"Hermanos de la calle" extiende su mano solidaria para los sin techo de Miami
El presidente de la Fundación es Narciso Muñoz, un argentino radicado en Miami hace doce años. Su trabajo dignifica la condición humana. ENTREVISTA EXCLUSIVA
La Fundación "Hermanos de la calle" es una organización sin fines de lucro que trabaja en elevar, apoyar y rehabilitar a las personas sin hogar en Miami (EE. UU). Trabaja con individuos para "reintegrarlos como miembros contribuyentes y dignos de la sociedad".
Narciso Muñoz, su presidente, es un argentino que vive y trabaja en Miami desde hace doce años. Es quien impulsó a esta institución que responde a un abordaje integral de los problemas sociales que atraviesan familias en Estados Unidos que están en situación de calle y que tiene como fin proporcionar vivienda segura, apoyo mental y emocional, acceso a atención médica, oportunidades de empleo y reconexión con la familia y la fe.
"Empezamos con Hermanos de la calle para cambiarle la perspectiva de la vida a mis hijos y terminamos cambiando la de toda la familia. Ya verán porqué. Es nuestro tiempo y es nuestra gente, vamos a ser el cambio que queremos ver en el mundo, una persona a la vez. Esa es la revolución del amor", destacó Muñoz en una entrevista exclusiva con EL LIBERAL.
Hermanos de la calle, fiel a su consigna, extiende la mano para la gente sin hogar de Miami. Con 18 hogares y varias habitaciones de hotel que atienden a más de 140 residentes a la vez en toda el área de Miami, la organización tiene diferentes áreas para su desarrollo, incluyendo proporción y gestión de viviendas, acceso a talleres de capacitación y empleos y soporte emocional/espiritual, entre otras.
La misión de Fundación Hermanos de la Calle es ofrecer ayuda y apoyo a las personas sin hogar, así como crear conciencia y motivar a las comunidades y familias a ser voluntarios de diferentes maneras para ayudar a las personas sin hogar a recuperar su dignidad y su lugar en la sociedad.
- ¿Cuál fue el disparador que lo llevó a crear Fundación Hermanos de la Calle?
Hace nueve años yo quería que mis hijos vivieran otra realidad a lo que era la ciudad en la que vivíamos. Yo soy originario de Buenos Aires y ahí se ve un poco de pobreza, ves gente en la calle, pero acá (por Miami) vivo en un lugar que se llama Key Biscayne, que es un lugar muy cuidado, donde no hay pobres, no hay gente en situación de calle. Entonces, tenía la sensación de que mis hijos se estaban criando en una burbuja donde valuaban más a la persona por la plata que tenían y no por quienes eran. Entonces, quería mostrarles otra realidad y empezamos a salir a las calles a dar de comer a la gente. Eso hará ya hace unos nueve años. En EE. UU hay muchos comedores donde van los homeless, los sin techo, y empezamos a ir a algunos, pero rápidamente empezamos a ir directamente nosotros a las calles a llevar comida. Enseguida nos dimos cuenta que más que hambre de comida la gente tenía hambre de sociedad, de ser escuchado, de mirar a los ojos, de tener una oportunidad de salir. Así fue como, hace más o menos unos seis años, nos convertimos en una fundación y empezamos a alquilar casas para hacer vida comunitaria de gente que estaba en la calle que, de golpe, por si solos no podían pagar una casa, pero entre varios podían llegar a tener dinero como para alquilarlo. Lo increíble fue que muchos empezaron a trabajar.
-¿Con cuántas casas cuenta actualmente la Fundación Hermanos de la calle?
