Opinión

204 años del fallecimiento del General Manuel Belgrano y "Día de la Bandera"

Clemente Di Lullo . Profesor de Historia y Especialista en Estudios Culturales.

Curiosas formas o modos tenemos los argentinos de recordar a aquellas personalidades que, reconocidas como Padres Fundadores de la Patria, iluminaron los primeros pasos en el camino de la libertad y la independencia de nuestro país. Ejemplos: Martín Miguel de Güemes, el caudillo montaraz, jefe de las montoneras salteñas conocidas como "Los infernales"; protagonista central de la "guerra gaucha", símbolo de la resistencia invencible para las fuerzas realistas que querían avanzar hacia Bs. As. Falleció el 17 de junio de 1821. Debieron pasar muchos, muchos años para que su figura y acción se recordara primero como efeméride escolar, más tarde se establecía tal fecha como feriado nacional y, finalmente, se le otorga post-mortem el grado militar de Capitán y finalmente de General de la Patria. ¡En el año 2006 mediante ley se le reconoce el título de "Héroe Nacional"!

El General José de San Martín, libertador de media América del Sur, falleció el 17 de agosto de 1850. El recuerdo de su memoria si bien oficialmente respeta la fecha de su muerte, no por eso deja de servir para instalar un "feriado puente" anterior o posterior a tal día.

El General Manuel Belgrano, falleció el 20 de junio de 1820. ¿Es esta la fecha para recordar su personalidad? No. Hoy es el "Día de la Bandera", su máxima creación. Es decir, Belgrano no tiene un día propio, particular, para recordar su memoria. 

La justicia del tiempo hizo que los tres sean reconocidos como Padres de la Patria.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Hijo de padre genovés y madre criolla (más precisamente, santiagueña. Su abuelo materno, Dn. Juan Manuel González Islas procedía de la Villa de Loreto, en Santiago del Estero)) 

Manuel Belgrano hizo las primeras letras en el Colegio de San Carlos donde aprendió lógica, física, filosofía y literatura. Luego, pasa a España, para iniciar estudios de derecho en la Universidad de Salamanca. Finaliza sus estudios, graduándose de Bachiller en Leyes, en Valladolid en el año 1789. Regresó al Virreinato del Río de la Plata como encargado del Consulado (no creado aún). Inició su actividad oficial en tal cargo a partir de 1794. Desde este lugar y a través de sus iniciativas y escritos se nos revela el Belgrano progresista, el político que afirma su pensamiento en las ideas de la Revolución Francesa. Un hombre que entiende perfectamente los fundamentos del nuevo tiempo político que asomaba en Europa y que los beneficios de aquellas reformas era imprescindible vivirlas en América.

Hoy es reconocido por la mayoría de los historiadores como el defensor intelectual, político y cultural de la Revolución de Mayo. Belgrano fue la cabeza pensante del movimiento revolucionario que nos legaría la libertad y la independencia en un proceso que atraviesa la historia argentina entre 1810 y 1853.

GÉNESIS DE LA BANDERA ARGENTINA

La historia de la aparición de la bandera nacional de manos de Manuel Belgrano tiene varias incógnitas que poco a poco van siendo aclaradas y puestas a disposición de todo el pueblo argentino.

Veamos: El 13 de febrero de 1812 el Primer Triunvirato, integrado por Juan José Passo, Manuel de Sarratea e Feliciano Chiclana, dá conformidad a la solicitud presentada por Belgrano en el sentido de aprobar un símbolo o distintivo que sirviera a los propósitos de Belgrano: distinguir y unificar a las tropas del ejército patriota del ejército realista ya que hasta el momento ambos bandos utilizaban los colores rojos de la corona real española. 

Por decisión de los triunviros a partir de esa fecha los soldados patriotas portarían como distintivo una escarapela con los colores celeste y blanco.

En este contexto se comprende en toda su magnitud la comunicación enviada por Belgrano al mismo Triunvirato con fecha 27 de febrero de 1812 donde explica que "siendo preciso tener bandera y no teniéndola, mandé hacerla con los colores de la escarapela". Es decir, en su primera versión, escarapela y bandera nacieron como estandartes o emblemas de uso exclusivo de los ejércitos patriotas. 

Los acontecimientos hasta aquí narrados responden a hechos históricos verídicos y comprobables documentalmente. Actuando con la lógica del sentido común, entonces, el 27 de febrero debería ser recordado como Día de la Bandera. No ocurrió así. Es más, dicha bandera o estandarte fue mandada al olvido por el Triunvirato que le ordenó a Belgrano, esconderla y no volver a repetir tan inoportuna acción.

