Las invasiones británicas (Segunda Parte)
Por el historiador Eduardo Lazzari.
La epopeya de 1806 y 1807 fue el primer paso dado por los vecinos porteños en el camino de la libertad que comenzaría en 1810 y sería irreversible. No debe desconocerse el espítiru de época que es el que provoca situaciones comparables en distintos territorios al mismo tiempo, como la constitución de las juntas gubernativas y la convocatoria de ejércitos revolucionarios, episodios todos que tuvieron a la América española como escenario. Para todos los españoles, fueran criollos o peninsulares, que adherían a las ideas liberales desde los tiempos de la Revolución Francesa, la gesta heroica que significó la peor derrota militar de Gran Bretaña en la primera mitad del siglo XIX, fue una fuente de inspiración que puso de manifiesto el poder de la voluntad por encima del poder de las armas.
La historiografía argentina aún no ha rendido el merecido homenaje al personaje central de la saga de las invasiones británicas: Santiago de Liniers, hombre que, por su lealtad infinita a España, pasó de ser el héroe de la Reconquista a formar parte del enemigo una vez que se desató el reguero de la Independencia en 1810. Su vida merece ser conocida y rescatada más allá de sus anécdotas. Lo intentaremos aquí.
El francés que dio la vida por España: Santiago de Liniers
Su infancia y el inicio de su hispanidad
Jacques Antoine Marie de Liniers y Bremond nació en la ciudad de Niort, a unas cien leguas de París el 25 de julio de 1753, cuando gobernaba en Francia el Borbón Luis XV y en España el Borbón Fernando VI. Los Liniers eran una familia noble noble y el primogénito Jacques Louis Henri iba a heredar el título de conde. Santiago Antonio ingresa en la Escuela Militar de la Orden de Malta, que formaba oficiales para los dos imperios católicos borbónicos. En 1768 es ordenado caballero de Malta y llega a teniente de caballería, aunque pide la baja del ejército francés en 1774. Pasa a servir a España, en virtud del "Pacto de Familia", acuerdo que permitía a oficiales de Francia el poder combatir bajo la bandera de España, y viceversa, en virtud de los lazos de sangre entre sus reyes.
En Cádiz se incorpora a la Armada y en 1776, al mismo tiempo en que es creado el virreinato del Río de la Plata, Liniers es destinado a patrullar el mar Mediterráneo como alférez de fragata. Poco después, lo destinan a la flota que al mando de Pedro de Cevallos zarpó rumbo al Río de la Plata con el objetivo de recuperar la Banda Orienta, invadida por los portugueses. Participa de la toma de la isla de Santa Catalina y de la recuperación de Colonia del Sacramento. Vuelve al viejo continente, combate contra los ingleses en el cabo de Santa María y su nave reconquista la isla de Menorca en 1782. En cada acción militar, se destaca y es ascendido ese año a capitán de fragata. En febrero de 1783 se casa en Málaga con Juana Membielle, con quien Liniers tendrá dos hijos: Luis y Antonia.
En busca de su destino en el Río de la Plata
Era un hombre ilustrado con gran interés por las ciencias, por lo que acompaña una expedición cartográfica por las costas españolas entre 1785 y 1788. Pide su traslado a América para buscar oportunidades en su carrera militar y llega a Montevideo, donde se hace cargo del apostadero naval del Río de la Plata. En 1790 una tragedia se desata sobre su familia, ya que mueren su esposa y su hija. Se muda a Buenos Aires y al año siguiente se casa con Martina de Sarratea, hermana de Manuel, miembro del Primer Triunvirato y primer gobernador de Buenos Aires. El matrimonio tendrá ocho hijos y se instala en la casa familiar de los Sarratea, que aún se conserva, cuyos fondos daban a la casa de los Belgrano, en las cercanías del porteño convento de Santo Domingo.
Asciende a capitán de navío mientras monta una fábrica de sopa sólida en sociedad con su hermano. Como curiosidad, existe aún la ruina de una pared de dicho establecimiento sobre la calle Virrey Liniers en Buenos Aires. En 1802 el virrey del Río de la Plata, Joaquín del Pino, lo nombra gobernador interino de las Misiones. Fue intempestivamente reemplazado y el viaje de regreso a la capital se convierte en un martirio para el francés: en 1805 su esposa y una de sus hijas mueren al llegar al puerto de las Conchas, hoy Tigre, en el delta del río Paraná. La amenaza de un ataque inglés hace que el virrey Rafael de Sobremonte le ordene a Liniers armar una flotilla para defender la ciudad y lo nombra a cargo de la guarnición de la Ensenada de Barragán, diez leguas al sur de Buenos Aires, donde se tirotea el 26 de junio de 1806 con los británicos al mando del comodoro Home Popham, en ostentosa inferioridad de condiciones.