Hoy tenemos 18 casas con 140 personas viviendo ahí. Trabajamos activamente con el gobierno de la ciudad de Miami y estamos sirviendo a más o menos 1600 personas por año y sacando de la calle a unas 150 personas por mes. Estamos también a cargo de todos los migrantes que llegan de la Frontera Sur. Estamos a cargo de los veteranos de guerra que están en situación de calle. Tenemos un trabajo fuerte con la ciudad para lo que es el ir a las calles para encontrarnos con las personas. Tenemos unos 19 o 20 empleados en la Fundación. El desafío es ayudar a toda la gente que está en la calle, a que no esté más en la calle. Para esto, el alcalde de Miami (Francis Suárez) realizó una fiesta el pasado sábado para juntar los fondos y darnos el empuje necesario para llegar lo que acá llaman "Funcionalidad cero". Siempre va a haber un homeless, pero vamos a ayudar para que esa realidad vaya cambiando. Siempre hay algo de desempleo, pero aún en pleno empleo hay alguien que está en la transición. La ciudad de Miami se propone no tener más homeless en la calle pero no porque los vaya a echar, sino porque les da una solución de hogar para salir adelante.
-¿Cómo ve el fenómeno que han generado y que tiene muy buenos resultados?
Lo vemos muy bien. Nos encanta la coordinación del sector privado con el sector público con la comunidad entera para salir adelante. Nosotros nos potenciamos mucho en el voluntariado de la gente que está con nosotros y que cada persona tenga la fuerza, las ganas y la capacidad de poder animarse a hablar con un homeless o con una persona en situación de calle y ser una rama más, un brazo más de "Hermanos de la calle". Así es como funcionamos. Nosotros tenemos en cada iglesia, en cada templo evangélico, en cada lugar, alguien que sabe de nosotros y que está pendiente para dar esa primera entrevista, esa primera mano, esa primera ayuda. Para mí, es fundamental trabajar en coordinación sector público, sector privado y comunidad en general, que cada persona se sienta con capacidad de resolver y hacer algo y también el sentir de que no hay que irse a Calcuta, sino que uno en la propia comunidad hay gente que la está pasando mal y debemos preocuparnos, en principio, por el prójimo, que es el próximo, el que está cerca. Ese es nuestro llamado.
- "Hay que volver a hacer pequeñas comunidades", sostuvo usted en una entrevista. ¿Cómo va evolucionando este concepto en lo práctico?
Nosotros alquilamos casas y ahí se crean pequeñas comunidades. La gente en la calle vive en una comunidad. Uno de los problemas que tienen los homeless es que se convierten en invisibles, se convierten en marginales de la comunidad, tienen muy poca autoestima y muy poca dignidad ellos, les da vergüenza su situación. Hoy, con las redes sociales, la mayor parte de ellos sigue la vida de sus familias desde afuera porque uno, en una red social, puede ver lo que pasa, pero si no le pones like es como que nadie sabe que estás mirando por la ventana la vida fantástica que la gente publica en Facebook o en Instagram. Entonces, cuando uno cae en desgracia, tiene la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser como dice el tango. Cuando uno recupera esa dignidad, cuando uno dice estoy en un hotel o en un refugio de homeless, empieza a cambiar un poco, uno empieza a mirarse al espejo y a gustarle un poquito más lo que ve. A esto se suma que los empujamos a que consigan trabajo, empiezan a tener su propio peso, se visten mejor y ahí la vida empieza a cambiar, empieza la dignidad a volver, empieza el amor propio a sentirse, la gente avanza, algunos vuelven con sus familias y otros deciden quedarse a vivir en comunidad.
- Leí una frase suya que es muy reveladora: "No hay que ir a la guerra para salvarle la vida a una persona".
El amor es fundamental en lo que hacemos nosotros, en especial para la parte de la población adicta, porque acá hay mucha gente que muere por la adicción al fentanilo y a la heroína y después también hay mucha gente que muere sola. En esta ciudad en particular, y te diría que en EE. UU en general, es un país de mucha inmigración en donde la gente no tiene esa red de contención que puedes tener en Santiago en donde está el primo, está el tío, está el hermano, el compañero de colegio. Cuando uno da una mano, a veces, estás salvando una vida. A la par de eso, cuando uno toca a una persona, toca a la persona y a la familia que rodea a esa persona porque esa persona en cuanto sale de la situación de calle muchas veces se reconecta con ese grupo que a ellos le daba vergüenza conectarse. Del otro lado, están desesperados por saber dónde está el hijo que se fue por problemas de drogas y piensan que está muerto. El tiempo te cura todas las heridas. Entonces, la familia está muy pendiente de esta gente que por 10 o 15 años vivía debajo un puente. Nosotros queremos repartir amor, no hay que ir a la guerra para salvarle la vida a una persona.