No pasaría mucho tiempo para que las decisiones tomaran el sentido contrario. Efectivamente, el Congreso Nacional Constituyente reunido en Tucumán en 1816, luego de declarar la Independencia, aprobó como símbolo nacional la bandera celeste y blanca y la ratificó en tal condición en 1819 cuando el mismo ya sesionaba en Buenos Aires.

Finalmente, el 8 de junio de 1938, en la Presidencia de Roberto María Ortíz, el Congreso, a través de la ley N° 12.361, fija el 20 de junio como "DÍA DE LA BANDERA" y lo declara feriado nacional. Actualmente, en la práctica escolar, en esa fecha los alumnos de la escuela primaria hacen su juramento de lealtad a la enseña Patria.

SIGNIFICADO DE LA BANDERA NACIONAL

Más allá de su modesta aparición, el símbolo celeste y blanco fue creciendo en importancia representativa de la identidad política de las Provincias Unidas del Río de la Plata, primero, y de la República Argentina después. La bandera es el manto sagrado que envuelve a todos los argentinos; el que desparrama su mensaje de unión y esperanza por todas las regiones geográficas de nuestro amado país y que convoca a los mayores sacrificios para defender la tradición histórica y la soberanía política y territorial hasta los confines de nuestra Patria, incluídas en ella las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur como así también las gélidas tierras argentinas del suelo antártico.

Esta interpretación fue asumida por un largo tiempo por los argentinos que para tal fecha lucían en sus pechos la escarapela y en los edificios oficiales y los domicilios particulares se embanderaba e iluminaban en claro gesto de alegría y fraternidad. Para esa época todas las escuelas enviaban sus delegaciones con abanderado y escoltas para participar de los desfiles que se realizaban al acorde de marchas militares, ante los aplausos y sonrisas del público presente.

Lamentablemente, en nuestro tiempo, tal mística patriótica alrededor del emblema nacional se fue perdiendo. Su recordación ha quedado reducida a la estrechez del ámbito escolar, los actos oficiales se viven protocolarmente; encontrar domicilios particulares embanderados es una rareza y, realmente, ofende al patriotismo de nuestros héroes fundacionales como la memoria de los jóvenes que bajo sus pliegues entregaron orgullosamente sus vidas en la Guerra de Malvinas.

Por todo ello, creemos que los argentinos nos debemos un sentido acto de reflexión contrita para asumir el compromiso de recuperar el sentimiento de respeto y compromiso espiritual con los símbolos nacionales y entender que el ejemplo excelso de nuestros próceres es una fuente indubitable de sabiduría que ilumina el accionar consciente de nuestra responsabilidad como ciudadanos orgullosos del legado histórico recibido de las personalidades sobresalientes del pasado. 

Si no nos apoyamos en ellos seremos incapaces de sostener el sentido de pertenencia que proclama la bandera celeste y blanca, símbolo de nuestra argentinidad.

FALLECIMIENTO DEL GENERAL MANUEL BELGRANO

El relato escolar grabó en nuestra memoria que Manuel Belgrano falleció pobre, en su casa natal. Con el tiempo descubrimos detalles que completan el real momento. A saber:

-No murió pobre, sino en la mayor pobreza, acompañado de cuatro personas;

-Su funeral privado se realizó el 28 de julio (47 días después de su muerte) en el templo de Santo Domingo. Nunca hubo exequias oficiales. "El Despertador Teofilantrópico", periódico que dirigía el padre Castañeda dio a conocer su fallecimiento el 22 de agosto, cuando habían transcurrido 92 días de su deceso.

Resulta evidente que la muerte de quien nos legara la bandera nacional pasó desapercibido e indiferente entre sus contemporáneos. ¿Por qué el silencio oficial? Porque ese día 20 de junio la ciudad vivía una de sus mayores crisis políticas, al punto de llegar a tener tres gobernadores en el mismo día. La prioridad era evitar el caos social y la alta incertidumbre política que azoraba a la población.

En otras palabras, el desconocimiento y olvido de su muerte no fue un acto premeditado de ingratitud, sino la consecuencia no deseada del contexto político que imperaba en aquel día.

En resumen: la Bandera es, sin duda alguna, un legado de enorme valor y trascendencia desde el mismo día que fue enarbolada por primera vez, pero la personalidad de Manuel Belgrano es mucho más que la Bandera. 

Detrás de la Bandera había un proyecto de país, una comunidad organizada bajo las ideas de igualdad, inclusión, unidad continental, industrialización y distribución de la tierra. Para esta idea general era fundamental la educación como instrumento de difusión y formación de generaciones volcadas al trabajo, el esfuerzo intelectual y el servicio desinteresado a la Patria que nos cobija y nos hermana.

Aquí reside la trascendencia histórica que determina que el 20 de junio se celebre la creación de la Bandera Nacional y, simultáneamente, el Paso a la Inmortalidad del General Manuel Belgrano.

 

Ir a la nota original

MáS NOTICIAS