La Reconquista y la Defensa de Buenos Aires
Luego de un paso furtivo por la ciudad, Liniers navega hasta Montevideo, dando comienzo a los tres años más trascendentes de su vida pública. Logra reclutar 1.300 hombres con el concurso del gobernador Pascual Ruiz Huidobro, y contando con "el auspicio de la Santísima Virgen del Rosario", según él mismo proclama, cruza en medio de una densa neblina hasta el puerto de las Conchas sin que los británicos adviertan la maniobra el 4 de agosto de 1806. Desde allí inicia el avance de sus tropas contra los invasores, al que se suman cientos de milicianos, hechos que culminan con la rendición del gobernador británico William Beresford el 12 de agosto, día recordado por la historia como la Reconquista de Buenos Aires.
Asume el mando militar de la gobernación y del virreinato, a lo que se suma que en enero de 1807 un cabildo abierto lo nombra virrey provisional. Desde Madrid llega su ascenso a brigadier naval, mientras Liniers, en una actividad frenética sin tregua prepara la defensa de la capital ante una nueva invasión británica que en una flota hace llegar al Plata un ejército al mando del general John Whitelocke con 8.000 soldados, el triple que en la ocasión anterior. En la más sangrienta batalla librada hasta entonces en Buenos Aires, con 2.000 muertos entre ambos bandos, Liniers logra mantener el control de la ciudad y el 5 de julio de 1807 los británicos se rinden, abandonando Buenos Aires para siempre.
Virrey del Río de la Plata
Liniers debe enfrentar intrigas por su condición de francés a pesar de ser confirmado como virrey desde España, ya entonces invadida por las tropas de Bonaparte. En medio de las tensiones políticas, el viudo virrey inició un fogoso romance con María Ana de Perichon, esposa de Thomas O'Gorman, quien la había abandonado. El escándalo fue enorme ya que hay crónicas que indican que "el carruaje del Virrey amanecía en la puerta del caserón de los O'Gorman, señal que había pernoctado allí". Esta mujer se convertiría con el tiempo en la abuela de Camila, la dama porteña que iba a protagonizar una tragedia romántica cuatro décadas después por su romance con el cura Uladislao Gutiérrez.
La visita a Buenos Aires del marqués de Sassenay en busca del reconocimiento de José I generó sospechas enormes, sobre todo por el trato de amigo que Napoléon Bonaparte dispensaba a Liniers, y a pesar de la lealtad evidente de éste hacia Fernando VII, la circunstancia provocó que Montevideo nombrase una junta que se declaró autónoma de Buenos Aires el 20 de septiembre de 1808 a instancias de Javier de Elío, adversario político de Liniers. Comenzaba a crujir la estructura imperial. Al mismo tiempo, la Junta Central de Sevilla lo asciende a mariscal de campo, grado equivalente a comandante de escuadra, a la vez que lo nombró Conde de Buenos Aires, el único título nobiliario que tuvo el Plata en su historia.
Reprimió el levantamiento de Martín de Álzaga del 1° de enero de 1809, gracias al apoyo del jefe de milicias Cornelio de Saavedra, y fue relevado como virrey el 30 de junio. Le fue otorgada una gran pensión que le permitió comprar el casco de la antigua estancia jesuítica de Alta Gracia, retirándose hacia Córdoba inmediatamente con su familia, donde sería sorprendido por los acontecimientos de 1810. Su fidelidad a la corona española es tal que el antiguo héroe de la Reconquista escribe: "La conducta de los de Buenos Aires con la Madre Patria, en la situación que se halla debido al atroz usurpador Bonaparte, es igual a la de un hijo que viendo a su padre enfermo, pero de un mal del que probablemente se salvaría, lo asesina en la cama para heredarlo".
Su fidelidad y su martirio por España
Liniers se pone a disposición del gobernador de Córdoba, Juan Gutiérrez de la Concha, quien organiza una expedición contrarrevolucionaria que sufre deserciones en su marcha hacia Buenos Aires, y que es interceptada por el novel Ejército del Norte en los alrededores de Cruz Alta, a orillas del río Carcaraña. El héroe de la Reconquista es fusilado por orden de la Junta Gubernativa del Río de la Plata, cerca de la posta de Cabeza de Tigre en el monte de Papagayos el 26 de agosto de 1810.
España le reconocerá sus servicios cuando la Confederación Argentina y el reino peninsular inician sus relaciones diplomáticas en 1859, ya que la primera tarea encomendada por Isabel II al enviado hispano fue la repatriación de los restos del "Mariscal de Campo Santiago de Liniers, Conde de Buenos Aires y Virrey del Río de la Plata" para su sepultura en el Panteón Real de los Marinos Ilustres en la Escuela Naval de San Fernando, Cádiz. Reconocidos sus restos en el cementerio de Cruz Alta, fueron sepultados luego en Paraná para finalmente emprender su viaje final a España.
El patrimonio argentino conserva su casa en Buenos Aires, ahora cumpliendo la función de Casa del Historiador, su estancia en Alta Gracia que es un museo histórico, y el sitio de su fusilamiento, todos reconocidos como patrimonio histórico nacional. Una película llamada "Cabeza de Tigre", con Héctor Alterio en el papel de Santiago de Liniers, es un gran fresco histórico filmado en 2001. Muchas calles, algunas escuelas, pueblos y barrios llevan el nombre de un hombre que pagó un alto precio por ser fiel, pese a que no le creyeran.