Foto: Narciso Muñoz (izquierda) junto al alcalde de Miami Francis Suárez y familia.
-¿Qué rol cumple la comunidad latina en este trabajo de ayudar a los homeless?
Nosotros nos basamos mucho en la comunidad. Una de las cosas que descubrimos es que había mucha gente que quería servir, que quería ayudar, pero no encontraba un lugar para ayudar fácil. Entonces, muchas veces, la única manera de ayudar que tenía era dar plata, pero lo que la gente está ávida de tener experiencia personal, conectar; es decir, "yo ayudo a él, yo le doy mi remera a él, yo le doy mi pantalón o cocinar en familia". Dar el ejemplo a los hijos. Entonces, para nosotros, el tema del voluntariado es fundamental, es primordial. Nuestra misión está tanto destinada a ayudar a los que están en situación de calle como a ayudar a la comunidad a crear esa conciencia de que tenemos que ayudar al que está cerca, a que nuestra ciudad sea la mejor ciudad.
- ¿Cómo procuran las comidas que llevan a los homeless?
En cuanto a las comidas que damos son las que hacemos en nuestras propias casas. A veces hacemos una suerte de clase de cocina en un restaurante donde van jóvenes o niños del colegio, aprenden a cocinar y después todo lo que cocinaron lo llevamos a las calles. Gran parte de las cosas que hacemos son particulares que salimos a dar. Ya, con el correr de los años, nos conocen en los templos, en parroquias, los policías en las calles saben que lo primero que tienen que hacer es llamarnos y vamos a ayudar sin prejuzgar, ni nada. Estamos para ayudar. En este país que hay muchos problemas con la inmigración ilegal, la gente está asustada con el gobierno, con nosotros no están asustados porque saben que venimos de otro lado. Eso nos da mucha ayuda para hacer otra cara, servicios.
-¿Qué sensación le embarga a usted al ver los muy buenos resultados que está obteniendo la Fundación y, por otro lado, la conciencia que logra en todos?
Es un bendición muy grande. Es un poco la Divina Providencia que se van abriendo las puertas y vamos teniendo buenos resultados. Es una bendición grande poder ser útil, poder ayudar, poder hacer de este lugar un lugar mejor. Hay pocas cosas que llenen más de gozo que el servir y eso es una bendición profunda.
-¿Qué otros tipos de actividades realizan para solventar la Fundación?
Nosotros hacemos una fiesta por año. Esta vez nos sorprendió el alcalde haciéndonos a nosotros la fiesta, pero hacemos una fiesta por año. También tenemos donaciones. Lo más increíble es que a la gente que ayudamos, que están en nuestras casas, le pedimos que colaboren con un alquiler. Una parte importante de lo que tenemos de gasto viene de la propia gente que es ayudada. Nosotros descubrimos que era mucho mejor alquilarles la cama al homeless que sacábamos de la calle; y pedirle que trabaje para que pague esa cama, antes que tenerlo gratis. Parte de la dignidad humana es saber que se levanta a la mañana y puede aguantarse su vida, que puede colaborar, que es un miembro activo de la sociedad, que tiene plata en el bolsillo que él se la ganó. Es muy importante saber que uno dejó de ser, llámalo así, una especie de estorbo en la sociedad para ser alguien que trabaja, tiene respeto o tiene papeles y puede ir al supermercado y no lo echan. Tratamos de que la gente que está bajo nuestro techo lo sienta así también. En Miami, en especial, el desempleo es muy bajo. Entonces, se dan estas situaciones donde uno puede conseguir trabajo si lo busca y si está presentable.
-¿Cree que es posible, en un contexto como el que vivimos en el mundo, que el trabajo de "Hermanos de la calle", pueda ser replicado en Argentina?
