejercicios espirituales que signaron su paso por este mundo. A esas lecciones jesuíticas que San Ignacio de Loyola, el mismo fundador de la Compañía de Jesús, había creado y dictado siglos antes, accede en el beaterio.
También allí desarrolla sus dotes organizativas y sus habilidades para resolver problemas prácticos. Y crece su firme convicción de que Dios la ha puesto en ese sitio para que dé los frutos que el santo jesuita había deseado para muchos.
De modo tal que a ella se delegó la tarea de propiciar todo lo necesario para que cantidad de creyentes, religiosos, consagrados o no, pudieran transitar las experiencias de los ejercicios espirituales que fueron distintivos de la Orden Jesuita.
A esas "Casas de Ejercicios" acudían pobres y ricos sin distinciones, lo cual reeditaba la actitud de María Antonia frente a los pueblos originarios a los que asistía con los jesuitas, por evangelizar en sus primeros pasos.
Las convulsiones de la historia argentina durante el siglo XIX dictaron que la Orden jesuítica fuera expulsada de Sudamérica y de Argentina más de una vez. Cuando eso ocurrió en 1767, Mamá Antula también estuvo allí para sufrirlo.
Suprimida la organización y exiliados los principales representantes jesuitas, Antonia se vio impulsada por Dios a continuar los ejercicios. Todo debía seguir igual, con la diferencia de que ella y las demás mujeres comprometidas, ya no tendrían ni la legitimidad institucional que les había dado la Compañía de Jesús, ni el sostén económico para continuar. Aun así, a fuerza de sacrificios, de acciones inspiradas, de corazón y prudencia, mantuvieron viva la llama que animaba su labor. Antonia, paciente y mansa, leía en esos hechos pruebas de fe. Por desalentadores que pudieran ser los sucesos, expresaban igualmente la voluntad de la Providencia, que no hacía sino probar a su sierva.
Esos tiempos de adversidad que comenzaron con la partida de la Orden, motivaron que el Papa Francisco, jesuita también, definiera a la santa como "un modelo de fervor y audacia apostólica" durante la ceremonia de su canonización, el 11 de febrero de 2024.
¿En qué consistió su audacia, entonces? Mientras la Iglesia del momento deseaba la prohibición de las actividades que fomentaba y organizaba Antonia, la inspiración y la gracia, le decían en oración, que no debía cejar. Y así lo hizo.
Cuando ya no fue posible permanecer en Santiago y continuar su misión, Mamá Antula decidió salir a andar los caminos como lo hicieron los apóstoles, luego de la partida de Cristo. Junto a un grupo de laicas consagradas se lanzó a la ruta para ir echando semilla en Salta, Tucumán, Jujuy, La Rioja, Catamarca, Córdoba, Buenos Aires, Montevideo y Colonia de Sacramento. En todos estos destinos fue desembarcando con los ejercicios espirituales, que sin dudas habrán obrado para salvación de muchos.
Mamá Antula también es considerada la primera escritora mujer del Río de la Plata. Sus cartas son evidencias de una vocación como la de Teresa de Ávila, y se leen hasta el día de hoy no sólo como literatura mística, sino también como historiografía que testimonia procesos sociales, culturales y políticos de su tiempo.
Este homenaje es mi forma de festejar otro cumpleaños.
En estos 471 años que cumple la ciudad más antigua del país, nuestra querida Santiago del Estero, muchas figuras habrán transitado sus calles. Pero nadie encarnará mejor esta condición de sabia y paciente maternidad de Santiago del Estero, "Madre de Ciudades", que María Antonia de San José o simplemente "Mamá Antula", la primera Santa argentina.