Yo creo que sí. Hay dos cosas que me vienen a la cabeza. La primera es que la clave de "Hermanos de la calle" es que nos dimos cuenta de que solos, no podíamos. Entonces, nos abrazamos con la comunidad. Después, nos dimos cuenta que cuando uno encima de la comunidad pone los recursos del Estado a trabajar, es todavía más poderoso porque se te abren las posibilidades de ayudar a más personas. Aquí hay problemas muy graves con drogas. El otro punto importante es el tema de la necesidad de formar comunidad. La gente quiere pertenecer a una tribu, quiere pertenecer a un grupo, quiere que le canten el cumpleaños. Somos animales de comunidad. Armando pequeñas comunidades, de gente que se apoya y que se ayuda, se puede salir adelante. El otro tema es que cuando arranqué acá, yo estaba en contacto con sacerdotes en Argentina y hacíamos mucha ayuda allá también y, a veces, yo noto que por la historia nuestra en el tema de lo que es caridad y todo, no se le pide al que es ayudado que haga su aporte. Nosotros nos dimos cuenta que lo más importante es que aporten, que sean una persona activa en su propia recuperación. Tiene que haber un ida y vuelta. El cambio viene por ese lado, el decirles vos tenés que aportar porque vos podés, no pensar en que no sos capaz sino en que vos lo podés hacer. Entonces, organizarnos con sector privado, con sector público, con trabajos. Es importante que la persona lo busque (al trabajo) más que nosotros buscárselo. Nosotros sí podemos ofrecer algunas herramientas, algunas alternativas. El concepto es que las personas tienen que tomar las riendas de su vida. Es difícil hacerlo viviendo debajo de un puente con el pelo por la cintura y oliendo mal. Hay que darles esa pequeña mano para que tengan un lugar, estén bien vestidos y, como decía Mirtha (Legrand), "Como te ven, te tratan. Si te ven mal, te maltratan. Si te ven bien, te contratan". Entonces, vamos para que se vean bien y lo contraten. La otra cosa es tampoco tener un montón de gente en un lugar porque ahí se te arma una revolución.
- Leo otra máxima suya que, con este trabajo de proporcionar vivienda segura, apoyo mental y emocional, acceso a atención médica, oportunidades de empleo y reconexión con la familia y la fe, es todo "una revolución del amor".
Esto nació porque nosotros somos católicos, cristianos, y ¿dónde está Jesús? Jesús está en el que sufre, en el que está en la calle, en el que está solo, en el que está abandonado. Y la gente que está en situación de calle, si uno quiere ver que tiene fe, es la gente que está en situación de calle. Es muy importante el tema de la dignidad, de que todos somos iguales, que uno no vale más por la plata que tiene, la ropa que tiene o el reloj que tiene sino valemos por ser personas. Entonces, a esta gente que está como un pájaro con las alas rotas; el amor propio, la autoestima es primero que se recompone. Una vez que se recompone eso empieza a florecer la persona. Lo que tratamos de hacer es juntarlo con su comunidad de origen, que es su familia, sino le damos la comunidad a través nuestro. Ese es el plan. Eso es lo que llamamos la "revolución de amor" porque esto no lo hacemos por la plata.
- ¿Qué le dicen hoy sus hijos tras haberles mostrado esta otra realidad?
Ellos están muy orgullosos y es algo muy lindo. Lo más divertido es que yo lo hice para que ellos se conviertan, pero el que terminó convertido fui yo. El que quedó atrapado fui yo. La verdad que para mí esto es lo que me da la adrenalina para vivir y las ganas de que se puede. Ver a tanta gente saliendo adelante es una emoción indescriptible. La comida, la ropa, los productos sanitarios, todo eso es una excusa para conectar con la persona. En Miami, la gente no se muere de hambre, el hambre que tienen es el hambre de sociedad, es un hambre de volver a sentirse seres humanos. Lo más importante es ver a persona que se esconde detrás del homeless, ese señor que cuando era chico corría detrás de una pelota, ese señor que le cantaban el feliz cumpleaños o que aprendió a andar en bicicleta con su padre. Para llegar a este contacto, donde la persona se abre y dice sí, dame una mano, vamos con estas cosas como excusa. No queremos que haya gente que realmente se muera de hambre, sino que queremos una excusa para conectar.